Un Viernes Santo sin diarios y con gran ansiedad informativa
La ansiedad informativa que generó la primera "crisis militar" tras las recuperación democrática tuvo un gran ausente el Viernes Santo de 1987.
La ansiedad informativa que generó la primera "crisis militar" tras las recuperación democrática tuvo un gran ausente el Viernes Santo de 1987: los diarios que reflejaran la evolución de los hechos en un mundo aún sin internet, canales de noticias ni celulares.
Aunque las entidades de editores periodísticos se manifestaron públicamente por la continuidad democrática, el gobierno no logró que la prensa escrita saliera a la calle en uno de los habituales feriados en los que tampoco hay canales de comercialización.
Tampoco tuvo éxito una iniciativa del vocero presidencial, el periodista José Ignacio López, para que en su edición del sábado los rotativos incluyeran una editorial común de respaldo a la democracia, según el ejemplo tomado de los editores españoles frente al "Tejerazo" de 1981, que intentó la restauración franquista.
El hueco de noticias fue llenado por las radios, agencia de noticias y la TV abierta, aunque las primeras entrevistas a los amotinados generaron rechazo y polémica acerca de darles voz a los rebeldes ya que -según la expresión del titular de la Cámara de Diputados, Juan Carlos Pugliese- "nos están dando un golpe por televisión".
La propia realidad saldó esa apreciación ya que las imágenes de los "embetunados" de Campo de Mayo acicateó la presencia popular en las calles, a partir del rol destacado que jugó la transmisión ininterrumpida de ATC-canal 7 y la cadena nacional en los momentos decisivos.
También los periodistas de los diarios porteños se presentaron voluntariamente a trabajar y sus empresas sacaron ediciones vespertinas de emergencia que informaban sobre la el discurso del presidente en la Asamblea Legislativa y ante la enorme movilización en Congreso, dando ademas imágenes de los golpistas de Rico.
El diario La Razón fue retirado del playón de la distribuidora por militantes juveniles que los repartieron como pan caliente entre los manifestantes autoconvocados en la Capital.
Su titulo su tapa, en cuerpo catástrofe, era también una declaración de principios y del ánimo popular en esas jornadas: "Viva la Constitución". (Télam)