Entrevista
“Salvar una vida es dar una oportunidad”: la misión que guía a Ariel Galfré, instructor de RCP
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Ariel Martín Galfré formó a miles de vecinos en técnicas de reanimación cardiopulmonar y primeros auxilios. La muerte súbita de su hermano Leandro no inició su vocación, pero sí profundizó su compromiso con una tarea que define como un acto de empatía y responsabilidad social. Con un enfoque humano y preventivo, el enfermero remarca que no existe “RCP mal hecho” y que aprender estas maniobras puede cambiar un destino en cuestión de minutos.
A los 44 años, Ariel Martín Galfré habla con una serenidad que no es indiferencia, sino equilibrio. Es enfermero profesional, instructor en primeros socorros, RCP y uso del Desfibrilador Externo Automático (DEA). Desde 2017 recorre escuelas, organizaciones, clubes y espacios públicos enseñando algo que, según él, debería formar parte de la vida cotidiana: saber ayudar cuando el tiempo corre en contra.
“Primero formé parte de una asociación en Córdoba, donde hice mis capacitaciones, y después surgió la propuesta en San Francisco, impulsada por la Secretaría de Salud municipal. Llevamos miles de personas capacitadas”, recuerda. Entre esas formaciones incluye la enseñanza de la maniobra de Heimlich, vital para asistir casos de asfixia por obstrucción de vías aéreas. Su mensaje es claro: cualquiera puede aprender, cualquiera puede salvar.
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Desde sus primeras experiencias aquella convicción no hizo más que fortalecerse. “Estamos en una época en la que todavía muere gente atragantada con un cuerpo extraño cuando existen maniobras que pueden sacarla de esa situación. No podemos permitir que eso siga pasando”, reflexiona en diálogo con Posta / LA VOZ DE SAN JUSTO.
“No hay RCP mal hecho”: romper mitos y miedos
Ariel repite esta frase como un mantra: “No hay RCP mal hecho”. Para él, este es el principal mito que impide que la sociedad actúe ante una emergencia. “El miedo frena. La gente piensa que va a hacer daño, que va a empeorar las cosas. Y eso no es así. Peor es no hacer nada. Lo importante es mantener ese corazón bombeando sangre oxigenada al cerebro. Después de unos minutos el daño es irreversible”, explica.
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“El miedo frena. La gente piensa que va a hacer daño, que va a empeorar las cosas. Y eso no es así. Peor es no hacer nada”
Recuerda incluso episodios mediáticos que generaron confusión, como el juicio por el homicidio de Fernando Báez Sosa, donde surgieron cuestionamientos hacia las maniobras de reanimación realizadas por una testigo. “Varias sociedades científicas tuvieron que salir a aclararlo. No existe la idea de que la RCP puede agravar una situación. Hay que intervenir, siempre. La Ley del Buen Samaritano protege a quienes actúan de buena fe”, agrega.
Esa claridad conceptual es la que traslada a sus alumnos. “Yo te enseño a vos a hacer RCP perfecto. Pero si vos sufrís una muerte súbita y tu familia no sabe cómo actuar, ahí está el problema. Por eso necesitamos una comunidad preparada”.
Minutos que valen una vida
Cuando se habla de muerte súbita y paro cardiorrespiratorio, los tiempos son determinantes. Ariel lo explica con la simplicidad que da la experiencia: “Los primeros minutos son clave. Lo que haga un testigo antes de que llegue el sistema de emergencias puede cambiarlo todo. Cada minuto sin oxígeno afecta el cerebro. Después de cierto tiempo, el daño ya no tiene marcha atrás”.
Por eso insiste en que la capacitación es la única forma de atravesar el pánico. “El miedo aparece cuando uno no sabe qué hacer. Si vos practicás con los torsos, si en una capacitación vivís la experiencia corporal de hacer compresiones, ya rompés esa barrera. No es lo mismo ver un video que sentir con tus manos lo que hay que hacer”.
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La ausencia que le dio otro sentido a su misión
En 2023, Ariel vivió uno de los golpes más duros de su vida. Leandro, su hermano de 39 años, policía de San Francisco, murió por un paro cardiorrespiratorio durante una prueba física en la Escuela de Suboficiales de Córdoba. Fue una noticia que sacudió a toda la comunidad.
