Ya no tiene patas cortas

La mentira se propaga con velocidad preocupante en un mundo que, pese a las restricciones sanitarias, tiene receptores de mensajes que no aparecen como reflexivos a la hora de analizar la veracidad o falsedad de los datos. Habrá que insistir, también en este tema, en la búsqueda de una vacuna efectiva.
En abril del año anterior, cuando la pandemia hacía sus primeros pasos y comenzaba a causar estragos, desde esta columna se advirtió sobre un fenómeno que iba en aumento a una velocidad vertiginosa. Los especialistas lo llamaron "infodemia". Esto es, la proliferación de mensajes a través de la comunicación masiva y también por imperio del efecto multiplicador de las redes sociales y portales de internet.
El resultado ha sido una saturación de información, en muchos casos absolutamente falsa, cuyos efectos están comenzando a observarse. Técnicamente se trata una epidemia de mala información, o bien errónea información que posibilita una epidemia vía datos falsos o maliciosos que se propagan por todos los canales de comunicación hoy utilizados.
Así, la mentira se propaga con velocidad preocupante en un mundo que, pese a las restricciones sanitarias, tiene receptores de mensajes que no aparecen como reflexivos a la hora de analizar la veracidad o falsedad de los datos que se esparcen por todos los modernos instrumentos tecnológicos que permiten la comunicación en este tiempo. La mentira gana, de este modo, un espacio muy considerable que lleva a ponderaciones y advertencias acerca de las derivaciones que este fenómeno puede acarrear.
En Estados Unidos se está analizando con detenimiento el impacto de las noticias y opiniones falsas que terminaron en el intento de toma del Congreso en Washington. Ese hecho se esgrime como una de las advertencias más sonadas sobre las consecuencias que tiene la difusión sistemática de información falsa sobre ciertos sectores de la población. Entonces, se abren abanicos de alerta sobre la permeabilidad que determinados grupos tienen a creerse mentiras, incluso las más burdas pero que coinciden con su modo de ver la realidad.
The New York Times afirma que "en tiempos de pandemia, la desinformación no solo es un arma política, también puede ser cuestión de vida o muerte. Y es que las mismas herramientas tecnológicas que nos mantienen comunicados todo el tiempo -como WhatsApp, Telegram y Signal- también sirven para propagar teorías conspirativas". La guerra de las vacunas puede insertarse en esta línea de pensamiento. Basta repasar no solo las publicaciones en redes sociales de algunos dirigentes políticos, sino también la catarata de mensajes contradictorios sobre una misma vacuna para tomar nota de un fenómeno que sigue extendiéndose.
El periodista Jorge Carrión, en una nota publicada en la versión en español del diario neoyorquino, manifestó que "distinguir la realidad de la ficción, las noticias de la propaganda, los datos de la desinformación es cada vez más difícil". Esto es, en los buscadores o las redes, el éxito o fracaso de la difusión de una información no dependen de su calidad sino de su capacidad de viralización.
En definitiva, la mala noticia es que las noticias falsas o engañosas se han instalado. La "infodemia" está plagada de mentiras perjudiciales que provocan desasosiego y llegan hasta generar episodios violentos en algunas sociedades. La mentira, en este tiempo, no tiene patas cortas. Habrá que insistir, también en este tema, en la búsqueda de una vacuna efectiva.