Entrevista
Zovatto: “No es una época de cambio, es un cambio de época”
Un lúcido análisis de la realidad mundial, regional y nacional hizo el politólogo Daniel Zovatto en diálogo con este diario. Resaltó las amenazas que se ciernen sobre los sistemas democráticos en un tiempo signado por dos mega tendencias: el cambio climático y la disrupción tecnológica.
El reconocido politólogo oriundo de Santa Clara de Saguier y ex vecino de nuestra ciudad, Daniel Zovatto, brindó una impecable exposición en la Tecnoteca sobre la realidad mundial actual y la inserción de la Argentina en ese contexto complejo caracterizado, según él mismo definió como “un punto de inflexión, un cambio de época”, signado por dos mega tendencias: “el cambio climático y la brutal disrupción tecnológica”.
Momentos antes de su disertación, en una entrevista exclusiva con este diario afirmó que esta realidad plantea un desafío a las democracias, afectadas por el síndrome que llamó “eficracia” y los liderazgos “Papa”: personalistas, antisistema, populistas y autoritarios.
Dijo también que el problema de la Argentina es que seguimos discutiendo temas del siglo pasado cuando los problemas del siglo XXI ya se han hecho presentes. “Es el síndrome de Sísifo. O sea, empujamos la piedra, llevamos la piedra, llevamos la piedra, y cuando llega arriba, vuelve a caer”.
- En una entrevista publicada en LA VOZ DE SAN JUSTO en 2007, usted afirmaba que la Argentina había avanzado mucho en democracia, pero le faltaba consolidar la república. Parece que seguimos igual.
Seguimos dos o tres pasos atrás. Sí, claro. Nos está costando. Estamos en una etapa de una profundísima transformación. No es una época de cambio, es un verdadero cambio de época. Un verdadero punto de inflexión.
- ¿Cómo fundamenta este cambio de época?
Es una etapa de un cambio mucho más importante que lo que fue el cambio en el Renacimiento porque se han ido juntando dos mega tendencias muy importantes: el cambio climático y la brutal disrupción tecnológica, acelerada por el tema de la inteligencia artificial. Entonces, se está produciendo una profunda reconfiguración geopolítica y geoeconómica. Después de la Segunda Guerra Mundial se definió un nuevo orden internacional con una arquitectura: Naciones Unidas, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y unas determinadas reglas. Ese proceso pareció consolidarse y se aceleró con la caída del Muro de Berlín. Pero vinieron el ataque a las torres gemelas, la crisis financiera del año 2008-2009 y después la pandemia. Y esto ha traído una brutal reconfiguración.
“El problema de Argentina es el síndrome de Sísifo. O sea, empujamos la piedra, llevamos la piedra y cuando llega arriba, vuelve a caer. Eso genera frustración y nos está pasando una factura muy cara”.
- En este contexto, la política no parece adaptarse a la velocidad del cambio.
La democracia no alcanza a dar respuesta oportuna y eficaz a las demandas ciudadanas del siglo XXI, porque seguimos funcionando con instituciones diseñadas en el siglo XVIII, partidos políticos, parlamentos y paradigmas del siglo XX, para tratar de resolver problemas de sociedades complejísimas como son las del siglo XXI. Las demandas son más urgentes. Entonces, los sistemas políticos están teniendo muchos inconvenientes para dar respuesta. La democracia, de una manera u otra, termina sufriendo porque lo que la gente está pidiendo es “dame resultados”, aunque seas un poco desprolijo con la república. Es lo que yo he llamado la “bukelización” de la política.
- Resolver el problema, la demanda, es lo que importa.
El riesgo es que comiences a sacrificar institucionalidad. El desafío es cómo damos respuestas y soluciones democráticas para evitar que el malestar que actualmente está en la democracia se convierta en malestar con la democracia. Y lo que estamos viendo es que, como no podemos dar con cierta urgencia soluciones a los problemas de la democracia, comenzamos a buscar los shortcuts institucionales. Ahí surgen los liderazgos que llamo Papa: personalistas, anticasta o antisistema o antipolítica, populistas y autoritarios. No son los viejos autoritarismos ineptos como el venezolano, el nicaragüense o el cubano, sino que se caracterizan por lo que yo llamo la “eficracia”: la capacidad de un sistema político para dar resultados, para ser eficaz, pero es una eficacia autoritaria, no es una eficacia democrática. Además, en lo geopolítico, tenemos una reconfiguración absoluta. Han ido irrumpiendo otros actores. Hoy la gran disputa es entre Estados Unidos y China. Pero con decenas de conflictos abiertos. O sea, una geopolítica muy caliente, con un multilateralismo de capa caída. Y cuando las instituciones no reflejan el balance de poder, por lo general inventas otras o las desoís. Hoy nadie le pone atención al derecho internacional humanitario. Tampoco se respeta el principio de la integridad territorial. Así, la globalización se va fragmentando y se va regionalizando.
