Ser madre después de haber perdido un hijo: “No significa borrar el pasado”
Un embarazo después de pérdida. Tras la muerte de un bebé, algunas mamás no desean tener otro hijo. Otras, como Vanesa, están seguras de querer volver a intentarlo. Una historia conmovedora.
El 29 de marzo de 2016, un accidente doméstico se llevó la vida de su tercer hijo, el más pequeño, Mateo, de apenas 17 meses. Pero la fortaleza y el avance de la ciencia le dieron a Vanesa Giraudo la posibilidad de volver a ser mamá de un varón. Le dio esperanza tras la experiencia emocional más devastadora para una mujer.
La alegría de la llegada de Bautista, hace cuatro meses, se suma el dolor que permanece por la pérdida de Mateo, pero este nuevo bebé los iluminó como el arcoíris al cielo después de la tormenta, en una fecha cercana al primer aniversario de la pérdida más desgarradora.
"Es importante entender que volver a ser madre no significa borrar el pasado, sino que te hiciste más fuerte y has aprendido a vivir con ello", confiesa Vanesa a LA VOZ DE SAN JUSTO, rodeada del afecto de los suyos, sus hijas Victoria, de 9 años, y Valentina, de 7, y su esposo Cristian Giordano.
"Mateo tenía 17 meses, este octubre hubiera cumplido 3 años. Al principio, no quería saber nada con otro embarazo, el temor me ganaba. Pero mis hijas, todos los meses le escribían una carta a la cigüeña. 'Mamá, ¿no te contestó la cigüeña?', era la pregunta repetida", recuerda la mujer de 33 años.
Vanesa y Bautista
Transitar el duelo y una nueva vida
No era solamente el miedo a volver a sufrir lo que detenía a Vanesa; tras el embarazo de Mateo -que significó su tercera cesárea-, junto a su marido decidieron someterse a una ligadura de trompas, como método anticonceptivo, lo que le imposibilitaba quedar embarazada. Pero el avance de la ciencia y la recomendación de una amiga, allanaron el camino para una fecundación in vitro y en el primer intento, llegó el embarazo, el cuarto para Vanesa.
Confiesa que volver a sentir "pataditas en el vientre" la reconciliaron con la vida. "Era animarse de nuevo al desafío, y de a poco. Era volver a confiar, volver a apostar a la familia; volver a apostar a la vida -afirma Vanesa-. Nosotros somos creyentes, pero admito que primero me enojé con la vida, con Dios. ¿Por qué me pasó a mí?, me preguntaba. El duelo es lento".
Irremplazable
"Un bebé nunca reemplaza a otro; el amor es el mismo hacia los dos", sostiene convencida. Vanesa sabe con creces que tras la pérdida de un hijo, el vacío y la tristeza quedan, pero cuando llega otro bebé, llega con él una nueva oportunidad de amar.
"Bautista no vino a reemplazar a Mateo, cada uno tiene su lugar en mi vida, eso lo tengo claro. Yo tengo cuatro hijos", asevera sin poder aún salir del asombro que le causó el parecido físico entre los dos bebés, que ya anticipaba la ecografía.
"Son dos gotas de agua. Mateo era una bebé feliz, movedizo, andaba, gateaba, caminaba, se trepaba... era un niño alegre. Ver hoy la carita de Bauti, es como ver a Mateo. En cuanto al carácter, Bautista parece que será más tranquilo, pero igual de alegre y espontáneo", cuenta la mamá emocionada.
"Las hermanitas querían que sea varón, a mí me daba lo mismo. Lo importante era volver a ser mamá. Sería mi cuarta cesárea, por ello había que cuidar que no fuese un embarazo múltiple, por los riesgos que esto implicaba", agrega.
Vanesa y Mateo
Aprendizaje
Como toda tragedia, el aprendizaje significa la parte llena del vaso. Y el caso de Vanesa no fue la excepción. "La pérdida de un hijo puede unirte o separarte, a nosotros, nos unió como pareja y como familia", afirma.
"Cuando perdés un hijo, muchos piensan que te vas a tirar a la cama, pero yo no podía rendirme, tenía dos hijas más que dependen de mí y que tenían que verme bien para estar bien ellas".
"Poco antes del fallecimiento de Mateo, cambiamos a las nenas de escuela -recuerda-. Cuando pasó lo peor, sentí que mucha gente que conocía hacía poquito tiempo, era como si la conociera de toda la vida. Padres, compañeritos de las nenas, maestras, todos nos abrazaban en nuestro dolor".
"La muerte de Mateo causó un clic en mi vida; cambiaron mis prioridades, aprendí a no hacerme problema por cosas que realmente no son graves, porque nada es más terrible que la pérdida de un hijo", expresa Vanesa, que cada mañana se levanta para seguir adelante, en su casa de Plaza San Francisco y al frente del almacén que posee en barrio Roca.
"Mi mayor deseo como madre es que mis hijos sean unidos entre hermanos, que ante cualquier problema dialoguen, que no se enojen por superficialidades", reflexionó.
Un bebé arcoíris
"Siempre digo que Bautista es mi bebé arcoíris. Su llegada fue una noticia cargada de alegría que ayudó a empezar a despejar los nubarrones", cita Vanesa, y comparte parte de un texto que la ayudó a reponerse, además del apoyo de su familia y amigos, que fueron el sostén fundamental, claro.
"Un bebé arcoíris es un niño que nace después de la pérdida de un bebé anterior. Es el entendimiento de que la belleza de un arcoíris no niega la ferocidad de la tormenta. Cuando aparece un arcoíris no significa que la tormenta nunca sucedió o que la familia no está lidiando con su dolor. Lo que significa es que algo hermoso y lleno de luz apareció en medio de la obscuridad de las nubes. Las nubes de tormenta pueden todavía amenazar, pero el arcoíris provee un balance de color, energía y esperanza.
Un bebé nunca reemplaza a otro, como no se le niega el amor que se le tiene a los dos, por el vacío y la tristeza que se puede quedar con nosotros y cuando llega un nuevo bebé, llegan con él nuevas posibilidades de amar, sanar, alegría y muchísimas ilusiones".