Historia
Singular reclamo de amas de casas al servicio de colectivos
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Entre algunos extraños pedidos que la sociedad ha requerido a las autoridades a lo largo de la historia local, éste es uno que merece ser bien ubicado en el ránking de nuestras rarezas.
Arturo A. Bienedell
Es sabido que en décadas anteriores y hasta fines del siglo XX, existía un interés marcado por concurrir a los cementerios para llevar flores, rezar junto a las tumbas o acompañar a los difuntos en días especiales, aniversarios de fallecimientos, fechas de cumpleaños y ni que hablar de los días de la Madre, del Padre o de los Santos y de los Muertos.
La costumbre fue declinando conforme se hicieron menos rigurosos los cultos en torno a la muerte. Los velatorios, desde la década de 1960, se mudaron del domicilio particular a las salas de las empresas fúnebres y, ya en el siglo XXI, se impuso la cremación de los cuerpos. Desde la década de 1990 no hubo en el cementerio municipal -el principal de los tres que tiene la ciudad-, nuevas construcciones de panteones particulares, salvo contados casos y solo hubo obras encaradas por la Sociedad Italiana y otras de nichos por parte del municipio.
Volviendo a 1971, en su edición del 3 de abril, LA VOZ DE SAN JUSTO publicó una noticia en un recuadro a una columna titulada “El horario del ómnibus al cementerio”. Detrás del simple titular se escondía una noticia por lo menos curiosa. Textualmente anunciaba: “Un grupo de amas de casa nos ha hecho llegar una nota en la que exponen su queja porque los ómnibus del servicio urbano inician demasiado tarde el recorrido al cementerio, en horas de la mañana. Ello les impide, señalan, realizar normalmente las tareas del hogar a hora conveniente y dentro del menor término”.
“Todos los ómnibus tanto los de la línea “A” como los de la “B”, salen del Hospital a las 6 de la mañana, pero el que va al cementerio, lo hace dos horas y 15 minutos después, ello es a las 8.15. Por esa causa, el regreso deben hacerlo después de las 10, por lo que es evidente el poco tiempo que les resta para el arreglo de la casa y para la tarea de la cocina con miras a preparar el almuerzo y que, para los trabajadores, debe ajustarse a un horario en consonancia con el de sus trabajos”
“Piden en esa nota en consecuencia, que ese servicio se haga con un horario más adecuado, es decir que se delante de manera que los ómnibus nunca pasen por la Plaza Cívica, después de las 8. Consideran que esta situación tiene que ser comprendida por la empresa y descuentan que la buena voluntad de sus autoridades hará que se contemple la posibilidad de darle la solución que se solicita”.
Conocido esto nos preguntamos ¿cuál habrá sido la imperiosa necesidad de ir al cementerio a la mañana, pudiendo hacerlo a la tarde, o los sábados o domingos?; ¿eran tantas las amas de casa que concurrían por la mañana a la necrópolis que justificaría que la empresa cambie sus horarios para satisfacer el pedido?; ¿solo las amas de casa iban al cementerio a la mañana?; ¿qué pasaba con las empleadas, las docentes, las profesionales que también podrían tener ese interés?
Como conclusión, al parecer las autoridades de la empresa no tuvieron “buena voluntad” ni “contemplaron” la posibilidad de dar una solución, porque no atendieron el pedido frustrando la fúnebre y piadosa costumbre. El tiempo se encargó luego de “enterrar” la noticia hasta que, hojeando viejos ejemplares, volvió a luz para despertar, más de medio siglo después, aquellos interrogantes.
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