Historias de Liga
“San Jorge es mi casa”: la historia de "Tavo" Yozwiak, el delantero eterno que vivió el fútbol como una manera de estar en el mundo
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El delantero que nació futbolísticamente en San Jorge,que pasó por Portugal, Paraguay y por media región, repasa una vida entera ligada a la pelota y al club que considera su segunda casa.
“Tavo” —así, sin apellido, porque en Brinkmann y en toda la zona no hace falta más— habla con la serenidad de quien ya recorrió todos los caminos que puede recorrer un jugador de la región. Su historia empieza donde empiezan casi todas las historias que valen la pena: en ese primer amor que marca para siempre. “Arranqué de cebollita en San Jorge. En Seeber no había fútbol, así que los que queríamos jugar teníamos que ir a Brinkmann. Eran doce kilómetros, pero parecía que vivíamos allá”, recuerda. La escuela, los entrenamientos, los viajes, los amigos: todo pasaba alrededor del club.
Hizo todas las inferiores ahí, desde cebollita hasta juveniles. Y cuando tocó asomarse a primera, se saltó una etapa: “En reserva jugaban muchos grandes, te golpeaban mucho. Así que cuando terminé juveniles pasé directo a primera. Alternaba, pero ya estaba ahí”. El final de ese año lo llevó a una prueba en Sportivo Belgrano. En enero ya vivía en San Francisco, metido en un mundo nuevo, profesional, desafiante.
El recorrido de “Tavo” no es una línea recta: es un mapa de idas y vueltas. Estuvo en Sportivo, viajó a Portugal para jugar en Estoril de la Segunda División. “Ahí jugué bastante. Alternaba entre titular y suplente. Allá no existe la reserva: son 35 jugadores y el que mejor está juega.” Tenía 19 o 20 años, una edad en la que todo se aprende de golpe. Después vino Paraguay, también en segunda, y más tarde el largo camino del fútbol regional: Tiro Federal, 9 de Morteros, 9 de Freyre, General Cabrera, otros regresos a San Jorge y otro puñado de camisetas que hoy recuerda entre risas y lagunas de memoria. “Volvía siempre. No sé si por costumbre o por amor, pero volvía.”
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En esa lista hay títulos que muchos envidiarían: dos o tres absolutos, varias ligas, tres aperturas seguidos, campañas inolvidables. Y, sobre todo, aquel Federal 2018 con 9 de Morteros, campeones invictos, global 7–2 contra General Paz Juniors. Después llegó la Copa Córdoba, un equipazo, un año perfecto. Pero cuando él lo cuenta, habla más de la gente que de las medallas. Los títulos aparecen, sí, pero no son el eje: son apenas una estación dentro de su recorrido afectivo.
La otra parte de su vida también estuvo siempre encima de la mesa: el trabajo. Hoy está en la Municipalidad de Seeber, pero desde siempre combinó horarios, viajes y rutinas para sostener las dos pasiones. “A mí no me pesaba entrenar después de trabajar. Para mí jugar al fútbol era un privilegio. Me pagaban por hacer lo que amaba.” Cuando estaba en el 9, entrenaba al mediodía. Salía rápido del trabajo, se cambiaba y manejaba hasta Morteros. Volvía tarde, cansado, pero feliz. Así durante años.
El retiro llegó este año, en la tercera fecha. Marzo, tal vez abril. El cuerpo pedía una pausa: una rodilla que molestaba, el desgaste de tantos viajes, la vida misma reclamando aire. “Jugaba Liga de las Colonias y Liga Regional. De enero a enero. Más de diez años así.” También pensó en los chicos del club, en dejarles espacio, en cerrar un ciclo. Tenía 44. Ya era hora.
Si uno lo imagina como 9 de área, se equivoca. “Siempre me vieron grandote y pensaron que era goleador. Y no. A mí me gusta más asistir que hacer goles.” Pasó la mayor parte de su carrera por afuera, muchas veces por izquierda pese a ser derecho. “En Freyre en 2012 no había nadie para jugar ahí, me pusieron y aprendí. Me gustó. Tenía más contacto con la pelota, más espacios.” Ahí encontró su lugar en el mundo: delantero por afuera, como se define en cualquier planilla.
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Lejos de la cancha, sigue intentando no despegarse del todo. “Estoy de ayudante acá en Las Colonias. Si dejaba de golpe, me iba a agarrar el bajón. Extrañás. Mucho.” Y para el futuro no descarta volver a su casa: “En San Jorge me gustaría estar en lo que sea: en un cuerpo técnico, en un gimnasio, en utilería… pero técnico no. Eso no.”
Cuando habla de San Jorge, la voz se le acomoda en otro lado. “Es mi segunda familia. O está al nivel de mi familia. Arranqué a los 8 años, me crié ahí. Tengo tatuajes del club, conozco a cada persona del barrio.” Todavía va a la cancha. Estuvo el domingo, estará el próximo. Sufre, disfruta, acompaña. No es un hincha más: es parte de la historia del club.
Opina también sobre el nuevo formato de la liga, la diferencia económica entre clubes sostenidos por cooperativas y los que dependen del esfuerzo de su gente, la distancia creciente entre realidades. “Para el jugador es ideal, pero para los clubes es durísimo.” Habla con la sinceridad de quien lo vio todo desde adentro.
Antes de despedirse, vuelve a lo esencial. Lo que nunca cambió. Lo que nunca va a cambiar. “Yo al fútbol lo amo. Lo amé siempre. Y a San Jorge también. Para mí es todo.”
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