San Francisco le pone su impronta al arte de la cuchillería
Aldo Merlino y Aldo Bonino son exponentes de esta artesanía en nuestra ciudad. A ellos llegan pedidos de "cuchillos a medida" para coleccionar, como regalo o "gustito" personal, reflejo de una vieja costumbre que sobrevive al paso del tiempo.
El cuchillo que papá tenía para comer el clásico asado del domingo tiene toda una historia detrás. No era un simple elemento que se sacaba para comer carne y se guardaba como si nada en el cajón de los cubiertos.
La historia de esos cuchillos dice mucho de quién es su dueño y es tan personal que ni siquiera cualquiera puede usarlo o heredarlo, es una que involucra también a un hombre en un taller dándole forma a un dibujo y transformándolo en "joyas" hermosas, o quizá una inicial para esa persona en particular.
Aunque sea por gusto personal, para regalar, tal vez como coleccionista o simplemente por placer, la gente sigue haciendo uso de la tradición de atesorar un cuchillo "a medida", y por eso todavía existen hombres que se dedican exclusivamente a este arte como Aldo Merlino y Aldo Bonino, que llevan a cuestas años de trabajo artesanal con una clientela que trascendió los límites de la ciudad y, literalmente, se mundializó.
Ambos abrieron ese espacio tan íntimo que es más que un lugar de trabajo, para compartir con LA VOZ DE SAN JUSTO los secretos del arte de la cuchillería.
Aldo Merlino hizo su primer cuchillo durante el Servicio Militar en la Escuela de Aviación de Córdoba a los 20 años. Hoy, sus piezas llegan a lugares como Canadá, Islas Canarias, Estados Unidos e Italia.
Una sana tradición
A los entrevistados los pedidos de cuchillos les llegan por distintos emisarios. Sus firmas están en las hojas y su sello tallado en los mangos. En ambos casos, la delicadeza y dedicación se dejan ver a simple vista, cada uno a su modo cumplen con los deseos de sus clientes.
Bonino contó que "busca conocer al cliente", manda los diseños y ellos "agregan o sacan detalles a la pieza". Cuando llegan a un acuerdo, el trabajo verdaderamente se pone en marcha.
Pero no todo es el dibujo, también se informa sobre la organización o las características de quien encarga el cuchillo porque el tallado debe reflejar también a quien confía en su arte, por eso elige trabajar en conjunto.
El hombre considera que el mercado de la cuchillería es amplio y tiene muchos vericuetos por donde un artesano puede adentrarse.
Sin embargo, reconoció que es preponderante el factor de la costumbre: "En nuestra zona estamos acostumbrados, mayormente los varones, al asadito del viernes con amigos donde se busca tener un juego particular. Yo voy pasando los dibujos y se va corrigiendo hasta que se obtiene la pieza deseada".
La idea de Merlino es diferente. Si bien destacó que la costumbre es importante también ejerce notoria influencia el coleccionismo y la propia fama de quien diseña.
"Tengo muchos clientes, algunos de ellos coleccionistas del país y el mundo. Trabajo maderas muy finas, tallo figuras en los mangos rostros, caballos, gauchos", sostuvo el también luthier, que se enorgullece de realizar un trabajo en el fileteado de los cuchillos que "hasta ahora no se lo pudieron copiar".
La fama lo avala. Sus trabajos trascendieron las fronteras y se encuentran en Canadá, Islas Canarias, Estados Unidos e Italia, por ejemplo.
Aldo Bonino diseña para cada cuchillo una
vaina especial, una tarjeta con la información de cómo y con qué se hizo y una
caja de fina madera para guardarlo.
Autodidactas de la primera hora
Cada uno con su técnica y motivaciones propias llevan adelante el oficio de artesano especializados en cuchillería. Bonino primero fue un empresario hasta que hace 20 años dijo basta y tras una charla con un amigo decidió arriesgarse y entrar en el mundo de la artesanía.
Del otro lado, Merlino empezó en un taller del que participó estando en el Servicio Militar que cumplió en la Escuela de Aviación de Córdoba. Ahí realizó su primera pieza una pequeña que añora y toma como referencia para diseñar nuevos trabajos.
En su taller de calle Paraguay al 1200, Bonino recordó aquella época en que era todo un principiante: "Era algo de lo que yo totalmente no tenía idea, después de un tiempo desarrollé mejor la técnica y por iniciativa propia di vueltas hasta que aprendí los secretos". Ahora practica el damasquinado, una técnica a la que se da el lujo de darle su toque personal.
Cada uno entrega su trabajo con su sello
personal en la fina hoja de los cuchillos que elaboran, también tienen su
propia vaina única y particular amoldada al tamaño exacto para que la pieza no
se mueva y genere peligro al maniobrar.
Los "dos Aldos" empezaron como autodidactas en el rubro, pero hoy son auténticos profesionales que con sus diseños ayudan a que pervivan en la memoria colectiva las más puras tradiciones esa de tener un cuchillo que hable en su hoja y mango de quien lo porta.