Yo creo en esta bandera, en la que consiguió Tomás
Un joven que vive en la Residencia de Varones encontró en el PIT su espacio para terminar el colegio secundario. Una historia para destacar.
Por Manuel Ruiz
"Me llamo Tomás Valente. Tengo 16 años de edad. Soy de Arroyito y va hacer un año que estoy en la Resi".
La frase entrecomillada pertenece justamente a Tomás Valente. Como dice, tiene 16 años y desde hace un año es uno de los ocho chicos que viven en la Residencia Infanto Juvenil de varones de San Francisco. Junto a él viven sus dos hermanos más chicos y a metros, en la residencia destinada a mujeres, lo hacen su dos hermanas, también menores que él.
El pasado 20 de junio, en el acto típico del "Día de la Bandera" que se realizó en el Programa de Inclusión y Terminalidad (PIT), dependiente de la escuela "Pascual Bailón Sosa" pero que funciona en el edificio de la "Lucía Vaira de Aimetta" de barrio La Milka, a Tomás, el cuerpo docente de la institución lo premió designándolo segundo escolta de la bandera de Córdoba.
Ahí estaba el pibe de Arroyito con sus zapatillas, pantalón y buzo negro, detrás de la bandera provincial, quien más tarde le abrió las puertas de la "Resi" a LA VOZ DE SAN JUSTO, junto a Astrid Clausen, parte del equipo técnico y bastión de la institución que recibe a chicos cuyos derechos fueron vulnerados, por lo que debieron ser alejados de sus familias al vivir situaciones dolorosas y hasta inimaginables.
Al llegar lo encuentro haciendo la tarea de Ciencias Naturales, pero se toma un rato para contar. Habla sencillo, es sintético, se ríe y se apoya en Astrid.
"Empecé este año en la escuela, en marzo; estoy cursando primer año", empieza señalando. "Voy caminando con Rodri, un amigo de acá, y nos volvemos en remis. Hacía dos años que no estudiaba. Y de la Resi me mandan y la verdad no tengo una materia que me guste más que otra, me gustan todas", asegura Tomás.
Cuándo lo consulto por qué cree que salió elegido escolta, que le dieron ese título que enorgullece a cualquier padre en la faz de la tierra, Tomás cree que es por el comportamiento, además de las notas.
Natalia Monasterolo, psicopedagoga desde hace 4 años de la Residencia, explica que "Tomás definitivamente encontró en el PIT su espacio para terminar el colegio secundario. Se siente cómodo ahí. Es un chico que tiene ganas de progresar y aprender, y tiene además un proyecto a futuro. Está siempre bien presentado, es cuidadoso de todo lo que tiene, de sus útiles, de su carpeta. Es aplicado", lo define.
Quizás es cierto que sin el contexto familiar que lo puso en su actual espacio temporal, esto no sería noticia. Pero existe en la superación, en las ganas de hacer todo el tiempo, en aguantarse muchas cosas y en pensar "soy el ejemplo de mis hermanos más chicos", la justificación necesaria para entender por qué Tomás es ahora: el escolta, algo destacable.
"Nuestra función en la Resi, la mía en particular, es indagar, es preguntarles, es saber los intereses para tratar de que dejen atrás esa irrupción en su escolaridad y que puedan volver a estudiar", aclara Monasterolo.
La escuela, se sabe, no es un lugar que solo califica aprendizajes y otorga banderas, es también un espacio de sociabilidad y crecimiento por excelencia, por eso es necesaria de ser transcurrida.
"Es clave el diálogo con ellos, acompañarlos. Pero sabes qué: nosotros acá en la Resi tenemos buenas expectativas en ellos, esperamos eso. Creemos en ellos", remarca la entrevistada.
Responsabilidades
Tomás antes de llegar a la ciudad trabajó muchísimo tiempo realizando actividades rurales. Viene curtido de responsabilidades desde el campo.
Es jueves y todavía no entró un solo auto en el lavadero que atiende junto a los demás chicos de la Residencia y que se ubica en el patio de la institución. "Es por el frío que no entra nadie", dice, aunque las fichas las pone en el fin de semana: "Viernes, sábado y domingo son los días que más se trabaja", sostiene.
Ante la pregunta de si le gusta más la escuela o lavar autos, responde que no tiene elecciones: "Me gustan las dos cosas. Siempre me gustó hacer muchas cosas al mismo tiempo", cuenta.
De todas las banderas posibles que se celebran, enarbolan, izan, bajan y cuelgan, yo creo en la de Tomás: esa que dice que desde la inclusión, el compromiso, el respeto y la fe en las personas, cualquier infancia vulnerada se puede convertir en una realidad con derechos, en un futuro sin tanto barro.
Tomás es escolta de la bandera. Es espejo de sus hermanos. Es un pibe de 16 años, que aunque no me lo diga, cree en que es posible otra vida. Y por eso se esfuerza, para poder alcanzarla.