Sociedad
Vecinos de Colonias Unidas recuperaron su histórica pista de baile
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Después de haber restaurado la capilla en 2019, los vecinos de Colonias Unidas emprendieron un nuevo sueño colectivo: devolverle la vida a la vieja pista de baile, testigo de las fiestas patronales y los encuentros que marcaron a generaciones.
Por María Laura Ferrero | LVSJ
El eco de los pasos, la risa de los bailes y el murmullo de los saludos volvieron a escucharse en la pista de Colonias Unidas. Allí donde antes se juntaban familias, jóvenes y vecinos del campo para celebrar cada 12 de octubre, la comunidad volvió a reunirse, esta vez con un propósito doble: celebrar el reencuentro y el valor de mantener viva la memoria colectiva.
“Fue muy emocionante ver otra vez la pista llena de gente. Muchos no nos veíamos desde hacía años”, contó Darío Moine, propietario del terreno donde se encuentran la capilla, la escuela y la pista. “Lo primero que hicimos fue arreglar los baños, y después todo fue tomando forma gracias a la ayuda de todos”, agregó con orgullo.
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Un rescate que empezó con la fe
La historia reciente de esta recuperación comenzó en 2019, cuando un grupo de ex vecinos liderado por María Ester Cerminatto de Brusa, José “Pepe” Gómez y Héctor Ferrero decidió restaurar la capilla “Virgen del Rosario de Pompeya”. Aquella iniciativa, que unió a generaciones y familias de la colonia, fue el punto de partida para rescatar también la vieja pista, levantada entre 1962 y 1965, a pocos metros del templo y de la escuela rural Constancio C. Vigil.
“Después de recuperar la capilla, sentimos que había que seguir. La pista era parte de todo esto, de la historia de las fiestas patronales, de los bailes, de los encuentros que marcaron a tantas personas”, contó María Ester, quien fue alumna y luego maestra en la escuela rural Constancio C. Vigíl.
En esa pista, la escuela rural organizaba diferentes eventos a través de la Asociación Cooperadora como té con tortas para el día de la madre, campeonatos de trucos, bailes y la tradicional fiesta de fin de año con picnic a la canasta para culminar el ciclo lectivo.
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Los vecinos indicaron que estas instalaciones fueron recientemente reacondicionada con especial esfuerzo de la Agrupación Gaucha General Lavalle de Quebracho Herrado, que se encargó de la mayoría de los trabajos que se realizaron para dejarla en condiciones. También, se contó con los aportes de los municipios de Quebracho Herrado y Devoto, que permitieron la finalización de la obra.
Entre los vecinos, los organizadores destacaron la colaboración de Daniel Cerino, que se encargó de realizar una revista con información relevante de la historia de la colonia y encaró la construcción del monolito del fundador. “Es imposible nombrar a todos los que colaboraron, pero con las obras que se llevaron a cabo se puede comprobar a simple vista el amor y sentimiento que estas tierras”, sostuvo Cerminatto.
El lugar no solo tiene valor arquitectónico o histórico, sino también simbólico. En esta pista, muchas parejas se conocieron, muchos niños vieron por primera vez una orquesta y muchos adultos encontraron un motivo para volver a reunirse.
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Del silencio al reencuentro
Durante décadas, la pista fue centro de las celebraciones del 12 de octubre, día de la patronal y del club que llevaba el mismo nombre. “Yo recuerdo que en los años 80 y 90 se hacían veladas, campeonatos de truco y bailes que convocaban a cientos de personas. En el 2000 fue la última gran fiesta para la celebración de los 40 años de la escuelita”, recordó Rubén Moine, exalumno de la escuela rural.
El pasado 12 de octubre, la historia volvió a repetirse: se celebró la misa y la procesión con la Virgen de Pompeya, y luego el almuerzo popular terminó, como antes, con baile y música en vivo. “Tocó la Orquesta Arias, como en los viejos tiempos. Vinieron más de 280 personas, fue una fiesta muy emotiva”, agregó Darío.
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A diferencia de otras colonias del departamento San Justo, donde las viejas pistas quedaron en ruinas o son casi irrecuperables, en Colonias Unidas lograron devolverle la vida a este espacio. “Nos juntamos al menos una vez por mes —cuenta Cerminatto—. Rezamos el rosario en la capilla y después compartimos un mate cocido con tortas en el salón. Cada uno lleva algo, y siempre hay tiempo para recordar y reírse.”
