Santa Cruz: el fracaso de una forma de gobernar
La provincia padece los trastornos derivados de una manera de hacer política basada en el control total de los resortes del Estado.
La difícil situación por la que atraviesa la provincia de Santa Cruz ha removido nuevamente la discusión acerca de la división política -llamada grieta- que existe en el país. Mientras por un lado arrecian las críticas contra una visión de la realidad determinante de una forma de gobernar que, quedó evidenciado, fracasó de manera estrepitosa, por el otro las culpas se adjudican a diestra y siniestra sin que nadie haga una mínima autocrítica.
Un similar atraso en los sueldos estatales hubiera sido desencadenante de graves problemas sociales en cualquier provincia del centro del país. Las manifestaciones tendrían condimentos violentos y la paz social se vería seriamente alterada, como ha ocurrido en algunos períodos oscuros de nuestra historia reciente. Con los ajustes del caso, teniendo en cuenta la escasa cantidad de población de Santa Cruz y su lejanía geográfica, lo que está ocurriendo es de una gravedad necesaria de justipreciar. De lo contrario, será complicado encontrar alguna solución.
Una gobernadora que no trepidó en afirmar que recibió una provincia quebrada se ve en figurillas para evitar que su discurso derrame culpas sobre la fuerza política a la que pertenece, que gobierna Santa Cruz desde el retorno de la democracia y, mucho menos, responsabilizar a muchos de sus familiares directos que ocuparon los máximos cargos de la administración en aquel distrito sureño.
Entonces, mientras las protestas en las calles suben de tono y ni siquiera el intenso frío las detiene, el régimen santacruceño envía voceros de toda laya a culpar a la Nación por la falta de apoyo ante la emergencia. En la vereda de enfrente, se desparraman cifras millonarias que supuestamente fueron ya enviadas a la provincia y se condicionan nuevos aportes a la adopción de medidas de fondo por parte del gobierno provincial. Como si esto fuese poco, el atolladero se magnifica por la repercusión nacional de informes periodísticos que agigantan la grieta hacia uno y otro lado.
En este marco, sólo queda claro que Santa Cruz padece los trastornos derivados de una manera de hacer política basada en el control total de los resortes del Estado, sin mayores incentivos a la producción industrial ni tampoco a la explotación de los innumerables recursos que tiene su territorio. El saqueo institucionalizado se pone en evidencia ante el simple recuerdo del multimillonario importe que recibió la provincia por regalías petroleras en la década de los 90, dinero del que no se conoce fehacientemente su destino, lo que acrecienta sospechas de todo tipo.
El populismo que el país vivió por espacio de una docena de años, lleva más del doble de tiempo experimentándose allá en el confín de la Patagonia. Hoy, el Estado forjado desde esa base de la teoría política, no puede pagar sueldos ni encuentra el rumbo para salir de una encrucijada que ha puesto a los santacruceños en una situación para muchos desesperante. El despilfarro de los fondos públicos, la corrupción, la contratación de oscuros personajes políticos con pasado en la Nación y el discurso permanente que echa culpas a otros pero que nunca mira hacia adentro son algunas de las razones de un emergente social cuya gravedad está fuera de debate y cuyas derivaciones aún son impredecibles.