Sociedad
Un paleontólogo sanfrancisqueño, detrás de inédito hallazgo en la Patagonia
Guillermo Windholz lideró un equipo internacional que descubrió la presencia de estructuras neumáticas en un dinosaurio de hace 70 millones de años, clave para entender el vínculo entre estos animales extintos y las aves actuales.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
Con 32 años, el paleontólogo sanfrancisqueño Guillermo Windholz ya ha dejado su huella en la ciencia. Radicado desde 2011 en General Roca, Río Negro, Windholz fue el primer egresado de la Licenciatura en Paleontología de la Universidad Nacional de Río Negro. Hoy, como becario postdoctoral del Conicet, con lugar de trabajo en el Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología (IIPG), lideró un equipo que realizó un descubrimiento sin precedentes en la paleontología argentina.
El estudio, publicado recientemente en la prestigiosa revista científica PLOS ONE, revela la presencia de cavidades neumáticas —estructuras llenas de aire— en los huesos del dinosaurio Bonapartenykus ultimus, que habitó en la actual Patagonia hace unos 70 millones de años. Este hallazgo, aseguran los investigadores, profundiza el conocimiento sobre el origen de las aves modernas y su evolución a partir de ciertos grupos de dinosaurios.
“Las aves actuales son el único grupo vivo con neumaticidad ósea, es decir, tienen huesos con cavidades de aire que están conectadas a los pulmones mediante estructuras llamadas divertículos neumáticos”, explicó Windholz a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Según el científico, esta característica ofrece ventajas clave: “Contribuye a hacerlos más livianos, mejora su respiración y representa una adaptación evolutiva importante que les permitió a estas formas la capacidad de volar”.
Lo novedoso del trabajo radica en que, por primera vez, se utilizó tomografía computada para analizar con precisión el interior de fósiles de un dinosaurio del grupo de los alvarezsáuridos, del cual Bonapartenykus ultimus es parte. Se trata de una técnica no invasiva que permitió observar con detalle las cavidades internas de los huesos sin dañarlos. “Antes, esto se hacía ‘a ojo’, mirando fracturas naturales o el exterior de los fósiles. Hoy, gracias a la tecnología, podemos seccionar virtualmente los huesos y ver su interior”, dijo.
Los estudios confirmaron la presencia de forámenes —orificios— en la superficie de las vértebras, conectados con cámaras internas. “Si encontramos ambas cosas juntas, eso nos permite hablar con más seguridad de la existencia de neumaticidad”, agregó.
El descubrimiento sugiere que la adaptación de tener huesos con aire podría haber aparecido mucho antes de la evolución del vuelo en las aves. En palabras de Windholz: “Esto indica que los ancestros de las aves ya habrían desarrollado esta característica mucho antes de que volaran”.
El trabajo fue realizado junto a un equipo internacional conformado por el Dr. Jorge Meso (Argentina), el Dr. Mathew Wedel (Estados Unidos) y el Dr. Michael Pittman (China). Estudiaron fósiles encontrados entre 2003 y 2004 en Salitral Ojo de Agua por el Dr. Salgado y su equipo, cerca de General Roca. Las tomografías se realizaron en el Sanatorio Juan XXIII de esa ciudad, y los fósiles están conservados en el Museo Patagónico de Ciencias Naturales.
“Contamos con el apoyo del Conicet, la Universidad Nacional de Río Negro y la Universidad China de Hong Kong, que incluso financió la publicación en la revista”, precisó Windholz.
El dinosaurio que parece ave
Bonapartenykus ultimus fue un dinosaurio carnívoro de tamaño medio, de unos 3,5 metros de largo y 60 kilos de peso. Tenía cuello largo, cabeza pequeña, dientes diminutos y un cuerpo posiblemente cubierto de plumas. Su aspecto recuerda más al de un ave que al de los dinosaurios gigantes y robustos que solemos imaginar.
“Pertenecía a la familia de los alvarezsáuridos. Eran dinosaurios pequeños, cuyos tamaños corporales habrían recordado a una gallina actual, pero algunos pudieron alcanzar unos 3,5 metros de longitud. Al mismo tiempo, los alvarezsáuridos se caracterizaban por presentar brazos cortos y un solo dedo funcional. Probablemente eran muy ágiles”, explicó Windholz.
“Hasta ahora, aunque se sospechaba, no se sabía si estos dinosaurios tenían neumaticidad. Nosotros confirmamos que sí, al menos en esta especie. Y eso abre muchas puertas para nuevas investigaciones”, añadió.
La conclusión del estudio es clara: los alvarezsáuridos, a pesar de no ser aves, comparten rasgos con ellas. Son un eslabón clave para comprender la evolución de la neumaticidad.
Una vocación temprana
La historia de Windholz con la paleontología comenzó muy temprano. “Desde chico decía que iba a ser paleontólogo y que iba a vivir en la Patagonia. Me miraban como diciendo ‘estás re loco’. Y lo cumplí”, contó entre risas.
Ningún familiar suyo es científico. Su pasión fue personal, nacida de una profunda curiosidad por la vida del pasado. “Me llamaban la atención la astronomía, las ciencias naturales… pero la paleontología siempre fue mi amor”, confesó.
Se formó en la Universidad Nacional de Río Negro y luego se doctoró en Biología en la Universidad Nacional del Comahue. Desde entonces, su carrera no paró de crecer. “Soy un afortunado. Puedo trabajar de lo que me gusta y vivo en un lugar como la Patagonia, icónico en paleontología”, aseguró.
También reivindicó el rol del Estado en el desarrollo de esta ciencia: “En general, la paleontología argentina es muy reconocida a nivel internacional. Hay una escuela muy antigua e importante y, al mismo tiempo, profesionales muy calificados”, señaló.
¿Qué hace un paleontólogo?
“El paleontólogo estudia la vida del pasado, desde sus orígenes hasta hoy. Y la vida ha cambiado tanto... Es fascinante”, dijo Windholz.
Para datar los fósiles, explicó que se utilizan los mapas geológicos realizados por el SEGEMAR (Servicio Geológico Minero Argentino). “Nosotros observamos en qué formación geológica está el fósil, y de ahí sacamos la edad estimada. Los geólogos hacen dataciones absolutas de las rocas usando isótopos radiactivos”, se explayó y aclaró: “Se datan las rocas que contienen los fósiles, no los fósiles en sí”.
En ese sentido, destacó la importancia de comunicar los avances de la ciencia: “Si hacemos ciencia, hay que divulgarla también. Si no, ¿para qué la hacemos?”.
Un granito de arena en el conocimiento
Windholz es consciente de que cada hallazgo paleontológico es apenas una pieza en el rompecabezas del pasado. Pero no por eso menos valiosa. “Este tipo de trabajos es un granito de arena al conocimiento científico. La idea es seguir, que otros lo retomen, que lo amplíen. Por ahora, el nuestro es el único estudio con tomografía hecho sobre esta familia de dinosaurios a nivel mundial”, indicó.
En el laboratorio, en el campo o frente a la computadora, este joven sanfrancisqueño continúa su aventura científica con la misma pasión con la que soñaba de niño: reconstruyendo el pasado, hueso por hueso.