¿Se avecina una crisis energética?
El contexto no es el mejor. Y la preocupación crece. En especial en el interior del país, sujeto siempre a las caprichosas decisiones que se toman en el puerto en materia energética.
La tensión político - ideológica en el frente oficialista, las restricciones presupuestarias y financieras del Estado y la invasión de Rusia a Ucrania son citados por los observadores de la realidad como elementos determinantes a la hora de proyectar el futuro en muchos ámbitos de la vida nacional. Uno de ellos es el de la energía. Y la pregunta del título asoma con fuerza, porque varias voces ya han advertido que existe el riesgo de que el país no cuente con gas ni electricidad suficiente para atender la demanda en los próximos meses.
La difusión interesada de una carta del secretario de Energía al ministro de Economía en la que se advierte de la supuesta imposibilidad de no poder afrontar los pagos que devienen de la compra de gas y otros combustibles, así como el incremento de los precios y tarifas establecido por el acuerdo con el FMI y la realidad que devino de la guerra en territorio europeo son impactos poderosos que se acumulan en la ya débil línea de flotación de nuestra economía.
Resulta inaudito que la Argentina haya tenido que volver a importar gas para los hogares y para la industria. El país tiene la tercera reserva mundial de este combustible, pero debe pagar cerca de 7 mil millones de dólares anuales para comprar el fluido a otras naciones, debido a que desde hace años no hay inversión. Este relato es la descripción más fidedigna de la decadencia argentina de las últimas décadas.
En este marco, quienes tienen conocimiento de la realidad energética dan cuenta de que la crisis de nuestro país es severa. No existen las divisas para pagar las importaciones de gas y gasoil. Y tampoco estarían los pesos para que la cadena local de pagos no se destroce. Por lo mismo, el incremento de los precios internacionales establece una realidad que hace muy difícil cumplir con el tope al gasto público comprometido con el FMI para refinanciar la deuda con ese organismo. En definitiva, es muy factible la posibilidad de que industria y hogares vean resentida la provisión de gas en el invierno que se avecina.
Más aún. La energía hidroeléctrica es la más barata, pero depende del nivel de los cursos de agua. Y las lluvias en algunas zonas críticas no han llegado en la cantidad que se esperaba. Las precipitaciones en Brasil, donde nacen los ríos Paraná y Uruguay y en el oeste de la Patagonia, donde existen grandes represas como El Chocón, no han sido copiosas. Con ello, es posible que deba apelarse a otros recursos energéticos (más caros, por cierto) para mantener la actividad productiva y atender la demanda domiciliaria que crece exponencialmente en el invierno.
El contexto no es el mejor. Y la preocupación crece. En especial en el interior del país, sujeto siempre a las caprichosas decisiones que se toman en el puerto en materia energética y que han determinado, por ejemplo, una distorsión tarifaria enorme que sigue sin revertirse. Añadir a esta realidad los problemas de generación y el alza notable en los costos de importación son elementos más que suficientes como para que la pregunta del título adquiera razonabilidad y merezca ser atendida a la brevedad por las autoridades competentes.