Entrevista
Una mujer, mil árboles: la cruzada ambiental de Lorena Gieco

Es licenciada en Gestión Ambiental y lidera el proyecto “Sembrando mi Huella” con el objetivo de germinar mil árboles por año junto a escuelas locales y el Parque Industrial. Desde la educación ambiental en niños hasta la planificación forestal urbana, su trabajo propone un cambio profundo y duradero.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
“Con mis manos puedo germinar un árbol”. Los árboles no solo son fundamentales para la generación de oxígeno y la regulación del clima, sino que también cumplen funciones esenciales en la conservación del suelo, la retención de agua y el sostenimiento de la biodiversidad: aproximadamente el 80 por ciento de las especies del planeta depende de ellos. Sin embrago, el mundo sigue perdiendo miles de hectáreas de bosques por año, principalmente por la expansión agrícola.
Desde San Francisco, un proyecto local intenta hacer frente a esta crisis global. La iniciativa “Sembrando mi Huella”, impulsada por Lorena Gieco (42), licenciada en Gestión Ambiental e Ingeniería en Seguridad, busca germinar mil árboles anualmente a partir de 2025. El proyecto es desarrollado por el Parque Industrial Tecnológico y Logístico de San Francisco, y cuenta con el acompañamiento de siete escuelas locales, con el objetivo de que cada niño plante su propio árbol y aprenda a cuidarlo.
“El verano pasado fue un punto de inflexión”, explicó Gieco a Posta/ LA VOZ DE SAN JUSTO. “Hizo un calor terrible, insoportable. Nos preguntamos qué podíamos hacer para cambiar el clima, y de ahí surgió esta idea, basada en los beneficios que tienen los árboles: purifican el aire, generan oxígeno, absorben contaminación, enfrían el ambiente. Entonces dijimos: plantemos árboles”.

—¿Por qué decidieron trabajar con escuelas?
Porque los niños son esponjas y lo que se les explica realmente les llega. Además, son nuestro semillero para cambiar la mentalidad y crear conciencia ambiental. Empezamos a pensar desde las empresas, pero luego lo orientamos hacia las escuelas. Hoy estamos trabajando con siete, pero queremos que sean todas.
La idea es clara: formar generaciones conscientes del impacto ambiental desde temprana edad. Para ello, el proyecto incluye capacitaciones al personal docente y a los alumnos, desde la germinación hasta la plantación del árbol.
“Cada niño va a germinar su semilla. Hacemos un seguimiento: qué plantas no brotaron, por qué no lo hicieron, y si hace falta, reemplazamos las semillas. No queremos que ningún chico se quede con la sensación de fracaso”, dijo Gieco.

“La educación ambiental debería ser obligatoria en todas las escuelas. No podemos cambiar el mundo si no educamos primero”
Un proyecto con planificación y visión a futuro
“Sembrando mi Huella” contempla también un aspecto clave: la planificación del arbolado en el Parque Industrial, que recibe diariamente a unas 5.000 personas. “La polución que eso genera es importante, así que necesitamos contrarrestar ese efecto con más árboles. Ya estamos plantando mil por año y queremos expandir esa cifra, sobre todo con la ampliación de 63 hectáreas del Parque”, afirma Gieco.
—¿Qué especies están utilizando?
Trabajamos principalmente con especies autóctonas, para asegurar su adaptación y evitar invasoras. Usamos acacias, catalpas, arces, aguaribay, y algunos fresnos. Estos últimos no son nativos, pero tienen crecimiento rápido y eso entusiasma a los chicos.
El proyecto también incorpora una lógica circular: las semillas se recolectan de los árboles existentes en la ciudad, aprovechando la generosidad de la naturaleza, como destaca Gieco: “No las compramos, las juntamos directamente. En otoño, la naturaleza nos da todo”.
“Hay poca conciencia ambiental en los adultos”
—¿Cómo ves el compromiso social con el ambiente?
Cuesta bastante, sobre todo en generaciones mayores. Todavía no hay una conciencia plena de cuidado ambiental. En cambio, los chicos ya manejan conceptos como la separación de residuos. Mis hijas, por ejemplo, lo hacen en casa. Las nuevas generaciones vienen con otra mentalidad.
Lorena recuerda que su vocación nació en la infancia: “En la primaria hicimos un vivero para financiar el viaje de egresados. Ahí hice un clic. Me dije: quiero estudiar esto, me encanta la naturaleza”. Se recibió en Buenos Aires en 2001, cuando la carrera aún no existía en Córdoba. “Pertenezco a los primeros egresados. Era en ese momento una carrera muy nueva”, contó.
Hoy, su objetivo es compartir ese amor por la naturaleza con las nuevas generaciones. Cree que la educación ambiental debería ser obligatoria en todas las escuelas. “Es fundamental. No podemos cambiar el mundo si no educamos primero”.

“Cada árbol plantado es una forma de evitar esos desastres naturales”
“Estamos generando pulmones verdes”
El proyecto también tiene una dimensión urbana. Gieco insiste en que las ciudades deben implementar una gestión forestal sostenible. “En verano, la gente busca desesperadamente la sombra para poder caminar. ¿Por qué no exigir un árbol por vereda? Tendríamos sombra, frescura, mejor calidad de vida”.
Esa lógica, considera, también debería aplicarse al sector industrial: “Les explicamos a los empresarios la importancia de la cortina forestal para reducir ruido, emisiones gaseosas, y contaminación visual. Los árboles funcionan como una barrera natural. Deberían formar parte de cualquier proyecto edilicio”.
Gieco observa con atención los modelos europeos, donde la forestación urbana y periurbana es política de Estado. “Nos gustaría copiar ese modelo. Allá la forestación es un tema prioritario. Acá todavía falta mucho camino por recorrer”.
“Cada semillita es un paso para evitar inundaciones”
— Reforestar es un debate que cada diluvio reactualiza. ¿Por qué se asume que la deforestación es una de las causas que agudiza los efectos de inundaciones y crecidas?
Está comprobado que los desmontes son causa directa. Sin árboles, la tierra pierde nutrientes, se erosiona, no retiene el agua y se inunda. Cada árbol plantado es una forma de evitar esos desastres.
Gieco sueña con que el proyecto se extienda a toda la ciudad y la provincia. “Primero con las escuelas. Luego, que los chicos salgan a recolectar sus propias semillas, identifiquen especies, investiguen. Que aprendan a reconocer un árbol cuando caminan por la calle”.

“Quiero dejar mi aporte”
- En diciembre pasado falleció Ernestina Saravia, reconocida ambientalista local. ¿Sientes que tomas su posta?
Ernestina fue una gran persona que hizo mucho por los árboles. No me considero su heredera, pero sí tengo claro que quiero dejar mi aporte. Quiero que este proyecto no pare nunca más. Que en 2026 los chicos recojan sus semillas, germinen sus árboles, y crezcan junto a ellos. Que entiendan que no hay cambio sin compromiso.
En un mundo acelerado, sembrar árboles puede parecer un acto pequeño. Pero para Lorena Gieco, cada semilla cuenta. “Los chicos me preguntan: ‘¿Cuándo va a crecer mi árbol?’, ‘¿En tres meses va a estar grande?’. Les explico que no, que hay que esperar. Que estamos creando algo con nuestras propias manos”.
Desde San Francisco, “Sembrando mi Huella” es mucho más que un programa de forestación. Es un llamado a tomar conciencia, a cuidar lo que nos rodea, y a creer que —como dice Gieco— “con nuestras propias manos podemos cambiar el clima, una semilla a la vez”.
