Análisis
Vacunación: grave retroceso
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El grave retroceso de la vacunación obligatoria ya es una amenaza para al menos dos generaciones de argentinos. Las familias deben asumir su rol central. Deben comprender que la vacunación no es una opción, sino una obligación social.
Una nota reciente publicada en el diario La Nación y firmada por el periodista Daniel Santa Cruz retoma un asunto que provoca honda preocupación en la comunidad médica y científica. Afirma que lo que era una polémica ya dejó de serlo para transformarse en un problema: “Un sector de la población está dejando de vacunarse. Lo hace simplemente porque ya no cree en la importancia de las vacunas, en el mejor de los casos, o porque cree que éstas son nocivas, y basan esta última postura en mentiras o en casos aislados que tuvieron demasiada repercusión o bien fueron utilizados para fundamentar las falsedades mencionadas”.
Los datos de la Sociedad Argentina de Pediatría, así lo confirman. El año pasado, ninguna de las vacunas obligatorias alcanzó el objetivo del 95% de inoculación necesario para asegurar que una enfermedad no se haga presente. Más grave todavía, muchas de las vacunas ni siquiera superaron el 50%. Así, el país que supo organizar uno de los esquemas de vacunación masiva y accesible más importantes de planeta, está exhibiendo un grave deterioro sanitario que determina la irrupción de patologías que estaban, si no erradicadas, muy limitadas: sarampión, rubéola, poliomielitis y, en los últimos meses, tos convulsa, por citar algunas.
Comprender el origen de este fenómeno es imprescindible para dimensionar su magnitud. La pandemia de Covid-19 dejó secuelas profundas en la confianza social hacia las vacunas. La velocidad con que se desarrollaron los inmunizantes contra el coronavirus, sumada a la circulación masiva de información falsa, consolidó un clima de sospecha que permeó a sectores amplios de la población. Ese terreno fértil fue aprovechado por los movimientos antivacunas, que encontraron en las redes sociales un megáfono ideal para difundir teorías conspirativas sin sustento científico.
Además, la pobreza estructural, que afecta especialmente a la población infantil, complica el acceso regular al sistema sanitario y a los controles preventivos. A ello se suma la ausencia de campañas sostenidas, la debilidad de los mecanismos estatales de seguimiento territorial y la falta de políticas activas para recomponer la confianza social en la vacunación. El resultado se refleja en el bajo umbral de vacunación que difundió la Sociedad Argentina de Pediatría y expone al país al riesgo real de reaparición de aquellas enfermedades que se creían superadas.
Se torna imperioso, entonces, una campaña nacional sostenida, científica y masiva para recuperar la cobertura, mediante estrategias de vacunación en escuelas, centros de salud y otras dependencias. Asimismo, las familias deben asumir su rol central. Deben comprender que la vacunación no es una opción, sino una obligación social.
Contrarrestar el discurso antivacunas también es esencial. Existen probados argumentos científicos para hacerlo. Recuperar la confianza en la ciencia debe ser la premisa. El grave retroceso de la vacunación obligatoria ya es una amenaza para al menos dos generaciones de argentinos.
