Sociedad
Una madre para todos: la historia de Claudia en la pensión de Sportivo

Mamá de 46. “De repente, pasamos de tener tres hijas a cuidar y guiar a 43 jóvenes”. Es un pilar fundamental. Con una cálida sonrisa y un corazón generoso, ofrece mucho más que comida y techo a los chicos que dejan sus hogares para perseguir su pasión por el fútbol.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
Estudiar, entrenar, socializar. Estudiar, entrenar, socializar. Así, todos los días. La rutina de los adolescentes que se alejan de sus familias para vivir en la pensión de un club de fútbol con el objetivo de cumplir su sueño de llegar a Primera puede ser muy dura si no hay contención. No todos corren con la misma suerte, o tienen un “ángel” que los cuida.
En la residencia para los jugadores de Sportivo Belgrano que funciona en el ex Hotel Americano de San Francisco, una mujer compañera, dulce, noble… siempre tiene una palabra de amor y aliento, un consejo para los pibes que llegan desde otras provincias con una autorización firmada por sus padres para que el club se ocupe de su formación futbolística, claro, pero también de la comida, de la escolaridad, de los chequeos médicos…, básicamente, de su crianza.
Claudia Saluzzo de Pacheco (56) es la encargada de alimentar –literal- ese sueño de ser futbolista profesional. Desde hace varios años, ella es la cocinera del plantel de Primera División de Sportivo y por muchos otros estuvo al frente de “Lo de Saluzzo”, el emprendimiento familiar en la cantina del estadio de Alberione. Cuando los directivos del club le ofrecieron hacerse cargo de la pensión, junto a su esposo Alejandro, no dudaron en mudarse y cambiar sus vidas.
De repente, pasaron de tener tres hijas - Natalia, Lucía y Valentina- y una nieta –Faustina- a cuidar y guiar a 43 jóvenes, todos varones entre 14 y 17 años, algunos provenientes de ciudades distantes como Resistencia y la sureña Río Gallegos.

Claudia se entrega por completo a sus “pollitos”, como les llama cariñosamente. Desde preparar el desayuno a las 6 a.m. hasta brindar apoyo emocional durante todo el día, su compromiso es inquebrantable. Para ella, ser una figura materna para estos chicos es un honor y una responsabilidad que toma con orgullo y entusiasmo.
“Mis hijas me apoyan y saben que ahora tienen que compartirme con 43 ‘hermanos’ más, aunque están un poquito celosas (risas) pero felices de verme feliz a mí, y orgullosas de su mamá”, contó Claudia a LA VOZ DE SAN JUSTO.
“Ellos me llaman ‘mamu’, ‘ma’, ‘viejita’, abu’ y nunca falta el beso al despertarse y los festejos de cumpleaños”, agregó la protagonista de esta historia.
Siempre con la palabra justa, Claudia motiva a los jóvenes a perseguir sus sueños y afrontar los desafíos con valentía. Su cercanía y comprensión les brindan un refugio emocional en momentos de dificultad. Y cuando uno de ellos logra un éxito en el campo de juego, como ser convocado como titular para un partido importante, las lágrimas de emoción de Claudia son una muestra del profundo vínculo que ha formado con cada uno de ellos.

“Me siento la mamá que ellos necesitan cerca en este momento lejos de su familia, un sostén, una consejera, un hombro donde apoyarse y un abrazo cariñoso –confesó-. Me gusta mimarlos, acompañarlos, compartir charlas. El instinto de madre no falla: yo los miro y sé cuándo les está pasando algo”, dijo quien guarda como tesoros cartas manuscritas y mensajes de WhatsApp con frases como: “Gracias por hacerme sentir en casa, cuando mi casa parecía cada vez más lejos”.
“Siempre trato de alentarlos a seguir su sueño, que es triunfar en Primera. Les digo que siempre luchen, sin importar los obstáculos en el camino, porque todo depende de uno. Que un golpe no es caída, que sigan para adelante porque los sueños siempre se cumplen. Que luchen y nunca se olviden que todo sacrificio tiene su recompensa. Y todo lo que puedan aprender, bienvenido sea, porque el saber no ocupa lugar”.
Su labor va más allá de la cocina y las charlas motivacionales. Claudia también se convierte en una confidente para los jóvenes, quienes comparten con ella sus alegrías, preocupaciones y sueños. Su presencia afectuosa y su apoyo incondicional les dan la confianza para enfrentar los desafíos que se presentan en su camino hacia el éxito deportivo. “Remen en dulce de leche repostero y que los remos sean masitas de vainilla, que cueste, porque a la larga tiene sus frutos, les digo, y ellos me escuchan”.
“El sábado pasado llegamos con Alejandro a la pensión y no alcancé a cerrar la puerta de mi habitación que escuché un golpe. Abrí y allí estaba uno de los chicos que feliz me contaba que lo habían convocado como titular para el partido del lunes frente a Gimnasia de Concepción del Uruguay. Me largué a llorar de la emoción”, compartió Claudia la anécdota.

