Un nuevo debate: la eutanasia
Al igual que con la interrupción voluntaria del embarazo, asoma en el centro de la escena el valor de la vida humana, de su dignidad y de su dimensión social, más allá de la individualidad.
En el Congreso de la Nación se volvió a presentar un proyecto que autoriza la interrupción voluntaria de la vida a pedido de pacientes que sufran una enfermedad grave e incurable. La iniciativa podría volver a debatirse el año próximo, pero generará en breve un nuevo debate en algunos círculos de nuestra sociedad.
Vale recordar que, en la Argentina, la "muerte digna" o eutanasia pasiva es permitida en ciertos casos y está regulada por la Ley N° 26.529. Según la norma, el paciente puede tomar decisiones anticipadas y disponer directivas por escrito sobre su salud, pudiendo consentir o rechazar determinados tratamientos médicos y decisiones relativas a su salud. El proyecto presentado pretende ampliar la regulación también a la eutanasia activa.
En primera instancia, podría afirmarse que el proyecto ha sido presentado en un contexto ideológico que los autores presumen como favorable a este tipo de procedimientos, lo cual distaría mucho de los verdaderos intereses y principios que hoy tiene buena parte de la sociedad. Pese a ello, la discusión del tema podría alcanzar niveles de tensión en el actual contexto social. Al igual que con la interrupción voluntaria del embarazo, asoma en el centro de la escena el valor de la vida humana, de su dignidad y de su dimensión social, más allá de la individualidad.
No se trata, por cierto, de defender la prolongación del sufrimiento, sino fundamentalmente de la dignidad de las personas, especialmente de quienes están en el último tramo de la existencia. La falta de compromiso que supone dejar abandonado a un moribundo, favoreciendo activamente la pérdida de la vida implica el triunfo de una filosofía utilitarista, que vulnera la condición de digno que le cabe a toda persona.
Precisamente, el tema de la dignidad humana es el meollo de la cuestión. Uno de los autores de la iniciativa fundamentó su postura en que "la dignidad es un concepto subjetivo y no hay nadie mejor para apreciar que es digno o indigno que el propio titular del derecho" y agregó: "El Estado debe regular y reconocer los derechos separado del paternalismo médico, religioso y del paternalismo del propio estado". Sin embargo, la dignidad que existe y subsiste en y por sí misma, más allá del sujeto. Lo que tiene dignidad la posee de suyo, al margen y antes de que cualquier voluntad se la confiera o la apruebe. Es decir, si alguien le otorga dignidad a algo, es que ese algo no la tiene. La dignidad no es subjetiva, no se dona, no se concede. Se reconoce y, por ende, tendría que respetarse.
No se trata, además, de paternalismos de ningún tipo. En todo caso, el paternalismo del Estado volverá a hacerse presente en la vida de los ciudadanos. ¿Quién asegura que, dando poder al Estado para otorgar la concesión de matar enfermos, no se amplíe esta condición a otras personas que podrían ser encuadradas en la categoría de eliminables también? Por cierto, no se trata de defender la invasión tecnológica que perpetúe el sufrimiento de una persona. Pero no se comprende cómo el concepto de "muerte digna" pueda atribuirse a la práctica de la eutanasia. En el proyecto subyace una visión utilitarista y ultra individualista que no contempla la verdadera dimensión de la dignidad humana.