Santi, el ucraniano que vive en Josefina y pide la libertad de su país
Santiago Tarditti Tarulli tiene 15 años y vivió hasta los 10 en Ucrania, su país natal. Hoy, desde Josefina, hace una lectura crítica de lo que ocurre en su país de origen, donde están muchos de sus familiares y lo hace como voz autorizada de un conflicto que duele.
Por Stefanía Musso | LVSJ
Desde la tranquilidad de su casa en Josefina, el celular y la computadora de Santiago no paran de reproducir información sobre la guerra en Ucrania que ya lleva más de dos semanas desde que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, decidió invadir el país europeo.
Santiago tiene 15 años y vive en la Argentina desde que tiene 10, cuando sus padres Helena Tarulli y José Tarditti decidieron convertirse en padres y él fue su regalo del cielo.
Ya adolescente, con una mirada crítica sobre lo que vivió durante diez años de su vida hasta venir a nuestro país, aún mantiene contacto con sus primos paternos que según él, están "resistiendo y aguantando" en la frontera con Rumania.
Aunque no recuerda el idioma, Santi viste en una de sus muñecas los colores de la bandera ucraniana, el pueblo que lo vio nacer, el que sufrió y sufre la guerra y por la que el eleva el puño de la lucha y la justicia desde este lado del mundo.
"Lo que siento sobre lo que está pasando es muy feo, no se lo deseo a ningún país del mundo", comenzó relatando Santiago a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Santiago eleva su muñeca con los colores de su bandera natal. "Mi enojo es con el presidente de Rusia, Vladimir Putin porque no está respetando que un país pueda ser libre y soberano. Muchos ucranianos detestan a los rusos porque nunca se llevaron bien desde el ´Holodomor´(el genocidio ucraniano que ocurrió entre 1932 y 1933 cuando el gobierno soviético sometió al pueblo ucraniano a una de las peores hambrunas de la historia. Este episodio es considerado un genocidio y constituye una de las mayores atrocidades perpetradas por el estalinismo) pero además, porque ellos siempre fueron los causantes del dolor en Ucrania".
"Rusia debe aceptar la libertad de un país y no te da derecho a armar una guerra. Es inhumano", afirmó el joven.
"Los niños son muy chiquitos para estar viviendo esto y no merecen sufrir porque a un país se le ocurre prohibir al otro unirse a una organización, ya sea la Unión Europea o la Otan, teniendo como resultado miles de personas heridas y muertas, familias destrozadas. ¿A quién se le puede ocurrir?", planteó el adolescente.
Santiago conserva contacto con su familia paterna en Ucrania. Él fue dado en adopción luego de perder a sus padres biológicos y los Tarditti Tarulli fue la familia al otro lado del mundo que lo cobijó. "Tengo muchos primos en Ucrania y el dialogo no es constante, aunque compartimos redes sociales. Ellos están en una de las ciudades importantes de Ucrania. Les escribí y me dijeron que están bien, aguantando pero que no descartaban evacuar e irse a algún país limítrofe"
La ayuda internacional
Como todo adolescente, las redes sociales son su conexión con la realidad pero sabe qué es verdad y qué no en este conflicto que trasciende una batalla entre países y ya está en el mundo digital. "Obtengo mi información por twitter que es el canal oficial donde se comunican presidentes y ministros. Es la fuente más fidedigna y verdadera. Hay una historia que circula en algunos medios que indica que Putin es la historia del villano mal contada y es todo lo contrario".
En este mundo globalizado, Santiago reconoce el apoyo del mundo ante la guerra. "Me alegra que sean tan solidarios como el caso de Polonia que acepta refugiados; España que envía armamento y otros están ayudando".
Sin embargo, su opinión sobre la Argentina es tajante: "La ayuda de la Argentina me parece mediocre porque por una parte, el gobierno nacional quiere aliarse con Rusia para entrenar militares argentinos en ese país, a la vez son neutrales. El gobierno es hipócrita porque no toma una postura".
"El mundo entiende lo que ocurre solo que algunos países lo hacen para asegurarse económicamente ya que Ucrania es el mayor exportador de aceite de girasol del mundo. Seguramente, además de ser solidarios buscarán lazos comerciales".
Sobre la posibilidad de postularse para ayudar a su país, Santi dijo que no lo descarta, pero lo haría para cumplir con una labor humanitaria. "Lo haría pero no de manera militar. Me gustaría ayudar desde el costado humanitario como brindar alimento a los refugiados y contener a las personas víctimas de esta guerra".
"Pienso que esto va a acabar pronto porque si bien Rusia tiene un gran poderío armamentístico que es viejo y maltratado, no es así económicamente como son los Estados Unidos que son potencia en todos los sentidos. Rusia sufrió más bajas en Ucrania en 10 días que Estados Unidos en la guerra de Irak o Palestina en 20 años".
"Desde que Ucrania se separó de la Unión Soviética, nunca paró su sufrimiento. Sufrió Holodomor, la guerra de Crimea y en la biología ucraniana es estar en guerra constante, no encuentra la paz. Ojalá la encuentre pronto", concluyó.
"No descartamos la idea de recibir niños ucranianos"
Como todo hijo único, a Santi siempre le hubiera gustado tener un hermano o una hermana. Sin embargo, el tiempo pasó y no hubo oportunidad hasta ahora, donde la guerra parece demostrar una vez más el dolor de tantos niños y niñas que quedarán solos en el más desgarrador contexto de una guerra. Por eso, los Tarulli que ya saben de la burocracia ucraniana, no descartan la idea de agrandar la familia o bien, recibir niños en guarda para ayudar al conflicto. "No lo descartamos, es una idea", dijo Helena.
"Cuando empezó el conflicto, y este dolor de familias desmembradas, a madres que huían solas con sus niños, y algunos solitos, me partió el alma y pensé qué podíamos hacer desde acá, cómo podíamos ayudar y aportar nuestro grano de arena en medio de tanta injusticia y brutalidad humana y más si es la tierra de origen de nuestro hijo la que está pasando por tanto horror".
En ese momento, la idea comenzó a inquietar a Helena, pero también a José Tarditti, su esposo y papá de Santi. "Tuve en mi cabeza la idea de adoptar, un niño o niña, no importa el sexo, pero sí dar amor, cariño, atención, contención a una criatura a quien la crudeza de la guerra les arrebató a sus padres tan injustamente. Lo que me alentó es saber que la Argentina otorgaría una ciudadanía humanitaria que duraría tres años".
"Cuando le comenté a mi marido, me había ganado de mano, ya que ya se había puesto en contacto con una monjita argentina que vive en Ucrania, y a quien conocimos cuando estuvimos allá".
"Nos van a tener en cuenta pero por ahora a los niños los están mandando dentro de Europa, porque no pierden las esperanzas de volver a su tierra en el futuro.
Si bien la situación es compleja, no cierran la puerta a esta posibilidad de agrandar la familia y dar una oportunidad a otro niño como ocurrió con Santi. "Debemos ponernos en contacto con la embajada de Ucrania en la Argentina, pero tenemos entendido que se están ocupando de otros temas por ahora.
"Para nosotros sería una felicidad enorme sumar un integrante más a la familia, y más por la situación que están viviendo esos niños ucranianos, es más le preguntamos a Santi nuestro hijo si le gustaría y nos dijo que sí", concluyó Helena.