Sobre la “propiedad” de los valores
El salvaje crimen de Fernando Báez Sosa a manos de una patota de jóvenes jugadores de rugby ha conmocionado al país. No está mal que se expliciten los valores que rigen una actividad deportiva. Es cuestionable, no obstante, que se pretenda sostener que solo en ese deporte se enseñan y vivencian, estableciéndose así una supuesta imagen de superioridad hacia otras actividades, lo cual, a la luz de la recurrencia de algunos acontecimientos tales como el terrible suceso de Villa Gesell, es una falacia.
El salvaje crimen del que fue víctima un joven a manos de una patota de jóvenes jugadores de rugby en Villa Gesell ha conmocionado al país. La repercusión mediática del caso y sus características determinaron que las opiniones se disparasen hacia todas las latitudes. Una vez repudiado el tremendo asesinato y formalizado el reclamo de que la Justicia impere para sancionar a sus autores, en algún aspecto sería importante profundizar la discusión social sobre una de las trayectorias sobre las cuales versa actualmente el debate público. En este caso, la cuestión de los valores.
Desde que se conoció el luctuoso episodio, muchas voces se han expuesto en el debate sobre los valores del rugby como deporte y su internalización por parte de los jóvenes jugadores, protagonistas de acciones violentas y aborrecibles. Inmediatamente se señala que no son los valores que este rudo deporte enseña. Todos los que tienen vínculos con este juego expresan su visión con el mismo argumento.
En este marco, asoma como primera necesidad conocer cuáles son esos valores. La Unión Mundial de Rugby definió cinco principales: respeto, integridad, pasión, solidaridad y disciplina. Llama la atención que se los presente como valores esenciales de solo un deporte cuando la empatía hacia el otro, la honestidad, el "juego limpio", el trabajo en equipo, la lealtad, el compañerismo y el respeto a la ley son conductas que se incluyen en el significado de los principios que se auto adjudica el rugby, pero exceden largamente su ámbito. Constituyen la centralidad de lo que debería ser la convivencia humana. Esto significa que la humanidad es portadora y depositaria de estos valores. Es decir, no está mal que se expliciten los valores que rigen una actividad deportiva. Es cuestionable, no obstante, que se pretenda sostener que solo en ese deporte se enseñan y vivencian, estableciéndose así una supuesta imagen de superioridad hacia otras actividades, lo cual, a la luz de la recurrencia de algunos acontecimientos tales como el terrible suceso de Villa Gesell, es una falacia.
Durante siglos la filosofía ha intentado definir, clasificar y establecer criterios sobre lo que significan los valores. Las posturas de los pensadores a lo largo de la historia recorren un amplio espectro que va desde su objetividad y universalidad hasta el ultra relativismo y la negación de su existencia. Sin embargo, los estudios de la ética y la moral -aun con diferencias sustanciales- parecen acordar que, en un marco de ejercicio de la libertad, significan principios que contribuyen a la adaptación social de las personas y permiten la autorregulación de las conductas. Por lo que se observa, el verdadero sentido de la libertad no parece comprenderse en algunos ámbitos sociales. Así como tampoco la verdadera utilidad de los valores para la convivencia que, por más que haya empeño en declamarlos como propios, no son posesión de un deporte en particular.