Una vieja manía de la política

En la discusión por la realización este año de las Paso, sin ruborizarse, la dirigencia admite que la discusión está basada en cuestiones puramente de interés personal o sectorial. Dar paso a instancias superadoras en materia de legislación electoral no existe en la mente de quienes siguen esgrimiendo los mismos vicios de siempre y nunca se han planteado pedir perdón.
El retroceso de la Argentina en muchos órdenes es una realidad incontrastable. Basta comparar indicadores económicos, sociales o culturales para tomar nota de que en prácticamente todos los ámbitos se han producido cambios negativos, producto de las innumerables crisis que el país ha debido afrontar.
Mientras tanto, la política parece ignorar que el reclamo social es que, por lo menos, tome nota de semejante deterioro. Salvo alguna voz que en un discurso en el Parlamento dijo que la dirigencia debería pedir perdón a la sociedad por los fracasos de las experiencias gubernamentales de todos los signos políticos e ideologías, la dirigencia insiste en prácticas vinculadas más a los intereses momentáneos y circunstanciales que a una visión holística que permita atisbar el rumbo al que pretenden llevar al país.
Considerar a la Argentina como un todo está lejos de ser el ideal de quienes tienen responsabilidades de gestión o que procuran obtenerlas. No existe esa visión de estadista que diseña estrategias para el mediano y largo plazo y las presenta a la sociedad con herramientas persuasivas para que sean analizadas con la intención de que finalmente sean apoyadas por la mayoría. Ejemplos sobran para comprobar esta afirmación. Un caso reciente es la discusión por la realización este año de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso).
La legislación electoral ha sido modificada en reiteradas oportunidades. Los cambios se debieron, casi siempre, a los intereses sectoriales e incluso hasta personales de quienes ejercen el poder. El reclamo de algunos gobernadores para suspender las Paso se inscribe en esta misma tendencia. Así también, discurre por el mismo sendero la oposición de determinados grupos del oficialismo. No se discuten cuestiones centrales acerca de si este procedimiento electoral que estableció primarias generales para elegir los candidatos fracasó o no. Evidentemente no ha cumplido con la función que debía cumplir. Quizás porque su génesis también estuvo marcada por la satisfacción de intereses de una facción y no del conjunto social.
Entonces, mientras algunos gobernadores han tomado el reclamo de suspensión como una cruzada. Lo mismo han hecho quienes se oponen. Una encendida rosca política envuelve a esta cuestión, dominada tan solo por la necesidad de llegar a las elecciones de medio término en condiciones de tener resultados satisfactorios. Ningún intento de analizar si el instrumento ha sido el correcto, si sirvió para esclarecer las propuestas de los candidatos a los ciudadanos o si tan solo se trató de una encuesta generalizada cuya sola función fue la de "acomodar los tantos" antes de la elección general.
Las viejas manías de la política argentina están de nuevo presentes en un debate en el que, al menos, se pretendería algo más de reflexión y argumentación. Sin ruborizarse, la dirigencia admite que la discusión está basada en cuestiones puramente de interés personal o sectorial. Dar paso a instancias superadoras en materia de legislación electoral no existe en la mente de quienes siguen esgrimiendo los mismos vicios de siempre y nunca se han planteado pedir perdón.