Fórmula 2
Soñar en grande: la historia de Nico Varrone
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El bonaerense de 24 años fue confirmado como piloto titular del equipo Van Amersfoort Racing en la Fórmula 2, la categoría antesala de la Fórmula 1. Detrás de su ascenso, hay una historia de sacrificio, resiliencia y talento que nació en un taller de Ingeniero Maschwitz.
En Ingeniero Maschwitz, el ruido metálico de las herramientas siempre fue la banda sonora de su infancia. Entre autos desarmados, olor a nafta y charlas sobre motores, Nicolás Varrone empezó a construir, sin saberlo, el camino que lo llevaría a rozar el sueño más grande de cualquier piloto: la Fórmula 1.
Hoy, con 24 años, Varrone acaba de dar un salto histórico. Fue confirmado como piloto titular del equipo Van Amersfoort Racing (VAR) en la Fórmula 2, la categoría antesala de la Máxima. Una puerta que, más que abrirse, se ganó a fuerza de talento, resiliencia y una perseverancia que roza la obstinación.
Hijo de dos pilotos amateurs que se conocieron en los circuitos del Sport Prototipo, Nicolás creció literalmente entre fierros. “Yo me crié en un taller”, suele contar. “Estaba todo el tiempo con los autos, de carrera o de calle. Era mi mundo”. Esa herencia se convirtió en vocación cuando, a los siete años, se subió por primera vez a un karting en el circuito de Zárate.
A partir de ahí, todo fue cuesta arriba. El automovilismo, deporte donde el talento se mide tanto como el presupuesto, no perdona bolsillos flacos. Pero él se las ingenió. Sin poder entrenar cada semana ni cambiar neumáticos cuando debía, competía igual. Aprendió a convivir con la desventaja como parte del juego. Su padre fue claro: “Si querés hacerlo, te la tenés que bancar sin excusas”. Y Nico lo hizo.
Su historia podría haberse torcido por un simple descuido adolescente. A los 15 años, recibió un mensaje por Facebook Messenger. Era José Manuel Balbiani, ex piloto y futuro representante, que lo invitaba a correr en Europa. Nicolás no lo vio durante cuatro meses. “Facebook ya no lo usaba nadie”, recordó entre risas. Por suerte, el destino lo esperó: Balbiani estaba en Buenos Aires, se reunieron y el sueño europeo comenzó a tomar forma.
Llegó al Viejo Continente sin grandes recursos, con más pasión que certezas. Compitió en diversas categorías, muchas veces al borde de quedarse sin asiento. “Tuve momentos en los que sentí que se terminaba todo —admitió—. No solo mi carrera, también mi vida. Porque si no corría, no sabía qué hacer”. Esa fragilidad se transformó en carácter. En 2023, ya bajo el ala de General Motors, Varrone logró una hazaña: ganó las 24 Horas de Le Mans y fue campeón mundial del Campeonato de Resistencia (WEC). Su talento para exprimir autos de rendimiento limitado llamó la atención en Detroit. Desde entonces, GM lo tiene bajo seguimiento.
Su desembarco en la Fórmula 2 no fue casualidad. Fue una exigencia directa de General Motors, que quería verlo en la pista más cercana a la F1 antes de considerar su incorporación al futuro equipo Cadillac, que debutará en la Máxima en 2026 con Sergio “Checo” Pérez y Valtteri Bottas como titulares. Para GM, el talento no tiene edad. A diferencia de las academias europeas, Cadillac evalúa rendimiento, no fechas de nacimiento. Por eso, aunque Varrone cumplirá 26 años en noviembre de 2026, su sueño de Fórmula 1 sigue intacto.
La temporada 2026 de la F2 lo encontrará debutando en Melbourne, del 6 al 8 de marzo. Correrá contra nombres de peso, entre ellos Colton Herta, reserva de Cadillac en F1, lo que promete ser un duelo directo dentro del radar del gigante estadounidense. Su objetivo inmediato es sumar los puntos necesarios para obtener la Superlicencia FIA, el pasaporte obligatorio para correr en F1. Hoy tiene 12 de los 40 que necesita, además de los 300 kilómetros de prueba que deberá cumplir en un coche de la Máxima.
De aquel chico que casi pierde su oportunidad por no abrir un mensaje a este joven que ganó en Le Mans y sueña con Cadillac, hay un hilo invisible: la convicción. “Siempre rendí bajo presión”, admite. Lo demostró cuando con un Porsche 963 privado se animó a pelearle a un Toyota oficial en Fuji, con los mismos frenos usados en otra carrera y sin repuestos. Lo suyo fue talento puro y coraje.
La historia de Nicolás Varrone tiene todos los condimentos de una película: drama, esfuerzo, momentos de duda, victorias épicas y un sueño que no se resigna. El chico de Maschwitz que se crió entre motores ahora mira de frente el horizonte más deseado del automovilismo.
Quizás el guión todavía no llegó a su escena final, pero el título ya se escribe solo: “De Le Mans a la Fórmula 2: el argentino que no dejó de creer”.
