Tomás, una historia de fortaleza y solidaridad
Con 15 años debió librar una batalla contra una grave infección que casi le cuesta la vida y salió adelante. Su lucha movilizó a vecinos de Frontera y San Francisco que se unieron para darle un mejor hogar y recibirlo con los brazos abiertos.
Por Gabriel Moyano
La camiseta de Boca en homenaje a la Copa Intercontinental de 2000 le queda pintada a Tomás. Detrás del barbijo, también xeneize, asoma una sonrisa pícara, que se refleja en sus ojos, uno más cerrado que el otro, una de las secuelas de la terrible infección que casi le cuesta la vida. Igual, está feliz y se nota.
Muestra su pieza, recientemente "tuneada" con los colores azul y oro. Hace jueguitos con una pelota y dice que tiene muchas ganas de ir a patear, aunque sabe que -por ahora- es muy difícil. La pasión por Boca, los vecinos que se acercan, la mezcla de alivio y agradecimiento de sus padres y cientos de conocidos y extraños que se alegran con su regreso a su "nueva" casa... condimentos de una historia que comenzó como pesadilla y terminó con final feliz.
Tomás Ferreyra, con solo 15 años, batalló como un héroe contra una grave enfermedad que lo tuvo contra las cuerdas. Fueron 49 días los que estuvo internado en Santa Fe debido a una infección bacteriana y en ese lapso sus vecinos, la Peña Boquense y muchas voluntades anónimas se unieron para poner en condiciones su hogar, que tenía muchas insuficiencias como para recibirlo de vuelta.
El último lunes se produjo el ansiado regreso: cuando la ambulancia llegó a la vivienda de calle 76 al 255 de Frontera, los vecinos le tenían preparada una bienvenida que los tomó de sorpresa. Lo esperaron con carteles, banderas, globos y con la casa transformada. El asombro de Tomás y de su madre, que inmersos en la lucha diaria por su salud, poco sabían lo que pasaba aquí se mezcló con la emoción de estar de regreso.
Esa misma noche, sus amigos más cercanos se quedaron a dormir, algo que antes nunca pudieron hacer. Hoy todo es alegría en la casa de Tomi, y por ello accedieron a charlar con LA VOZ DE SAN JUSTO.
Mamá Romina y papá Fausto recalcaron que su intención es agradecer, principalmente a los vecinos que se pusieron manos a la obra y trabajaron incansablemente, día y noche, para que la casa quede como quedó. Y a la misma altura, el reconocimiento para Diego Baravalle, referente de la peña, que un día apareció de la nada y desde entonces estuvo siempre siguiendo el progreso, de Tomás y del hogar. "Queremos que la gente sepa que cuando colaboran con las iniciativas que tiene Diego pueden hacerlo con los ojos cerrados, porque todo lo que hace es real, desinteresadamente. Para nosotros fue como una ayuda caída del cielo", expresa Saúl en el inicio de la charla.
La pesadilla
Todo comenzó con una pequeña molestia a la altura de las costillas y fiebre. El cuadro se fue agravando y la familia siente que el tiempo que perdieron con idas y vueltas al Hospital -que dentro de un contexto de pandemia no les brindó la respuesta que esperaban- pudo haberle costado la vida a Tomás.
"Nos decían que podía ser covid, pero ya lo habíamos tenido los tres y por eso no lo atendían. Yo lo llevé todos los días durante una semana y él estaba cada vez peor. Enseguida dejó de comer, no podía caminar, se le empezaron a hinchar los ojos. Eso hasta que el viernes les dijimos que no tenía fiebre y que casi no podía ver. Justo pasaba un médico experimentado y apenas lo vio dijo 'ese chico tiene culebrilla'", cuenta la mamá recordando con mucha angustia.
Sienten que quizás nunca sabrán el origen preciso de la infección. Sospechan que un grano en la frente se complicó y ello desencadenó el calvario que tuvieron que atravesar.