- ¿Y cómo nos ubicamos nosotros en ese mundo?
Hay que preguntarse cuál es la política del país y cuál la de una región como América Latina. Algunos apuestan por una autonomía que sea un no alineamiento activo y estratégico. Porque América Latina hoy tiene como gran socio comercial a China y por el otro lado también está Estados Unidos. La pugna entre estas dos potencias está llevando al mundo a optar. Y hay que evitar que se llegue a ese desacoplamiento. De momento, la posición mejor de América Latina sería unirse hacia adentro y poder articular una posición común que no esté ni supeditada a China, pero tampoco a Estados Unidos. En el caso de Argentina, Milei ya ha tomado una posición. Dijo: yo tengo dos aliados estratégicos, Estados Unidos e Israel. Pero casarte a priori y sin un buen esquema de negociación lleva a preguntarnos cómo se acomoda el país con China. En este punto, Milei ha ido pasando de la demagogia al pragmatismo. Primero dijo: yo con los comunistas no negocio. Y ahora cambió: los conocí, son unos tipos maravillosos, no te piden nada a cambio. En verdad, no hay ningún país que no te pida nada a cambio.
- La disrupción tecnológica y el avance de la inteligencia artificial ¿cómo impactan en los climas sociales y políticos?
Una de las amenazas mayores que está enfrentando la democracia actualmente, que tiene que ver precisamente con todo lo que es la desinformación, la contaminación informativa. Eso está generando situaciones de hiperpolarización tóxica al interior de las sociedades. El adversario se convierte en enemigo, el diálogo ya no existe, la verdad no existe. Hoy cada uno encuentra su verdad en su grupo, en su burbuja, en su cámara de eco. Vivimos en sociedades donde la percepción entre lo que es cierto y lo que no es cierto se ha erosionado. A eso debemos agregar que con la inteligencia artificial accedemos a simulación de voz y podemos crear “deepfakes” entre otras cosas. Todo esto genera una crisis mayúscula en nuestras sociedades. Y la democracia está pasando por un momento muy complejo. Estamos entrando en un mundo completamente nuevo, donde la Argentina claramente tiene que tomar nota de esto.
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- ¿Nos cuesta tomar nota de estos cambios tan profundos?
La Argentina está muy ombliguista, sigue muy discutiendo los mismos temas. Estamos en un país que le cuesta mucho resolver problemas y pasar a una nueva etapa. Se nos están acumulando los problemas que no hemos resuelto en el siglo XX y los nuevos temas ya llegaron. Hay que reconocerle a Milei que ha tenido un logro importante en materia económica. Contra todo pronóstico. Sin un partido político, sin experiencia, sin equipo. Con marchas y contramarchas, controló la inflación y alcanzó el superávit fiscal. Entrando en el segundo año eso debe ser sostenible. Hay que recuperar el crecimiento económico, generar empleo de calidad, la competitividad. Pero controlar la inflación no significa carta blanca para cargarte toda la institucionalidad.
- Retomando lo del comienzo, ¿seguimos como hace 17 años?
Hace 17 años, el desafío era cómo fortalecer nuestra democracia. De esa fecha a hoy, ha sufrido un deterioro muy importante sobre todo en materia de cultura política. Esto se refleja los más jóvenes quienes están de acuerdo en que le den resultados y, si se los dan, no están muy preocupados por las instituciones. Nos falta construir la república, la parte de una democracia que respeta la división de poderes, reconoce el papel importante que tienen el legislativo y la justicia, hace vigentes ciertos valores. El problema de Argentina es el síndrome de Sísifo. O sea, empujamos la piedra, llevamos la piedra y cuando llega arriba, vuelve a caer. Eso genera frustración y nos está pasando una factura muy cara.
“Los sistemas políticos están teniendo muchos inconvenientes para dar respuesta. Porque lo que la gente está pidiendo es “dame resultados”, aunque seas un poco desprolijo con la república. Es la “bukelización” de la política”.