Análisis
San Francisco Expone: disfrute y reflexión
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El campo, al igual que la industria, no pide privilegios. Solo reglas claras y justicia tributaria. La tradicional exposición de la Rural, una vez más, debe ser la muestra cabal de que el interior no es un convidado de piedra en la economía nacional.
Este fin de semana, en la Sociedad Rural de San Francisco se vive una nueva edición de San Francisco Expone, una cita tradicional para la región y que cada año funciona como caja de resonancia de los reclamos de la producción. Se trata de una oportunidad magnífica para redescubrir la potencialidad de nuestro campo, la capacidad de nuestra industria y el espíritu emprendedor de nuestro comercio.
Nuestro decimos porque sentirse parte es la primera condición para reconocer la trascendencia de todas las actividades productivas y alcanzar la empatía necesaria para comprender las vicisitudes y los sobresaltos que desde hace varios años dificultan el trabajo de los argentinos, en una realidad signada por la incertidumbre.
El marco de la exposición de la Rural es propicio para el disfrute, pero también para la reflexión. Puede observarse el desarrollo tecnológico, la oferta de servicios, los adelantos genéticos y numerosos otros aspectos de la producción. Pero también es ocasión de encontrar espacios que aborden las cuestiones centrales que impiden, desde hace tiempo, el normal desenvolvimiento de las actividades económicas y productivas.
Así, asoma un tema recurrente: las retenciones. Ese impuesto, formalmente llamado “derechos de exportación”, que castiga la producción y que desde hace un cuarto de siglo se lleva una porción sustancial de la riqueza generada en el interior para sostener un Estado nacional insaciable, indiferente a la eficiencia y a las alternancias partidarias.
Movida por circunstancias financieras extremas originadas en los errores no forzados de quienes se autoperciben como brillantes financistas y azuzadas por una oposición irresponsable, ombliguista, que ni siquiera es capaz de una autocrítica por sus desastrosas anteriores administraciones, la fugaz eliminación de las retenciones, que duró apenas tres días, puso en evidencia tanto la magnitud de lo que se le extrae al sector como la necesidad impostergable de revisar este esquema tributario. En ese breve lapso, el flujo de divisas fue tan significativo que alcanzó para cubrir los objetivos oficiales de recaudación. Aunque generó el malestar de un amplio abanico de productores ante la sospecha de que el beneficio lo recibieron grandes corporaciones.
No es la primera vez que se abre y se cierra esta ventana de expectativa. Cada anuncio de baja temporal despierta ilusiones que rápidamente se transforman en fastidio. Las cerealeras, con su capacidad de declarar grandes volúmenes en plazos mínimos, son las principales beneficiarias, mientras que el productor mediano y pequeño, el que sostiene la ruralidad del interior, queda otra vez a la intemperie. En vez de previsibilidad, se consolida la incertidumbre. En vez de incentivos a producir más y mejor, se instalan la desconfianza y el desaliento. Es un contrasentido persistir con un tributo que desalienta precisamente la actividad más dinámica y competitiva que tiene la Argentina.
El campo, al igual que la industria, no pide privilegios. Solo reglas claras y justicia tributaria. A pocos días de las elecciones legislativas, se hace necesario insistir en que la política encuentre el modo de llevar adelante las reformas estructurales imprescindibles para que el país salga de un atolladero que lleva décadas. Por eso, en San Francisco Expone, una vez más, debe ser la muestra cabal de que el interior no es un convidado de piedra en la economía nacional.
En definitiva, la exposición tradicional que en octubre de cada año se lleva a cabo en la Sociedad Rural es una oportunidad estupenda para remarcar el ejemplo laborioso de los productores. Son esos valores de nuestros “gringos del campo” los que marcan el camino que debe recorrerse, con conciencia y sacrificio, aunado con el espíritu emprendedor que caracteriza a esta ciudad y que se plasma en una actividad industrial y comercial que, superando obstáculos de todo tipo y soportando la ineficacia de la dirigencia política para resolver los problemas, sigue apostando al crecimiento y la producción.