Historias
Victoriano Encarnación Bazán, hombre con ejemplar poder de superación

Fundador del kiosco “Los Porteñitos”, antes de eso fue destacado atacante de Tiro y Gimnasia y de otros clubes, eficiente empleado del Correo como cartero y telegrafista, además de vecino servicial.
Por Arturo Bienedell | LVSJ
La nota de hoy no tiene como objetivo resaltar en una biografía la vida de Victoriano Encarnación Bazán que nació en San Francisco el 25 de marzo de 1911 y falleció en febrero de 1997, sino recordar una movida solidaria que motivó su recuperación por una fractura que sufrió en un partido de fútbol y que unió a muchos jugadores, dirigentes y aficionados para ayudarlo.
Una información del diario local “La Nota” del 8 de enero de 1933, que se conserva en el Archivo y Museo, dio cuenta que habría a beneficio de Bazán un partido entre Tiro y Gimnasia, su club que entonces estaba en la fracción Este de la actual plaza Vélez Sarsfield, y un combinado de otras entidades.
Anunciaba la noticia: “Como se recordará, el insider blanquinegro fue lesionado en el partido contra Atlético Rafaela y, para practicar la operación que el caso requiere, se ha hecho necesario que el mismo se traslade a Buenos Aires. Y con el objeto de solventar estas situaciones, ayudando al amigo y compañero, todos los jugadores locales se han dispuesto a ofrecernos un hermoso partido a fin de que el público también coopere, no mostrándose indiferentes en la circunstancia”.
Pero no solo la faz deportiva estuvo presente. Se sumaron Víctor Figueroa e Isaac García que donaron la pelota del partido; la firma Santiago Giacosa envió dos cajones de bebidas sin alcohol para los muchachos que jugaron y la Casa Mariani (almacén de ramos generales) antecesora de Casa Boero y Romero, Busso y Cía., obsequió a cada jugador con tres números de una rifa que realizó y se sorteó por Lotería Nacional.
Los cuadros formaron así: Tiro y Gimnasia con Amalvy, Casimiro Rodríguez (capitán) y Berón; Zaroud, la “Gringa” Bailetti y “Tatita” Ulla; Aristegui, Amado Bazán (hermano de Victorino y apodado “Pataseca”), Carmellini, “Checha” Rodríguez y Abraham Solano. El combinado puso en la cancha a Francisco Crabbé; Córdoba y Bertolli; Bevacqua, Gullino y Nervi; “Tolo”Aimaretti, Cagnotti, Octavio Biancotti, Pécile y Carlos Koroch.
Como resultado de la operación Bazán se recuperó, pero quedó una secuela que era una ligera dificultad para andar: una renguera que disimuló muy bien por no ser pronunciada y no fue obstáculo para que vuelva a mostrar sus habilidades.
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Cuando falleció en febrero de 1997, Juan Carlos Brook, periodista de LA VOZ DE SAN JUSTO y contemporáneo de Bazán escribió precisamente sobre esto: “Volvió con un nivel de eficacia doblemente meritorio porque debió sobreponerse de una importante lesión en una rodilla. Esto fue lo que le dejó en el caminar una “aflojada” leve, casi imperceptible, que disimulaba muy bien y que, en el fragor de cada encuentro, explotaba inteligentemente a la manera de un amague ondulante dentro de la carrera “dribleadora”. Pocos como él, capaces de avanzar veloz sobre la punta derecha del ataque, llevando sin embargo el balón en la pierna izquierda, en leves toques con la parte exterior del botín de manera tal que defendía su posesión y ganaba terreno decisivo en la ‘agresión’ sobre la meta rival”.
En síntesis: al mal momento de la fractura, sobrevino la solidaridad que le facilitó la necesaria intervención quirúrgica y, como el resultado no pudo ser cien por ciento eficiente, esa secuela sirvió para que evidencie su capacidad de resiliencia y vuelva, mejor, a ser el goleador que la tribuna aplaudía. Como dice el dicho popular: “No hay mal que por bien no venga”.