Soderos: se volvieron “esenciales” esta cuarentena pero cayó la actividad
El tradicional sifón que el sodero deja en la puerta de las casas sobrevivió al paso del tiempo y ahora resiste a una pandemia, la que según aseguraron desde el sector, trajo la crisis más dura que les haya tocado vivir.
Desde que decretó la cuarentena el 20 de marzo no faltaron frases como "...para ganar esta batalla al coronavirus, hay mucha gente que tiene que seguir saliendo a la calle" y los soderos - sifoneros- son parte de este grupo de esenciales. Sin embargo, la actividad cayó hasta un 50 % respecto a los primeros meses del año.
Así, cuando todos los pronósticos suponían que la gente iba a consumir más soda al estar más tiempo en casa, la realidad fue otra, impulsada también por la competencia que va desde botellas de plástico y vidrio hasta las máquinas que permiten preparar la propia soda en el hogar.
"La gente se mide en su presupuesto porque no tiene para gastar. En realidad, gastan lo justo y necesario", advirtió Ángel Taborda, que es sodero desde hace más de 40 años.
El sodero en los barrios. Walter Allasino sigue recorriendo las calles de San Francisco cultivando un clásico oficio que resiste.
"Al cerrarse muchas actividades, entre las cuales se cuentan los hoteles, bares y confiterías eso hizo que durante mucho tiempo bajara notoriamente el consumo de soda", agregó un colega, Walter Allasino, propietario de "Sodas Mónica".
Pese a todo, estos trabajadores siguen recorriendo los barrios de San Francisco con sus chatas cargadas de cajones con la bebida gaseosa. Pioneros del delivery, trabajan puerta a puerta. Las familias los esperan con sifones vacíos para que les lleven lo mismo, pero llenos. Nunca paran. Ni siquiera en el medio de una pandemia, que los obligó a tomar los recaudos correspondientes. Y a eso el cliente lo valora.
Su día también lo pasaron trabajando, el 10 de abril, del Sodero en la Argentina. El oficio inspiró en el año 2001 a una ficción televisiva costumbrista llamada "El sodero de mi vida" protagonizada por Dady Brieva y Andrea del Boca.
San Francisco cuenta con una veintena de
soderías -sifoneros-, aunque son escasas las que en los últimos años
invirtieron en equipamiento para destacarse en la atención al cliente. Algunos tuvieron que ceder espacio a los
bidones de agua para subsistir, pero siguen defendiendo el oficio y mantienen
la tradición. Ángel es sodero desde 1978. En ese
momento comenzó a trabajar con su suegro hasta que en la década de los '90 se
mudó a la actual ubicación de Sargento Cabral 1338, en barrio 9 de Septiembre,
para dar nacimiento a "Soda 26", donde desde hace un tiempo se sumaron sus
hijos Cristian y Martín. Ubicado al lado del camión del reparto,
Ángel reconoció que por la pandemia "la actividad cayó un 50 %" mientras
explicaba que las razones de la caída en las ventas de soda se debía "a las
restricciones del horario y también a que la gente consume menos". "La gente se mide en su presupuesto
porque no tiene para gastar. En realidad, gastan lo justo y necesario", indicó
a LA VOZ DE SAN JUSTO. Cada cajón de soda está compuesto por 6
sifones de 1,250 cc. cada uno. El precio de cada sifón varía de acuerdo a los
distintos establecimientos. De todas maneras, el producto se puede conseguir a
un costo que oscila entre los 15 y los 20 pesos por unidad. En el caso de Taborda, tiene una
producción de 2.000 sifones por semana mientras que antes del coronavirus, con
un clima más benigno para consumir bebidas "vendíamos un 50 % más que ahora"
llegando casi a los 3.000 sifones por semana. Walter es el propietario del establecimiento
ubicado en Alem 851, de barrio Consolata. Esta sodería funciona desde 1967,
cuando el fundador Miguel Gilli comenzó con la actividad. En 1992 se sumó su
yerno, Walter Allasino, y desde entonces desarrolla esta tarea de manera
ininterrumpida. Al igual que lo señaló su colega,
Allasino reconoció que "hubo varios cambios en el hábito de consumo de las
familias" que derivó en una menor venta de soda. "Al cerrarse muchas actividades, entre
las cuales se cuentan los hoteles, bares y confiterías eso hizo que durante
mucho tiempo bajara notoriamente el consumo de soda", explicó. No obstante esta situación no se advertía
de manera uniforme en los hogares ya que según él, "al estar más tiempo en la
casa, sobre todo en las primeras etapas del aislamiento, la gente consumía
más". De todas maneras, a modo de balance
coincidió en señalar que "la venta de soda cayó un 50 %". El consumo familiar de soda varía de
acuerdo a las costumbres. "En mi caso suelo dejar entre uno y dos cajones por
semana". Luego de haber atravesado varias crisis
económicas, Allasino no dudó en señalar que lo ocurrido en esta ocasión "ha
sido lo más grave que me tocó vivir" porque "los comedores, restaurantes y
hoteles están cerrados y eso hace mucho la diferencia. En otras ocasiones, si
bien hubo crisis muy duras, había actividad y eso ayudaba"."La gente se mide en su presupuesto"
Herencia. Ángel Taborda incursionó en la
actividad junto a su suegro.
La crisis más dura