Una hemorragia dolorosa

Día tras día, miles de jóvenes capacitados, profesionales y con vocación de progreso parten a forjar su vida en otras latitudes. Quizás sea esta realidad el signo más evidente del retroceso argentino.
La cadena pública de la televisión suiza, Radio Télévision Suisse (RTS), emitió hace varios meses un informe en el que exponía el fenómeno de los cientos de jóvenes argentinos que, año a año, deciden emigrar al exterior en busca de oportunidades. El reporte expone como factores de la emigración "la falta de perspectivas, los salarios en constante caída ante la inflación, la inseguridad", entre varias razones. El título de la pieza documental califica el problema como una "una fuga de cerebros sin precedentes".
Aquel informe periodístico de una cadena de televisión extranjera ponía en la mesa de discusión el hecho de la emigración de miles de argentinos, especialmente los más jóvenes. Pero no despertó reacciones en una dirigencia que discute mucho y actúa casi nada. La emigración no se detiene. Crece a medida que las incertezas se instalan con fuerza en el presente de un país que alguna vez se creía "condenado al éxito".
Según el trabajo realizado por la televisión suiza a finales de 2020, la tendencia de los jóvenes argentinos "diplomados y profesionales" a salir del país y que "es similar" a la crisis económica de 2001, cuando miles de argentinos decidieron ir a probar suerte a Europa ante el colapso económico y el caos social. Y esto se relaciona directamente con la crisis asfixiante que se vive, con indicadores alarmantes: inflación del 50%, 40% de la población bajo la línea de pobreza, toda clase de cepos que eliminan los incentivos, una paridad cambiaria mantenida de modo ficticio", entre otras. Problemas que persisten en la actualidad y determinan que los aeropuertos se conviertan, a diario, en escenarios de emotivas despedidas.
Desde hace mucho tiempo, la Argentina expulsa a sus talentos. El traumático alejamiento de las raíces se ve obligado ante la incertidumbre por un futuro sin mayores perspectivas. Es una sangría ya no tan silenciosa que genera dolor en miles de familias y no encuentra antídotos frente a la persistente decadencia y a la inoperancia de quienes afirman tener todas las soluciones para revertir la cuesta, aunque en los hechos solo consiguen profundizar el abismo.
La actual situación no es tan diferente a la de 2001. En aquella ocasión, familias enteras dejaron el país para empezar de cero en otra geografía. Pero la gravísima crisis social, económica, política y moral tiene efectos devastadores para una sociedad que en otro tiempo se mostraba orgullosa de su destino, con movilidad social ascendente, educación de calidad y oportunidades de progreso para las nuevas generaciones.
Acrecentada por los efectos de la pandemia y las decisiones erradas que se tomaron durante mucho tiempo, la declinación en todos los campos agravó la hemorragia. Y sumió en el dolor a cientos de miles de familias que ven partir a sus hijos en medio de un panorama cada vez más sombrío en el que aquel destino venturoso se asemeja a una quimera. Día tras día, miles de jóvenes capacitados, profesionales y con vocación de progreso parten a forjar su vida en otras latitudes. Quizás sea esta dolorosa hemorragia el signo más evidente del retroceso argentino.