Pero Ariel ya había elegido este camino muchos años antes. La pérdida no inició nada: profundizó todo.
“Me hubiese gustado estar ahí, pero entendí que actuaron enseguida y que hicieron lo que tenían que hacer. Las circunstancias no permitieron otro final”, recuerda con voz serena pero cargada de emoción. Habla con respeto por quienes intentaron reanimarlo. No hay reproches, hay comprensión.
Él y Leandro compartían algo más que familia: la música. Ambos integraban La Súper Banda del Chispas, un grupo de música popular en el que compartían escenario y noches de alegría. “Hasta la banda dejé para dedicarme de lleno a mi profesión y a esto que muchos llaman ‘enseñar a salvar vidas’”, confiesa.
Ariel no utiliza su historia para victimizarse. La usa para explicar por qué considera que la RCP no es solo una técnica, sino un acto social. “Uno dice: ‘esto no me va a pasar’. Pero no sabemos cuándo puede ser un familiar, un conocido o un desconocido. Todo puede cambiar en segundos”.
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“La capacitación es la única forma de atravesar el pánico. El miedo aparece cuando uno no sabe qué hacer”
Capacitar para prevenir
Durante 2025, varios episodios de muerte súbita registrados en la provincia generaron conmoción y un renovado interés en aprender RCP. Ariel lo notó inmediatamente en el número de inscriptos.
“Cuando golpea cerca, la gente toma conciencia. Recuerdo una capacitación posterior a una muerte súbita y asistieron casi 200 personas en una sola semana”, relata. Esa reacción, si bien positiva, también revela una falla cultural: se actúa después del impacto. “No deberíamos esperar a que algo pase. La idea es prevenir y promover. Por eso insistimos tanto en que las capacitaciones son públicas, gratuitas, abiertas. Cualquiera puede aprender”.
En San Francisco, las jornadas se realizaron durante los jueves en Tecnoteca y podrían continuar en 2026. Para Ariel, ese trabajo comunitario es el verdadero camino hacia una ciudad cardioprotegida.
El DEA como aliado clave
El uso del DEA es otro punto esencial de sus capacitaciones. “Es automático. El aparato va a decir si la descarga corresponde o no, depende del ritmo cardíaco que detecta. Nadie tiene que interpretar nada”, explica.
San Francisco cuenta con una importante distribución de estos dispositivos en zonas estratégicas: espacios deportivos, bancos, empresas y dependencias públicas. “La ciudad está casi cardioprotegida. Pero el DEA solo no alcanza si no sabemos hacer RCP. Son complementos”, remarca.
Cambiar la cultura del “no me involucro”
Para Ariel, el problema no es la falta de acceso a capacitaciones, sino la falta de involucramiento. “Pasa por la empatía y el compromiso. Por decidir ayudar. La capacitación es gratuita, está al alcance, pero hay que dar el paso. Tenemos que romper ese miedo a actuar”.
A nivel técnico, recomienda actualizar conocimientos cada dos años. “Siempre hay cambios, maniobras nuevas, correcciones. El entrenamiento constante hace la diferencia”.
Las historias que encuentra en el camino lo siguen sorprendiendo. “La gente mayor te cuenta experiencias de hace décadas, capacitaciones de la Cruz Roja, situaciones que vivieron. Algunos tuvieron suerte, otros no. Pero todos coinciden en que no quieren pasar otra situación sin saber cómo actuar”.
Ariel resume su identidad profesional en pocas palabras: “Estoy orgulloso de ser enfermero. Es una profesión luchada, empática, siempre al pie del cañón y en contacto con la gente”. Y asegura que cada año se especializa más en RCP porque considera que ese es su aporte a la comunidad.
Su mensaje final es un llamado a la acción, pero también a la sensibilidad: “Involucrarse es pensar que podemos darle una oportunidad a alguien de seguir viviendo. Esto lo puede hacer un niño, un adulto mayor, cualquier persona. No hace falta ser médico ni tener conocimientos previos. Sólo hace falta querer ayudar”.
