Se revelan, se niegan a cerrar un ciclo
Presagios del día después de la locura llamada "Nigeria". Las horas pasan y la adrenalina baja. Volvemos a ser seres racionales y no emocionales. Desde San Petersburgo, el análisis pos "locura" y la predicción de lo que se puede venir.
Por Luciano Olivero
Los jugadores corren y se abrazan como en la conquista de un campeonato de infantiles, con esa euforia, con una ingenuidad como si fuese algo nuevo, nunca antes alcanzado; así me pareció ver a Messi entregándose a un festejo que además, es catarsis y liberador de tensiones.
También anduvo mezclado ese poco que queda de Ángel Di María, que ya no puede más y se afloja en llanto; otro que no pudo disimular la conmoción fue el Pipita Higuain, apuntalado por los más de 30.000 argentinos en el Zenit Arena durante gran parte del partido, hay muchos que se perdieron en ese paisaje cargado de emoción y otros sencillamente, contemplan la multitud que ruge como nunca antes tan lejos de nuestro país.
Tampoco resultó cómodo no integrarse desde el sector de prensa, colisionaron en ese espacio finito, el deber y el placer de convertirnos en uno más de los desaforados con camisetas celestes y blancas que se resistían a dejar el colosal recinto en San Petersburgo a orillas del Báltico.
Si hasta tuvo poesía la escena, no podía haber otro lugar más ideal sobre el planeta para tanta sensibilidad, justamente en esta tierra donde el arte se derrama a borbotones y la historia de la resistencia heroica en tiempos de la guerra, conmueve y se fusionan con un delicado equilibrio.
La Selección Argentina, acababa de dejar atrás, días truculentos con aires de fracaso inminente; la pesadilla de 2002 renovada con la carga de banalidades que este mundial desnudaba, se habían convertido en lapidarias; sin embargo, cuando ya parecía que todo se confirmaba, Marcos Rojo tuvo una corazonada, se midió en el área de los africanos y con un derechazo memorable luego de un gran centro de Mercado, la puso abajo y para siempre, postergando para más adelante, ese debate elemental que el fútbol argentino se debe, para no quedar bajo los efectos de un anacronismo irreversible.
Estos tipos no se podían ir, siguieron celebrando no haber tocado fondo, saben que todos estaban agazapados para encolumnar reproches y descalificaciones, algunas pertinentes sin duda y ese grito del final, otorgó algo de credibilidad y permitió, no solo seguir ligados a este circo monumental, sino también, pasar a otra instancia donde por las características del rival a encontrar en los próximos días y cierta fragilidad que no se puede erradicar del propio juego, lo mostrará llegando de punto, un rol extraño que puede distenderlo favorablemente.
Todavía hoy, el día después, parece que están en el campo de juego, son unos 20 a los que se le suman algunos colaboradores que estimulan la continuidad de esa fiesta, que acaso no se corresponda con la instancia pero si, con el delicado momento deportivo que se atravesaba.
Fue una comunión perfecta entre la felicidad que se transmitía desde adentro, con el aliento abrazador de los que se terminaron convirtiendo en pieza clave para que no se cayera todo a pedazos a poco del final del partido.
Pasaron más de 15 minutos y todavía no se querían despedir, es más, volvieron al círculo central para escuchar los bises de ese coro impresionante que insiste con el nuevo hit, donde se fusionan Messi y Maradona, un canto que cala hondo y derriba cualquier tendencia que se quiera aplicar musicalmente hablando.
Nunca me toco asistir a un fiesta semejante, después de una victoria en una fase de grupo, esas voces llevaban mensajes de aliento, presión y ahora, de ilusión, un resumen del temperamento de nuestra gente en estado puro.
Ahora sí, me parece ver todavía a Lionel Messi tomando la decisión de llevarse a sus amigos al vestuario regalando las ultimas palmas a quienes deben ser considerados como artífices de esta victoria épica; todos empujaron esa pelota que impulso Rojo hacia el arco de Uzoho y el grito se propagó por todo un país que respira fútbol, aunque a veces, esa respiración se convierta en un jadeo que atenta contra la salud pública.
La Argentina sigue en el Mundial, no sé si lo merecemos pero el sábado cuando el himno vuelva a sonar, en este caso en Kazán, renovaremos todas las promesas y celebraremos esa pertenencia que no tiene rivales. Me da la sensación que estos se revelaron y se niegan a cerrar el ciclo, sin llegar a lo más alto de la gloria. Ojalá Dios quiera, que así sean las cosas.