Entrevista
“Ser maestra es acompañar”: la vocación que sostiene la escuela en tiempos de cambios
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Natali Peiretti, docente de 35 años que ejerce en dos provincias y en contextos sociales distintos, reflexiona sobre lo que significa ser maestra hoy. Habla de la vocación como condición imprescindible para sostener el aula, de la importancia del vínculo con los alumnos y de los desafíos de enseñar en tiempos atravesados por la tecnología y las nuevas realidades familiares.
El 11 de septiembre, Día del Maestro, no es solo una jornada de actos escolares y saludos formales. Es una fecha que invita a pensar qué significa hoy enseñar y acompañar en el aula, en un contexto donde la escuela se enfrenta a realidades cambiantes, a la irrupción de nuevas tecnologías y a demandas sociales que exceden los contenidos curriculares. Ser maestra es, en muchos casos, mucho más que transmitir conocimientos: es sostener, contener, escuchar y tender puentes con la comunidad.
En este marco, Natali Peiretti, de 35 años, maestra desde hace una década, comparte su experiencia. Su vida profesional transcurre entre dos provincias y dos contextos distintos: en Córdoba trabaja en la Escuela Normal Superior “Dr. Nicolás Avellaneda” con un cargo en Tecnología; en Santa Fe, en la Escuela Nº 1264 “Malvinas Argentinas” del barrio Acapulco de Josefina, ejerce como maestra de grado. Entre ambos espacios recorre no solo kilómetros de ruta, sino también diferentes formas de vivir la educación, siempre con una certeza: “Si no hay vocación, no se puede estar en la docencia”.
“Ser docente es acompañar”
A lo largo de la entrevista con Posta / LA VOZ DE SAN JUSTO, Natali repite una palabra que para ella resume la esencia de la tarea: acompañar. “Ser docente para mí es lo más lindo que elegí. Es enseñar más allá de los contenidos, es acompañar. Depende de los grados, a veces como una segunda mamá. Mientras eso puede ir acompañado de una enseñanza, sea para la vida o de contenidos, mucho mejor. Pero es lo que elijo todos los días”, expresó.
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“La escuela no puede sola. Estamos intentando que la familia vuelva a entender la importancia de estar y acompañar”.
En su voz se percibe el convencimiento de que la enseñanza no se limita al pizarrón o a los manuales. Lo que más la motiva, admite, es ver cambios en sus alumnos: “Siempre digo, así sea de 20, de 1, de 2, de 3, que hayas podido ocasionar un cambio en algo de su persona o en los contenidos, eso me emociona. La compañía de ese proceso y ver que da sus frutos es lo que me hace seguir eligiendo ser maestra”.
La base de todo
En su reflexión sobre el lugar que ocupa la educación en la vida de las personas, Natali no duda: “La docencia, el enseñar y aprender, es el pie para todo el resto de las cosas. Si querés ser periodista, jugador de fútbol, abogado, enfermero, la profesión que elijas, somos la base para que puedan seguir. Y eso va acompañado de un montón de cosas que hacemos a diario”.
La claridad con que lo dice transmite la dimensión de la responsabilidad que asume: “Tenés vidas en tus manos”, resume con sencillez pero con firmeza.
Desafíos de enseñar en tiempos de pantallas
El presente de la educación está atravesado por un desafío ineludible: la velocidad con que los estudiantes se informan y acceden a contenidos a través de la tecnología. “La verdad que enseñar es cada vez más complejo, porque los chicos están cada vez más informados. A veces me dicen: ‘Me aburre’. Eso implica que nosotros tengamos que cambiar estrategias y capacitarnos más. Es una responsabilidad de nosotros”, explicó.
La brecha digital se traduce en el aula en nuevas exigencias pedagógicas: “Hay que renovar las estrategias porque en pocos años cambió todo. Tenemos que aprender para que ellos estén motivados. A veces no tenemos los materiales ni los recursos, pero debemos buscar la vuelta para que quieran estar adentro de la escuela”.
La dificultad no se reduce a lo tecnológico: también se extiende a la relación con las familias. “Hay una brecha en cómo contar con la familia, de cómo llegar a los alumnos. Ellos no son los mismos de hace unos años, y sus entornos tampoco”, agregó.
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La familia y la comunidad
El vínculo con la comunidad escolar es otro de los temas que la interpelan. “Yo creo que se fue perdiendo, pero siento que ahora se está intentando volver a formar ese lazo. La vida laboral de las familias también nos atraviesa. A veces dejamos de participar. Cuando los chicos son más grandes creemos que ya está, que pueden solos, y no es así. Necesitamos que acompañen, que estén”, sostuvo.
Como madre de dos hijos pequeños, Natali reconoce la dificultad de conciliar tiempos familiares y escolares. Sin embargo, insiste en que la escuela no puede sola: “Estamos intentando que la familia vuelva a entender la importancia de estar y acompañar, y también de trabajar en red con otras instituciones”.
Dos realidades, una misma vocación
Enseñar en Córdoba y en Santa Fe le permite comparar dos mundos diferentes. En Josefina, en el barrio Acapulco, la prioridad es la contención. “Damos los contenidos, pero acompañamos mucho desde ese lugar. Son grados más chicos y se forma un vínculo muy fuerte”, explicó.
En San Francisco, en cambio, su cargo en Tecnología le da menos tiempo por grado. “No comparto tantas horas, pero siempre apunto a formar el vínculo para que ellos sepan que uno está, sin perder la enseñanza de los contenidos. A veces acompañás menos en lo personal, pero lo importante es estar atenta a lo que necesiten”.
El vínculo, el mayor desafío
Para Natali, el mayor obstáculo que enfrentó en su carrera fue cuando se quebró el lazo con sus alumnos: “Si no tenés el vínculo, no se puede hacer nada hoy. Recuperarlo es lo más difícil”.
Ese reconocimiento conduce inevitablemente a hablar de vocación. “En mi caso, no lo sentí de chiquita. Lo decidí de grande. Estudié el profesorado, hice la licenciatura y descubrí la vocación en el aula. Pero sí, es totalmente una vocación. Si no, no se puede estar”, aseguró.
La escuela que viene
Cuando imagina la escuela del futuro, Natali apuesta a la formación permanente de los docentes: “Tengo la esperanza de que podamos lograr más cosas con los chicos, siempre que entendamos que debemos capacitarnos. Hay un cambio que se viene dando, como una revolución que tarda años, pero debemos estar preparados para llevarla adelante”.
La clave, insiste, está en no dar nada por sentado y en asumir que el aprendizaje también incluye a los educadores.
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Orgullo de ser maestra
El Día del Maestro es, para ella, un momento de reconocimiento. “Es una emoción, como que volvemos a sentirnos valorados. A veces no nos damos cuenta, ni entre nosotros, de decirle a un compañero ‘qué bien lo estás haciendo’. En los actos, en el saludo, en el regalito, volvemos a sentirnos orgullosos de lo que elegimos. Y decimos: sí, acá es donde queremos estar”.
Con esa convicción, Natali atraviesa rutas y realidades, cargando cuadernos, planificaciones y la certeza de que ser maestra es mucho más que enseñar: es acompañar, sostener y elegir todos los días volver al aula.
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