Un legado que hoy se valora más
En el Día del Inmigrante Italiano. En la difícil realidad nacional de hoy, quizás más que nunca, quienes heredamos la sólida huella que marcaron tenemos la obligación de valorar como corresponde aquel aporte, reivindicarlo y reflotar sus mejores cualidades.
El 2 de junio se conmemora la Declaración de la República de Italia, la festividad nacional de ese país europeo. Al día siguiente, en nuestro país se homenajea a los inmigrantes italianos. La primera efeméride recuerda el referéndum de 1946, con el que los ciudadanos decidieron la nueva forma de gobierno de Italia después de la caída del régimen fascista. La segunda fue instaurada en nuestro país por ley, reconociendo el aporte de los inmigrantes de esa nacionalidad. Se eligió esa fecha por ser el día de nacimiento del general Manuel Belgrano, hijo de un comerciante genovés que llegó a estas tierras en el siglo XVIII.
En virtud de estas celebraciones, la primera semana de junio reviste particular significación para nuestra región. La impronta de los italianos que se asentaron en esta parte del país ha marcado la historia de San Francisco y varias localidades cercanas. También, el legado cultural ha otorgado una fisonomía propia a las costumbres y actividades de varios ámbitos sociales y productivos.
Más allá de hermanamientos con ciudades y pueblos del Piemonte que fueron, con los años, perdiendo bríos, la vinculación con "lo italiano" -identificado con varias de las regiones de aquella nación- marcó desde el comienzo el desarrollo de las distintas poblaciones, a través del ejemplo laborioso y emprendedor de nuestros ancestros que buscaron afanosamente forjar un porvenir mejor que al que podían aspirar en ese tiempo y en su tierra.Habían dejado su sitio natal con el dolor que ello implica y que sólo se puede experimentar emigrando.Con lo poco que tenían, pero con una voluntad de hierro, dominaron la geografía, transformaron el paisaje y abrieron la puerta al progreso de una amplia región.
La Argentina los recibió y ellos supieron devolver con creces el gesto fraterno de la acogida. En este marco, aunque no lo advirtamos, a cada paso podemos observar alguna manifestación del aporte cultural, económico, productivo y social que legaron nuestros abuelos inmigrantes italianos -a los que se sumaron muchos otros de varias nacionalidades, por cierto. A los más evidentes como los monumentos se suman numerosos otros testimonios en los más variados ámbitos, desde la arquitectura, pasando por el lenguaje y hasta la gastronomía, entre otros.
Fueron esos gringos curtidos, de manos callosas y palabras estentóreas quienes aportaron para el engrandecimiento de la nueva patria que los recibió. Fueron ellos los que se integraron a la construcción de un sueño llamado Argentina, con su sacrificio y su cultura del trabajo. En la difícil realidad nacional de hoy, quizás más que nunca, quienes heredamos la sólida huella que marcaron tenemos la obligación de valorar como corresponde aquel aporte, reivindicarlo y reflotar sus mejores cualidades.