Sociedad
Transformar desde adentro: “Queremos que los chicos sientan que acá sí tienen una oportunidad”

Nacido de las propias necesidades del barrio Roque Sáenz Peña –“las 800”-, el Proyecto Otra Chance ofrece actividades comunitarias para contener a adolescentes y jóvenes atravesados por distintas problemáticas sociales, sacarlos de la calle y acercarlos al mundo laboral. Jonathan Ledesma es uno de los impulsores de la iniciativa.
El barrio Roque Sáenz Peña, conocido popularmente como “las 800”, vive desde hace cuatro meses una experiencia que está renovando la esperanza y fortaleciendo los lazos comunitarios. Se trata del Proyecto Otra Chance, una iniciativa solidaria impulsada por vecinos y liderada por jóvenes que decidieron dejar de esperar para empezar a actuar. Su objetivo es claro: alejar a los chicos sin trabajo de las calles, brindarles contención y una oportunidad real para transformar sus vidas. A través de actividades concretas, buscan ofrecer una salida frente a problemáticas sociales como el consumo.
Jonathan Ledesma, uno de los fundadores, es esa voz que pone palabra, y acción en cada jornada. En diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO, deja claro lo fundamental del proyecto: “Queremos que los chicos sientan que acá sí tienen otra oportunidad”.
Cómo nació y qué hacen
Ledesma relató que la idea surgió por una empatía profunda con la realidad del barrio: “por la empatía que tenemos por el barrio, yo nací acá… hay consumo, hay falta de trabajo, hay chicos que salieron de estar en situaciones complicadas y no tienen ninguna posibilidad de trabajo. De ahí surgió este proyecto”. La iniciativa comenzó con chicos muy jóvenes, pero debieron adaptarse a la realidad del seguro laboral y finalmente continuaron con los mayores: “quedaron los chicos mayores y se les hizo un seguro. Empezamos a trabajar más que todo en el barrio, pero también ya nos están contactando de otras partes de la ciudad para trabajar”.
Las actividades son el corazón del proyecto. Se dedican al mantenimiento general del barrio: corte de césped, limpieza de plazas y contenedores, pintura de espacios públicos —actualmente están restaurando la canchita de fútbol—, y también a la fabricación de losetas para las veredas, con el objetivo de evitar caídas y accidentes entre vecinos. Todo se hace con recursos propios, tiempo y trabajo: “Ahora estamos pintando un mural con frases. Ya pintamos toda la pared y vamos a seguir con más acciones de este estilo”.
Para financiar los insumos necesarios —nafta, herramientas, moldes, tanza— el grupo se autogestiona. Organizaron una peña folklórica hace un tiempo que fue clave para recaudar fondos, una iniciativa que no solo movilizó al barrio sino que demostró la capacidad organizativa del equipo. “Un día hicimos una peña folklórica, donde nos ayudó mucho también la municipalidad. Con eso juntamos algo de dinero para poder comprar la nafta, la tanza, las herramientas que utilizamos para trabajar diariamente”, cuenta Jonathan. Cada uno de esos recursos que logran captar los administran con responsabilidad, asegurando que cada peso se invierta en mejoras reales para la comunidad y para ellos.

Apoyo institucional
Desde la Mesa Barrial —un espacio de articulación comunitaria vinculado al municipio— Darío Ledesma, padre de Jonathan, destaca la importancia de tender puentes entre las necesidades sociales y el acompañamiento institucional. “Nos pareció interesante; nosotros, desde la Mesa Barrial, que depende del municipio, acompañamos el proyecto y creemos que otros barrios también pueden tomar esta iniciativa”, afirmó.
Darío explica cómo se articula el trabajo conjunto: “la municipalidad, por intermedio de la Secretaría de Políticas Sociales, ayuda también a los chicos y trabajamos en conjunto”. Este respaldo permite que el proyecto pueda seguir y sostenerse en el tiempo.
También se suman colaboradores externos, como la Dirección de Juventud, que apoya desde su rol institucional en diferentes actividades y gestiones, consolidando el trabajo en red entre los distintos actores del territorio.

Un ejemplo concreto es la fabricación de losetas que están haciendo actualmente: gracias al apoyo del municipio, el grupo recibió los materiales necesarios, y como ya contaban con moldes propios, los jóvenes comenzaron a producirlos por su cuenta para colocarlos en las veredas del barrio.
Sin embargo, padre e hijo, dejan claro que los recursos clave para trabajar siguen saliendo del propio grupo: “nadie nos compró las herramientas, todo el equipamiento lo aportan quienes están en el proyecto”.
Impacto personal y comunitario
Jonathan explicó qué significa esta iniciativa para los jóvenes: “son chicos que antes no tenían una oportunidad. Hoy los pibes se sienten útiles, se distraen mucho y realmente les sirvió un montón”. Un testimonio poderoso es el contraste con el pasado: “es muy impresionante que hoy los chicos del barrio que tenían su problemática, le cortan el pasto a la Policía o con quien tuvieron algún inconveniente en el pasado. El que antes le tiraba la piedra, hoy le está cortando el pasto”.
La transformación va más allá de la obra física: también es un cambio cultural, de conducta y de sentido de pertenencia. Jonathan lo explica con franqueza: “Acá hay poca tolerancia para los que no quieren cambiar. Cuando un chico entra al grupo, tratamos de que se sienta cómodo e integrado, pero la condición es clara: tienen que tener ganas de hacer las cosas bien”. Consciente de que el compromiso es fundamental, aclara que el proyecto sigue adelante con aquellos que realmente desean transformar su vida. “Muchos chicos se fortalecieron, otros eligieron apartarse. Nosotros seguimos con los que quieren salir adelante”.

Una estructura en crecimiento
Actualmente, trabajan ocho jóvenes del barrio, más cuatro personas que son los iniciadores de este proyecto: Jonathan, su padre entre otros vecinos, en total son 12.
Además, están planeando establecer un espacio físico cedido por alguna institución local en colaboración con el municipio: “vamos a tener un espacio donde se va a recibir colaboraciones, gente que nos quiera ayudar”.
El proyecto tiene presencia en redes sociales, más precisamente en Instagram bajo el nombre Proyecto Otra Chance. Allí comparten las actividades que realizan, difunden convocatorias para las peñas solidarias y muestran los resultados del trabajo hecho en el barrio. La iniciativa busca crecer, inspirar a otros barrios a replicar la experiencia y fortalecer esta forma de contención comunitaria desde el compromiso, la acción colectiva y tener un trabajo que los aleje de las calles.
Un futuro con esperanza
Jonathan define el proyecto como “una iniciativa muy importante por los chicos, por la situación que están pasando. Yo también viví momentos difíciles y pude salir. Hoy los veo a ellos y también necesitan salir y se merecen ser felices, tener otra oportunidad”. Con honestidad, reconoce que su propia historia se parece mucho a la de los jóvenes que hoy se acercan al grupo, y por eso intenta convencerlos de que, incluso cuando todo parece estar mal, siempre hay una salida, dentro y fuera del barrio.
Frente a esa gratitud y ese reconocimiento, el verdadero desafío es sostener el camino: construir vínculos, visibilizar que todos pueden cambiar y reafirmar que merecen otra chance.