Entrevista
Osvaldo Aguirre, una vida de metalúrgico: “Sentís que contribuís a algo más grande”
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En la previa del Día del Trabajador Metalúrgico, una historia cercana que emociona y enseña. Con 66 años y 50 años de trayectoria en la industria, este sanfrancisqueño refleja en cada palabra la importancia de amar lo que se hace, trabajar con responsabilidad y enfrentar los desafíos de una actividad que sigue siendo clave para el desarrollo de la ciudad y la región.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
En la antesala del Día del Trabajador Metalúrgico, que se celebra cada 7 de septiembre, la historia de Osvaldo César Aguirre se vuelve un retrato vivo de la pasión por el oficio. A sus 66 años, con cincuenta dedicados a la actividad y toda una vida ligada a la firma Nelso Ferreyra SRL, empresa tradicional del Parque Industrial de San Francisco, su testimonio es un canto al trabajo bien hecho y al sentido de pertenencia. “El trabajo metalúrgico es hacer una pieza que tiene que salir bien porque le va a dar funcionamiento a un conjunto mayor. La metalurgia es un eslabón fundamental en toda la cadena productiva”, resume con orgullo.
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Nacido en el seno de una familia rural, no estaba destinado desde niño a “traficar con metales”, como dice entre risas. “Mi padre era tambero. Tuvo un accidente y tuve que dejar la escuela en tercer año para ayudarlo junto a mi madre. Soy hijo único, así que me tocó asumir responsabilidades muy temprano”, recuerda en entrevista con Posta / LA VOZ DE SAN JUSTO. El destino quiso que un vecino lo acercara a la empresa que lo cobijaría durante toda su vida laboral. Allí, entre máquinas de control numérico, aprendió el oficio que marcaría su existencia.
La satisfacción de un trabajo bien hecho es lo que más lo moviliza. “Cuando hacés una pieza pesada, de 250 kilos, que vale mucho dinero, y el cliente la prueba y funciona, eso es muy gratificante. Sentís que servís para contribuir a algo más grande, que es la industria en general”, explica. Ese orgullo es lo que lo sostiene aún hoy, a pesar de estar jubilado. “Puedo seguir trabajando porque me gusta y me mantiene activo. Además, tengo la dicha de compartir la empresa con mis dos hijos, de 44 y 40 años. Es un legado que me emociona”, confiesa.
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El paso del tiempo le permitió ver cómo la industria fue cambiando. “La entrada de mercadería de afuera adelantó muchísimo lo que es mecanizado. Las herramientas, los insertos, mechas y fresas hoy permiten producir más y mejor. Pero eso también exige capacitación constante”, advierte. Con medio siglo de experiencia, se ha transformado en maestro para los más jóvenes: “La metalúrgica demanda capacitación permanente, enseñar y aprender todos los días. El aprendizaje nunca se agota”.
Su mirada sobre la educación técnica es clara: “Creo que la escuela de oficios es muy valiosa. La última vez que pasé por la EFO (Ipet 50 ‘Emilio F. Olmos’ me hizo acordar a lo que hacíamos nosotros: con apenas una lima, una perforadora, lo básico... Es importante que los jóvenes tengan entusiasmo y una especialidad”. También valora el aporte de la Facultad Regional San Francisco de la UTN, que nutre de profesionales a la industria local.
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Los recuerdos lo transportan a sus primeros desafíos. “Empecé con un tornito chiquito. Después me dijeron: ‘¿Te animás a hacer esto?’. Era un torno copiador. Luego pasé a otras funciones hasta que llegó el primer CNC a la fábrica. También me animé. La tecnología avanza y hay que estar dispuesto a aprender siempre”, señala.
La pandemia de Covid-19 fue un golpe para un hombre activo como él. Debió quedarse en su casa por cuestiones de salud. “Cuando volví a la planta, me asignaron un proceso que nunca había hecho. Mi jefe me dijo: ‘No tengas miedo, vos sabés un montón y te vas a adaptar’. Y así fue. Aprender algo distinto me motivó mucho”, cuenta.
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Osvaldo también valora los vínculos que el trabajo le regaló. “Además del conocimiento, me dio amigos y compañeros. Siempre hablando se entienden las cosas. Los chicos entienden cuando uno les dice las cosas en serio. En la fábrica paso más horas que en mi casa, así que se convierte en una segunda familia. Ahí el respeto y el trato cordial no pueden faltar”, reflexiona.
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Su mensaje a los jóvenes y colegas metalúrgicos es de entusiasmo y compromiso. “Que disfruten de tener un trabajo como este, que traten de aprender un poco más cada día y hacer las cosas bien. Más allá de si el salario es alto o bajo, lo importante es la buena relación con la patronal y la satisfacción personal de aportar algo útil”, afirma.
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Finalmente, envía una reflexión a la sociedad: “Hay que valorar a la industria metalúrgica porque es la base de todas las industrias. Sin ella, no hay desarrollo posible. San Francisco creció mucho gracias a sus fábricas, que generan empleo y sostienen a miles de familias. Yo soy parte de esa historia y me siento orgulloso”.
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Con emoción en la voz, Osvaldo reconoce que su vida ha sido el trabajo. Entre fierros, máquinas y desafíos, pero también entre afectos y aprendizajes. “Me jubilé, pero sigo. Mientras pueda, quiero estar. Porque me gusta, porque me hace sentir útil, porque la metalurgia fue y es mi vida”, concluye.
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