Cuando finalmente lo internaron en el Hospital, los análisis diagnosticaron meningitis y pulmonía bacteriana. Con un cuadro severamente agravado el traslado a Santa Fe era la única esperanza. "Cuando llegamos allá nos dijeron que los estudios que le habían hecho no servían, que tenían que hacer unos nuevos. Estuvieron un día entero haciéndole análisis y ahí nos advirtieron que dependiendo de los resultados lo iban a ingresar a terapia intensiva o lo dejaban en una cama fría porque ya no había nada que hacer", relatan.
La lucha
Cuando lograron identificar la bacteria comenzó la ardua batalla para que Tomás pudiera recuperarse. No fue para nada fácil. Recién luego de una semana de internación les contaron que el día que llegó había tenido un paro.
"Nos dijeron que él llegó más muerto que vivo, que si la derivación se hubiera demorado más, se moría. Con esa angustia tuvimos que luchar para que logre mejorar. Se alimentaba por sonda porque había dejado de comer y había perdido mucho peso. Estuvo dos semanas con los ojos cerrados por la hinchazón que tenía, había hecho una trombosis", narran los papás.
Lentamente comenzó a mejorar y luego de dos semanas pasó a terapia intermedia: "Fue un alivio, porque la terapia intensiva no es un lugar para un nene, él vio gente morir, vio cosas muy feas. Encima por lo del coronavirus solo podíamos verlo media hora al día, a veces lloraba tanto y pedía por mí que las enfermeras me dejaban pasar".
La mejoría de Tomás era la alegría de todos en el Cullen. Es que el personal le tomó mucho cariño y se involucraron tanto en su pelea al punto de que hubo lágrimas cuando tuvo que volverse. "Allá eran todos de Colón y querían hacerme sabalero a mí. Hasta me regalaron una camiseta", cuenta Tomi.
La unión
Mientras Tomás peleaba por su vida, en su barrio se gestaba otra lucha. Los vecinos más cercanos que habían quedado a cargo de la casa notaron que las condiciones de la vivienda eran deficientes y que allí no podría continuar su recuperación un niño que había atravesado semejante cuadro.
Decidieron intervenir y comenzaron a limpiar el lugar, sacar los muebles y colchones arruinados por la enfermedad y se propusieron dejar la casa en las mejores condiciones posibles. La historia llegó a los oídos de la gente de la Peña Boquense, que rápidamente activó su red solidaria y la respuesta fue emocionante.
Se consiguieron materiales y dinero para comprar todo lo necesario. Los vecinos trabajaron sin descanso: cuentan que se podía ver a mujeres pala en mano trabajando hasta altas horas de la noche.
Con mucho esfuerzo, pero sobre todo con cariño por un pibe que es muy querido por todos, le cambiaron la casa a la vivienda. El toque final fue la habitación de Tomás, pintada de azul y amarillo, donde hoy cuelgan las banderas que sus amigos le prepararon para esperar su regreso.
El agradecimiento
Mientras transcurre la charla los vecinos se acercan, los amigos van y vienen, la puerta está siempre abierta. Esa unidad tan de barrio fue la que le permite hoy a Tomar recuperarse en un hogar mejor, bendecido por mucho cariño.
La indicación es que haga una vida normal, con los cuidados pertinentes. Debe concurrir al neurólogo para tratar el ojo que más se vio perjudicado, aunque saben que difícilmente vuelva a la normalidad.
No puede jugar al fútbol, pero no ve la hora de que regrese el público a las canchas porque de la peña le prometieron llevarlo a conocer la Bombonera.
"Nosotros nos enteramos muy poco de lo que estaba pasando acá, incluso una vez que llegamos nos costó tomar dimensión de lo que había pasado. Recién cuando nos quedamos solo comenzamos a caer. El cariño que le tienen los vecinos a Tomás es increíble. A ellos, a Diego y toda la gente de la peña y a los que aportaron sin conocernos les estamos eternamente agradecidos".