Rodeen a Messi

El eterno desafío para los técnicos de la selección hoy le toca a Sampaoli. Dybala e Icardi son sus elegidos para potenciarlo al máximo. El estreno de la propuesta será en un escenario bien chivo: Uruguay en el Centenario.
El primer técnico que lo dirigió de chiquito debe haber sido el único que no tuvo el problema: lo tiraba a la cancha y él hacía de las suyas, desparramaba rivales por toda el campo de juego y solito ganaba los partidos, por más que no se viera del suelo.
Luego, cuando la cosa se fue poniendo más seria y corría con un blanco en la espalda del acecho de los furtivos defensores adversarios, nació irremediablemente la necesidad de rodearlo. No porque ya no fuera capaz de ganar un duelo por sí solo sino porque para aprovecharlo en su máxima expresión hay que aportarle interlocutores, jugadores que interpreten su talento y lo ayuden a conseguir el objetivo.
Messi es sin dudas el mejor jugador del planeta, posiblemente el más grande de la historia, pero -ya se ha comprobado- eso no alcanza. Así como en el Barcelona necesitó del padrinazgo de Ronaldinho en sus inicios, la sociedad con Xavi e Iniesta más tarde y la complicidad de sus compinches Suárez y Neymar más recientemente, también reclama de buena compañía en la selección y eso es algo que todos los argentinos entendemos y también solicitamos.
Hoy, como lo fue para sus antecesores, el desafío para Sampaoli es rodearlo bien, darle alternativas en ataque, ponerle al lado a figuras que puedan absorber la presión cuando él se diluye en uno de sus vacíos futbolísticos.
No es que nadie lo intentó. Desde que Pekerman lo fue llevando de a poco y Basile lo imaginó en una dupla de fantasía con Riquelme, todos los técnicos echaron mano a lo mejor que había en el momento para contenerlo. Román se peleó con Maradona y no fue a Sudáfrica, Diego le puso a la Pulga a cracks como Di María, Tevez, Higuaín, Agüero para crear un frente de ataque soñado y a Verón como "mimador oficial". Pero no alcanzó. Todo lo contrario: el equipo se descompensó y el 0-4 contra Alemania fue el réquiem para un sueño que duró poco.
Poco cambió con Batista, que incluso insistió con Tevez en el equipo cuando era sabido que no era del agrado de Messi. La pronta eliminación de la Copa América 2011 precipitó la salida de un Checho que no pudo ni esbozar sus intenciones para el combinado nacional.
A juzgar por los resultados, Sabella fue quien más cerca estuvo de explotar al máximo el potencial del rosarino en la selección. Lo del DT fue más integral. Empezó por construir una solidez defensiva que era arto necesaria y también pensó en alternativas en el medio: apareció Biglia, también recurrió a Gago y a Enzo Pérez.
Adelante, la irrupción de Lavezzi fue como una brisa pasajera y entre la ausencia de Di María para el partido importante, los furcios de Higuaín y un Agüero que entró solo por ser "el amigo de..." se diluyó la posibilidad de levantar la Copa.
Martino rescató del olvido a Pastore y también indultó a Tevez luego de la ausencia en el proceso de Brasil. Fue más de lo mismo porque el equipo volvió a desinflarse en los partidos importantes y la gloria permaneció esquiva.
Bauza experimentó con Pratto pero tampoco lo acompañaron los resultados ni el tiempo de trabajo.
Hoy, Sampaoli se encuentra también ante el dilema o el desafío de darle la mejor compañía a nuestra máxima estrella.
Lo cortó a Higuaín y Agüero ya sabe que será suplente. Las grandes esperanzas tienen rostros jóvenes y en pleno auge como los de Dybala e Icardi.
Llegan en la cresta de la ola. Ya saben lo que es ser campeones y goleadores en un fútbol exigente como el italiano. Tienen ambiciones propias porque ya dejaron de ser promesas y son presente. Saben que es su momento y que pueden entrar en la historia como los laderos de Messi en una especie de trío mosquetero del fútbol criollo.
El cerebro y el talento de Dybala, la potencia y la efectividad de Icardi pueden ser los amortiguadores que se activen para que los altibajos de Messi no se sientan con tanta intensidad.
Además, para sumar lo suyo, seguirá presente quien -a juicio de quien escribe estas líneas- es el segundo jugador más importante que tuvo la selección en los últimos 3 procesos mundialistas. Di María no se salvó del "bullying" que el grueso del pueblo futbolero argentino desató sobre los jugadores de la selección luego de las famosas 3 finales perdidas. Pero si mantuvo su puesto a lo largo de todos estos años y bajo el designio de tantos técnicos de diferentes estilos, por algo será. Por algo será también que se mantiene hace rato en el radar de los grandes de Europa: Manchester United, Real Madrid, PSG e incluso suena en Barcelona de vez en cuando.
La apuesta de Sampaoli se completa con una línea de tres defensores que decante en más gente para el medio, que sume volumen y poder de recuperación, porque si hay algo que le importa a técnicos de la escuela de Bielsa como el actual entrenador de la selección, es robar la pelota lo más rápido y arriba posible.
¿Eso es todo? No, también hace falta que Messi aporte lo suyo. Sabemos que viene alicaído por la partida de Neymar y escapando de un clima no muy agradable en Barcelona. Sabemos que a veces suele "irse" y que la magia simplemente parece esfumarse.
El fuego sagrado no se apaga y él lo tiene. Habrá que ver si los compañeros que Sampaoli le eligió para el primer partido chivo (vaya si lo es) lo motivan a mostrar su mejor versión y podramos aspirar a un triunfo en el Centenario.