Su abuela pidió que la abortaran, pero su madre la tuvo y la entregó en adopción: hoy lo puede contar
Romina nació en Mendoza pero de bebé llegó a San Francisco donde fue adoptada por un matrimonio. Su destino iba a ser otro, sin embargo su madre biológica le dio la oportunidad de vivir.
Cuando Romina Carnevale apenas nacía en el vientre de su madre, Graciela Hidalgo, quien iba a ser su abuela biológica pidió que la abortaran. No importaba cuánto le iba a salir, ella igual lo iba a pagar. En caso de que eso no ocurra, fue tajante al obligarla a esconderse durante nueve meses, decisión que la joven mujer tomó para luego, a los once meses, entregar en adopción a la niña. Todo esto pasó en Mendoza, a comienzos de la década del noventa.
Amor "cabrón"
Graciela Hidalgo tuvo un amor pero no terminó bien. Pese a ello, entre idas y vueltas nació su primera hija. Sin embargo, el hombre se fue y las abandonó. La joven era de una familia de las que se dice "tienen buen pasar" y con este tropiezo asumieron los hechos ya consumados.
Menos de un año después, este hombre volvió a aparecer y la historia se repitió porque Graciela quedó embarazada nuevamente.
"Mis abuelos tenían mucho dinero y mi abuela para no quedar mal por el que dirán, como ya tenía una hija le dijo 'otro no te aguanto', o abortás o te escondés nueve meses. Ella estaba dispuesta a pagar un aborto, lo prefería", relató Romina Carnevale.
Sin embargo, la mujer optó por desaparecer: "Como mi mamá se oponía a abortar estuvo nueve meses en un cuarto, de tal forma que mi abuelo nunca se enteró. Usaba ropa holgada, se fajaba, trataba de evitar varias situaciones. Tanto así que sólo sabían dos tías. Era una vergüenza", subrayó.
Enojo y frustración
Graciela tenía la opción y los medios pero evitó la clandestinidad y le dio la vida a una hija no solo con el parto, sino también con la adopción. Por eso el "pañuelazo" que se realizó días atrás fue la gota que derramó su vaso.
"A mí lo que me toca mucho del aborto es que lo dicen sin pensar qué va a pasar, nos dicen se pierde una vida y el otro que no hay vida. Pero es más que eso porque si vos te ponés a pensar, conmigo no hubieran matado a un feto o vida sino a dos", manifestó.
Como todo, el aborto "presenta riesgos" en opinión de esta mujer, quien afirmó: "Eliminás una historia completa, una vida y una familia. Pasé de ser un aborto a poder dar otra vida. Hay que entender que podés adoptar, usar anticonceptivos que son gratis, no tenemos que llegar a poner en riesgo la vida de nadie", reflexionó.
Nace otra historia
Cristina Giaghischia y Sergio Carnevale se casaron en nuestra ciudad en 1984. La mujer tenía problemas neurológicos, por lo cual fue intervenida tres veces. Agrandar la familia para los dos era una tarea de alto riesgo, así que optaron por anotarse y presentar todos los papeles como adoptantes.
El tiempo pasó, la enfermedad de Cristina se estancó y se controló. El hijo no llegaba hasta que un día sonó el teléfono y le dieron 24 horas para ir a Mendoza porque existía una real posibilidad de adopción. Era ese momento o quien sabe cuándo.
"¿Betty? Nos vamos a Mendoza porque hay un bebé para adoptar, prepárate, vas a ser la madrina", fueron las palabras que Romina cuenta que su mamá expresó en aquella época cuando corría el año 1990. "En el camino fueron comprando cosas, porque ellos no tenían ni un pañal, nada preparado", agregó.
Romina había nacido hacía once días enHospital Lagomaggiore y su mamá, antes que le den el alta, dijo que la daría en adopción. La beba quedó esperando a sus futuros padres y Graciela Hidalgo que la parió volvió a su pueblo a 300 kilómetros tierra adentro sin nada y en compañía de unos familiares que "la pasaron a buscar".
Romina creció, disfrutó de un padre y una madre. Era feliz y una niña mimada y amada, pero a sus tres años todo cambió. "Mi mamá se enfermó de nuevo cuando tenía tres años.Ahí me dijeron que era adoptada. Ellos nunca me negaron la identidad, me explicaron que eran mis papás del corazón y tenía otra mamá que me dio en adopción porque no me podía tener".
Saber esto a Carnevale no le cambió su vida, siguió inalterable y disfrutaba de su entorno familiar. Pero a los cuatro años la vida la golpeó de nuevo, la luz que su madre irradiaba se apagó y quedó sola con su padre.
La revelación
A los quince años, Romina fue agasajada por su familia, como toda adolescente de esa edad. Su padre estaba orgulloso de verla crecer. El hombre le hizo un regalo particular, la llamó y entregó una carpeta donde decía cómo y quién la trajo al mundo.
"No le di bolilla en ese momento, era rebelde", reconoció la hoy joven madre. Su papá sabía porque hacía esas cosas, estaba enfermo pero ella no lo sabía. Cuando Romina tenía 18 años, él empeoró y más tarde falleció, pero no se fue de esta vida sin volver a decirle lo mismo: "buscala".
Aun a regañadientes pero por el interés de su amiga y su novio emprendieron en 2011 un viaje a Mendoza. El punto de partida fue el hospital donde nació y gracias al contacto de unos amigos que hicieron en el camino encontraron a ocho mujeres que se llamaban igual que su madre biológica, Graciela Hidalgo.
"Siempre se bajaba mi novio por las dudas y preguntábamos, nos hicimos amigos de todos", rememoró emocionada. Al final solo quedaban dos nombres que tachar y una "no tenía paradero conocido".
Lejos de desesperarse, se arriesgaron una vez más. "Fuimos hasta el pueblo La Consulta a 300 kilómetros de la capital pero no entendíamos cómo fue desde tan lejos a dar a luz un hijo. Teníamos la dirección de mi abuelo biológico pero nos dijo que ella vivía en otro pueblo cercano".
Recorrieron otros 20 kilómetros para poder hallarla. Graciela Hidalgo era conocida en el pueblo, tenía un negocio donde fueron atendidos por el actual esposo de la mujer. "Mi novio no quería decirle por qué fuimos y él le contestó que no tenían secretos y terminaron a las piñas", describió Romina.
Fue en ese instante que rápido y sin preámbulos se escuchó: "¿vos tuviste una hija que diste en adopción?"
Las lágrimas brotaron, la escena dolorosa y feliz al mismo tiempo se coronó con la intervención de Romina. "Somos muy parecidas y no hubo tiempo de explicaciones. Me abrazó y pidió disculpas. Entré a su casa y empezó a venir gente de todos lados. Me presentó a mis hermanos. Ella les contó la historia y no les ocultó nada", narró la joven.