Tiempo de análisis
San Isidro cerró una nueva participación en la segunda categoría del básquet argentino. No descendió y eso es bueno, pero los objetivos no se cumplieron. Fue una temporada rara, negativa y llena de situaciones ficticias, que terminaron con un final anunciado.
Es difícil explicar que sí las matemáticas son exactas, en el deporte los números a veces mienten. Aunque no es este el caso. Los números son concretos. La temporada dejó un saldo totalmente negativo, no hay dudas de eso.
Lejos quedaron aquellas noches de algarabía y de jugar por cosas serias. El descenso es algo serio, es cierto, pero tener que salir a la cancha pensando en perder la categoría se torna estresante. Acostumbrados a tener objetivos altos, con la Liga Nacional como un gran anhelo, este presente es desolador.
San Isidro cerró un nuevo certamen. Lo único positivo a esta altura es que se mantuvo en la Liga Argentina. Tan triste decirlo como pensarlo, pero es la realidad. Será tiempo de hacer borrón y cuenta nueva. Pero no tanto. No se puede cambiar todo sin antes analizar. Sino no sirve de nada y de los errores también se aprende.
Algo que deberían tener claro para lo que viene, es ser sensatos con sus propias ideas.
Nada peor que mentirse a sí mismo y también a los demás. Es normal que cuando
las cosas vayan mal de la boca para afuera se pinte otro panorama, pero cuando
es muy notorio la mentira, hace mucho daño.
Fueron un cúmulo de equivocaciones los que llevaron a esto. Lo raro es que no parecieron haberse encarado como tales. Se veía una cosa pero contaban otra. Como una vida ficticia. Aunque algunas situaciones no se podían ocultar, eran demasiado evidentes.
La conferencia de prensa donde se presentó ya hace un tiempo al entrenador fue con bombos y platillos. Ese día se habló de un supuesto "proyecto", palabra tan bastardeada en el deporte, como pocas.
Desde ese momento nació la primera mentira, que llegó desde la cúpula. A la primera de cambio y cuando los resultados no acompañan, la continuidad del DT está en juego. No hay excepciones. Solo los dirigentes sabrán porque no se cumplió lo dicho por abajo, sobre la salida inminente de Pagura.
Los cambios de jugadores fueron constantes, por diferentes situaciones, pero nunca se dejó de pensar en tener una plantilla con jugadores de experiencia. Ni hablar de lo ocurrido con los extranjeros, que fueron "manotazos de ahogado", aunque con Okoye dieron en la tecla, pero tarde. Apostar a los juveniles no era una opción.
Justamente, otro momento de mentira, que se extendió por un periodo tan largo como ordinario, fue hacer creer desde el cuerpo técnico que los juveniles tenían un rol protagónico. No existe entrenador que se juegue el puesto confiando en los "pibes". Tampoco está mal que así sea, el trabajo es de uno y hay que conservarlo, pero tampoco hay que esconder. En los pasajes "calientes" las fichas mayores salían a escena. En más de una oportunidad los chicos estaban solo para aplaudir y, algo raro, es que de visitante incluso ni viajaban.
Más allá de esto y así como en estas situaciones se resalta lo malo, hay que destacar lo bueno. Pagura en más de una ocasión dijo que no estaban a la altura de las circunstancias.
Para culminar esta montaña de "mentiras", los jugadores no paraban de decir que hacían lo imposible por ganar de visitante. Hacían lo justo y necesario, lo cual no alcanzaba. Fue llamativo ver que los partidos, en repetidas ocasiones, duraban tan solo 5 minutos. Un equipo sin alma, que ante la primera ventaja considerable del rival bajaba los brazos y se entregaba a una derrota, porque ya era algo normal y así se tomaba.
No había otro desenlace posible. El final de la película fue muy predecible. Por fortuna, hubo un equipo peor. Solo eso lo salvó. Ahora habrá que replantearse muchas cosas. A esperar lo que viene y soñar con un futuro mejor.