Trueque y venta irregular de alimentos

Han crecido de manera considerable durante las últimas semanas y generan alerta por los riesgos posibles. Existe la necesidad de extremar los cuidados ante manifestaciones que han reaparecido por imperio de la dramática situación que se vive.
La crisis socioeconómica golpea duro a vastos sectores de la población de nuestro país. Es un hecho incontrastable que, a los problemas nunca solucionados referidos a las variables económicas y a la pobreza, se ha sumado la pandemia para abrir paso a un panorama angustiante y difícil de sobrellevar.
En los últimos días, en los medios de comunicación nacionales se ha comenzado a abordar el tema del retorno de la práctica del trueque como medio para superar -o aliviar- las restricciones económicas que sufren miles de familias en la Argentina. Se estima que aproximadamente 500 mil familias participan de la Red Global del Trueque, que ha surgido como consecuencia de las necesidades de muchos sectores de la comunidad para encontrar modos de supervivencia ante las durísimas condiciones de vida que soportan.
El fenómeno de los intercambios tuvo su auge durante la profunda crisis del 2001, cuando un sitio de dimensiones importantes era el espacio para que la gente se acercara a hacer los trueques. Como antes, se entregan electrodomésticos, herramientas y algunos otros enseres y por lo general se reciben alimentos. Es un modo, ciertamente, de ingeniarse alternativas para paliar la dramática realidad que se vive en muchos sectores, en especial del Conurbano bonaerense, aunque refleja la profundidad de la crisis.
En este contexto, además del trueque ha comenzado a surgir otro fenómeno que se concatena. La compra y venta de productos alimenticios sobre los que no se puede certificar su procedencia, así como tampoco su calidad. En este punto, la primera advertencia se refiere a la necesidad de acentuar las prevenciones frente a la posibilidad de que se compren alimentos adulterados o en mal estado. Por ejemplo, en determinadas poblaciones se ha empezado a comprar leche que proviene directamente de los tambos, sin pasteurizar, lo que abre la preocupación por los efectos nocivos que un tratamiento inadecuado podría provocar en las personas, especialmente los niños.
Asimismo, la venta de productos a granel parece también cobrar fuerza. Además de los inconvenientes referidos, la utilización de envases inadecuados podría agravar aún más las cosas. Porque el fraccionamiento en envases no permitidos viola las disposiciones bromatológicas y se transforma en otra de las preocupaciones que deberán atender las autoridades competentes, mediante los controles que corresponden. Por lo mismo, se observa una creciente tendencia a la venta irregular de productos alimenticios en las redes sociales, otra manifestación de la crisis que se vive. Esta práctica también tiene sus riesgos y obliga a extremar los cuidados.
Todas estas actividades son una respuesta de muchos sectores para sobrellevar la durísima crisis que afronta el país, con los indicadores económicos desgarrados y la informalidad destrozada por la pandemia. Han crecido de manera considerable durante las últimas semanas. Algunas se han potenciado con las redes sociales. Otras, bastante más antiguas, generan alerta por los riesgos posibles. En todos los casos, existe la necesidad de extremar los cuidados ante manifestaciones que han reaparecido por imperio de la dramática situación que se vive.