“No hay palabras para describir lo que siento con cada palabra o mensaje de agradecimiento de las familias que me cuentan que cuando los chicos regresan a su casa les hablan de mí. Esos padres me están confiando lo más valioso, a sus hijos, y saber que están tranquilos de verlos bien, contenidos, es impagable”.
“Anoche (por el miércoles) uno de los chicos me envió un texto: ‘Clau, ya lo decidí, lo hablé con mi mamá pero ninguno de los dos nos vamos a poner de acuerdo; elegilo vos y ese me voy a poner’”. En el mensaje, le estaba pidiendo que mirara las tres fotos con ambos y eligiera el que más le gustaba para que él vistiera en su fiesta de egreso. Tal es la complicidad y la fuerza del vínculo construido, que Claudia es parte también de esa maravillosa etapa de la promo.

“Ellos me llaman ‘mamu’, ‘ma’, ‘viejita’, abu’ y nunca falta el beso al despertarse”
Siempre le gustó cocinar para los suyos y el negocio gastronómico, pero ella nunca imaginó que lo haría para un familión, pero “lo volvería a elegir una y mil veces más”.
En su rol de “segunda mamá” no hay fin de semana ni feriados, y las vacaciones, solo a fin de año, cuando los pensionistas viajan a su respectiva ciudad para las fiestas.

Hay una frase que a Claudia le gusta repetir: “Los sueños se cumplen”, y lo dice con conocimiento de causa. Empezó a creer en los sueños cuando la mayor de sus hijas, “desde que tenía 4 años decía que cuando sea grande, sería arquitecta; no había una sola hoja de la carpeta del jardín y la escuela en la que no dibujara casas, y ninguna igual a la otra. Finalizó el secundario, hizo la Tecnicatura Superior en Diseño y Espacio y un día me dijo que quería irse a Córdoba a estudiar Arquitectura. Nosotros hicimos un esfuerzo enorme pagando la carrera con ventas de pollo, pastelitos y canelones dos veces al mes y ella hizo su parte estudiando, rindiendo y en seis años, recibiéndose de arquitecta. Hoy es una profesional. Soy una madre orgullosa de sus tres hijas”, expresó.

Yo te sigo a todos partes
“Voy a alentar a mis pollos a la cancha”, manifestó Claudia, que no se pierde partido de “la verde”.
Para ella, Sportivo Belgrano es mucho más que un club de fútbol; es su familia y su hogar. Criada en sus instalaciones y con una historia ligada al club a través de su padre que durante 14 años estuvo a cargo de la cantina de la cancha de bochas y sus propios recuerdos, su amor y devoción por la institución son perpetuos. Como ella misma dice, por sus venas corre “mitad sangre roja, mitad verde”.
“Sportivo es mi familia, mi hogar. Sportivo atravesó mi vida. Mi padre, mis hermanos y yo nos criamos en el club. Los recuerdos más lindos de mi vida los tengo en Sportivo”, afirmó.
En cada gesto y palabra, Saluzzo demuestra que ser una madre para estos jóvenes futbolistas va más allá de cumplir una función; es una vocación, un compromiso de amor y entrega que transforma vidas y deja una huella imborrable en el corazón de cada uno de ellos.