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Raíces que perduran
Colonias Unidas forma parte de la Colonia Luis A. Sauce, considerada la más grande del departamento San Justo, con 29.000 hectáreas que abarcan las jurisdicciones de Devoto y Quebracho Herrado. Fundada a fines del siglo XIX por inmigrantes italianos, fue cuna de historias de trabajo, fe y comunidad.
“Antes, en cada cuadrado del campo vivía una familia”, recordó Moine. “Venían en sulky o en bicicleta a la escuela, y cada encuentro en la capilla o en la pista era una fiesta.”
Hoy, aunque la escuela rural Constancio C. Vigil cuenta con menos alumnos que en la época donde el trabajo rural y los tambos necesitaban de familias numerosas para cumplir con todas las tareas, el espíritu comunitario sigue intacto. La capilla, la pista y el viejo salón se transformaron en un símbolo de resistencia cultural. “Es volver a creer en el valor de juntarse, de mantener viva la historia”, resumió María Ester con emoción.
Como en los viejos tiempos
La pista, que alguna vez tuvo techo de lona y piso de cemento, fue en los años 60 el orgullo de la colonia. Construida con el aporte de los vecinos, se convirtió en el corazón de las celebraciones rurales. “Cuando llovía o hacía frío, igual se hacía la fiesta. Mi mamá nos abrigaba con lo que podía, pero nadie se perdía el baile”, recordó entre risas Alicia Borgogno, otra vecina del lugar.
Hoy, ese mismo espacio volvió a reunir a hijos, nietos y bisnietos de aquellos fundadores. “Todos los últimos jueves del mes, Susana Bailo de Bossi, se encarga de rezar el rosario para todos los fieles que se acercan a la capilla”, contó María Ester. Y agregó: “El pasado jueves, nos visitó mi tía Delva Ghione de Martini, que el próximo 30 de noviembre cumple 90 años, ella era esposa de Roberto Martini que junto a Juan Bailo –papá de Susana-, trabajaron muchísimo para la construcción de la pista”.
Allí donde el tiempo parecía haberse detenido, un rezo y el sonido de un acordeón volvió a cruzar los campos. Porque en Colonias Unidas —como en tantas colonias del interior— cada ladrillo recuperado es una manera de honrar la memoria y reafirmar la identidad.
Una señal del cielo
Todo comenzó casi por casualidad, o tal vez por algo más. “Fue en 2018 —recordó María Ester Cerminatto de Brusa—. Iba con mi nieto en el auto, pasamos frente a la capilla y él me dijo: ‘Abuela, ¿cómo podés permitir que esto esté abandonado así?’”. Aquella pregunta, tan simple como profunda, encendió la chispa que daría inicio a una verdadera cruzada comunitaria.
Conmovida por la inquietud del nieto, María Ester decidió pedir ayuda. “Les pedí a Héctor Ferrero y José ‘Pepe’ Gómez que me acompañaran para averiguar cómo podíamos empezar. Entre los tres fuimos viendo lo que hacía falta, y así, de a poco, lo fuimos logrando”, relató.
El grupo se organizó, buscó apoyos y, paso a paso, la capilla “Virgen del Rosario de Pompeya” fue recobrando su esplendor: bancos nuevos, paredes reparadas, pintura fresca y una comunidad otra vez reunida.
Para María Ester, todo tuvo también un sentido espiritual. “Yo creo que fue una señal del cielo. Con el paso de los años, la capilla se había deteriorado mucho, pero el cuadro con la imagen de la Virgen traída de Italia seguía intacto. Ni el tiempo ni la humedad lo habían tocado. Eso fue lo que más me conmovió y me dio fuerzas para seguir”, confesó.
Luego vino lo demás: el grupo que al principio se reunía a rezar el rosario empezó a quedarse un rato más, a compartir un té o un mate cocido frente al templo. De esas meriendas surgió la idea de recuperar también la pista, que había sido centro de las veladas y bailes de la colonia. “El salón estaba muy venido abajo, pero tenía un techo fuerte, cóncavo, de esos que duran años. Lo limpiamos, arreglamos los vidrios, mejoramos los baños y quedó hermoso. Hasta bailamos un poco, entre nosotros, para estrenar el lugar”, contó entre risas.
Aquel gesto de amor y pertenencia fue creciendo con cada encuentro. Hoy, el lugar que alguna vez parecía perdido se ha convertido nuevamente en el corazón de Colonias Unidas: un espacio donde la fe, la memoria y la amistad siguen bailando juntas, como antes.
