Solidaridad que abriga
Visibilizar e identificar a quienes requieren ayuda se hace imprescindible. Como así también, se impone la convocatoria a toda la comunidad para que se haga realidad aquello de que la solidaridad, en tiempos invernales, es un abrigo indispensable.
El frío invernal ha sido, desde siempre, un factor condicionante en la vida de numerosas familias de escasos recursos. Aquí y en todo el mundo. La imposibilidad de abrigarse o de calefaccionar el ambiente en el que se vive termina generando problemas graves de salud o de otra índole. No es un secreto que el invierno es un enemigo de los pobres y los marginados.Quizás, uno de los peores.
Han llegado los primeros días fríos. Se avecina un invierno que se pronostica como bastante crudo, haciendo referencia a la irrupción de olas polares que provocarán temperaturas muy bajas durante largos días. Al mismo tiempo, la crisis socioeconómica hace estragos en los estratos más vulnerables de la población, lo que obliga a las autoridades a adoptar medidas de asistencia social que apunten a atenuar los efectos del frío extremo.
Se conocen algunas de estas acciones dirigidas a paliar las consecuencias de enfrentar la rigurosidad del invierno sin las medidas de protección adecuadas. La campaña de las manos tejedoras es, entre estas actividades, una de las más conocidas. Así también, son varias las organizaciones no gubernamentales que trabajan con ahínco concentrándose en las necesidades de defensa frente a las inclemencias del tiempo que sufren numerosas familias sanfrancisqueñas.
Las urgencias sociales del actual momento determinan que, incluso en San Francisco, haya personas en situación de calle que deben pernoctar en condiciones precarias. Hasta allí también llega el brazo solidario de determinadas instituciones sociales y religiosas. Merece recordarse también aquella iniciativa de la "mesa digna" que, en 2019, servía una cena semanal a las personas en situación de calle. No obstante, la atención que debe darse al problema requiere de abordajes más abarcadores, de más atención y de un diagnóstico adecuado acerca de las necesidades que deberán satisfacerse cuando el frío extremo se haga efectivamente presente.
Esto determina que debe desplegarse con premura un trabajo asistencial oficial, en especial atendiendo a las familias en riesgo. La respuesta del Estado municipal en estos casos no puede demorarse. Y sería mucho más eficaz si se complementa con la enorme labor de las entidades que laboran para paliar los efectos negativos de las contingencias climáticas. La donación de frazadas o prendas de abrigo es la más factible de estas acciones. Pero quizás no alcance. Porque en algunos sectores el problema es la carencia de artefactos adecuados de calefacción o el desconocimiento de los riesgos que se corren al utilizar algunos dispositivos que terminan provocando intoxicaciones con monóxido de carbono, muchas de ellas con saldos luctuosos.
Se pueden enumerar varias otras acciones que permitan aminorar las consecuencias de la desprotección frente a los fríos extremos. Visibilizar e identificar a quienes requieren de estas ayudas se hace imprescindible. Como así también, se impone la convocatoria a toda la comunidad para que se haga realidad aquello de que la solidaridad, en tiempos invernales, es un abrigo indispensable.