Vandalismo que alienta la desesperanza
Si la Heladera Social no se convirtió en un elemento central a la hora de brindar ayuda a familias y personas en situación de vulnerabilidad, al menos fue un intento válido que enseñaba un camino solidario y virtuoso. Una senda que los vándalos se encargaron de bloquear, colocando un mojón más en la ruta de la desesperanza.
Un proyecto solidario original sucumbió quizás definitivamente por imperio del vandalismo y la delincuencia que se arraiga cada vez con más fuerza en nuestra comunidad. La llamada heladera social dejó de funcionar en la segunda cuadra de calle Alberdi ante la sucesión de episodios negativos en los que autores ignorados la rompieron varias veces, destrozaron su conexión eléctrica y, en el último caso, aprovecharon su ubicación para cometer un robo en el bar cuyo dueño la había albergado.
En efecto, "la gota que rebalsó el vaso", como el mismo propietario del local calificó, ocurrió cuando hace algunos días sufrió un asalto cometido a partir de la rotura de una ventana ubicada encima del lugar donde estaba la heladera desde la cual se ingresa a un depósito. "Rompieron el vidrio, entraron al depósito y me robaron algunas pertenencias. Entonces, decidimos que la heladera ya que no podía seguir estando aquí".
De este triste modo, una iniciativa solidaria que contaba con muchos aportantes volvió a quedar en la nada. Así se fue la última heladera social que funcionaba en el país. En poco más de 5 años, debió abandonarse una idea original para ayudar a la gente que sufre necesidades y que es de mucha utilidad especialmente en este tiempo tan difícil, dominado por la debacle socioeconómica de un país que sumó la pandemia a todos sus males irresueltos desde hace décadas.
Desde abrir de 2017, la heladera social sanfrancisqueña se ubicó al lado de "El Chiquito Bar", en Alberdi 115, casi esquina Iturraspe. Allí permaneció hasta hace algunos días, cuando cansado de los repetidos episodios de vandalismo, el propietario del local gastronómico decidió retirarla de funcionamiento. Es verdad, quien mostró espíritu solidario y ganas de ayudar a los más necesitados, se cansó de sufrir ataques vandálicos y robos.
Al respecto, vale recordar que, en esta columna, en noviembre de 2017, se advirtió por primera vez sobre estos ataques. Se señaló en aquella ocasión que "si bien el vandalismo es repudiable en todas sus formas, en este caso lo es más. Porque se atentó contra un instrumento que permite potencialmente aliviar la situación de personas que viven momentos difíciles y de familias que procuran salir adelante pero que, en el mientras tanto, necesitan de la ayuda de los demás. Se trata de un atentado contra principios de convivencia que debieran estar arraigados en todos. Porque el atender las demandas de los más necesitados implica agotar los esfuerzos para hacerlo. Y la heladera social se ha convertido en un instrumento importante en esta materia".
Si no se convirtió en un elemento central a la hora de brindar ayuda a familias y personas en situación de vulnerabilidad, al menos fue un intento válido que enseñaba un camino solidario y virtuoso. Una senda que los vándalos se encargaron de bloquear, colocando un mojón más en la ruta de la desesperanza.