Vinieron a despertarlo del sueño
Los años en el periodismo van dejando anécdotas y recuerdos que siempre salen en cada conversación de esas nostálgicas, que son puntuales y sirven para sacar una sonrisa por lo que significó en ese momento. Rumores, viajes, discusiones, errores y otros tantos detalles que se viven en carne propia y que es lindo rememorar en tiempos de cuarentena, para compartir algo de lo vivido. Esta vez, el día que La Hidráulica anhelaba ser campeón, pero le marcaron territorio.
Una
tarde soleada, de fiesta en Frontera. Todo estaba armado para que así sea. La
entidad "rojinegra" vivía tiempos frenéticos, no solo en deportivo sino en lo
institucional. Cada fin de semana las obras se multiplicaban y había algo nuevo
que mostrar.
Ese día, con la visita del más grande de la Liga Rafaelina, no se podía dejar pasar la oportunidad. Un desfile de autoridades municipales y de otras índoles presentes para inaugurar las cabinas y otras flamantes instalaciones.
Todo estaba dado para festejar. Es que además, el equipo, ese lleno de pibes que jugaban por la camiseta, venía dando buenas señales. Después de un 2008 inolvidable, con la nueva incursión en la liga y el ascenso, les llegó el tiempo de codearse con los mejores en 2009.
Después de un primer semestre bueno, de adaptación, vino el Clausura. Una seguidilla de triunfos importantes lo dejaron, a falta de pocas fechas para terminar, con la chance intacta de ser campeón. Algo que hasta incluso me animé a pensar, no sé si de manera objetiva o más por esas ganas que te va generando el periodismo cuando uno va tomando afinidad con alguien. Pero claro, un título hubiese sido coronar algo muy grande para un club con historia, pero que estaba dando sus primeros pasos en este certamen.
Pero parece que cuando un "chico" se anima a soñar, siempre llega alguien que no lo quiere dejar. La Hidráulica no podía en el primer año quedarse con un título en la Primera A. El mensaje fue más que claro. Como iba alguien llegado desde "afuera", quedarse con algo que le correspondía solo a ellos, a los gigantes de Rafaela o Sunchales. Esos que habitualmente dominan. Y así fue. No lo dejaron. Pero no fue casualidad, había intención de no hacerlo.
En la cabina, inaugurada esa tarde, pero que en realidad ya se usaba hacía unos partidos, había caras desconocidas. Claro, con tantas autoridades, era más que lógico, por eso al principio no me llamó demasiado la atención.
Empezó el juego y no hubo equivalencias. Desde lo físico y lo futbolístico el partido, en realidad no era partido. "Muchos de estos chicos ya jugaron en la primera", dijo un señor desconocido.
Eso llamó la atención de los que estábamos cerca. "Vinieron con todo, no pueden perder", "es difícil que un equipo nuevo pueda ser campeón". Una tras otras las frases llegaban.
No hubo más opción que entablar un dialogo. Ese que no hizo otra cosa que dejar en claro que el "rojinegro" tenía que pasar por muchas experiencias para algún día poder llegar a codearse con "ellos". Desde ya, nada fuera de reglamento ni deshonesto, solo una cuestión de marcar territorio.
Ese plantel de Atlético tenía nombres importantes, muchos estuvieron en Frontera esa tarde. Incluso con algunos que vivieron la histórica promoción con Gimnasia de la Plata, esa que estaba 0-3 y que el "lobo" dio vuelta, la cual se había jugado pocos meses antes.
Joel Sacks, Diego Fraire, Luis Lagrutta, Rodrigo Depetris, Lucas Albertengo y Pablo Pavetti jugaron ante La Hidráulica, pero en el plantel había otros nombres pesados como Fernando Zampedri y Nicolás Capellino.
El resultado final, un lapidario 8-1, que no dejó mucho para el análisis. La obra estaba concretada. Ese gran sueño no solo se esfumó, sino que al despertar pasó a ser pesadilla. Esa chance de ser campeón quedó sepultada. Terminó el torneo, La Hidráulica casi no se pudo levantar de ese golpe, pero al menos en esa temporada cumplió con el objetivo de salvarse.
Bajando las escaleras de la cabina, sin intención alguna de acercarme a un vestuario que debía estar devastado, solo me quedó tiempo para preguntar quien era ese señor que tanto sabía. "Un dirigente de la liga", me respondieron. Ahí entendí todo, lo miré de lejos y me fui de la cancha, no había más nada por hacer.