Sociedad
Rocío y su amor por los perros: de los desafíos del Asperger a su propia peluquería canina
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A los 23 años, Rocío Belén Bai cumplió su sueño al abrir “Patitas Mojadas”, una peluquería canina en el centro de San Francisco. Superando el síndrome de Asperger y años de bullying, Rocío atiende mascotas de dueños y perros rescatados, devolviéndoles cuidado, cariño y dignidad.
Rocío Belén Bai tiene 23 años y hace poco abrió su propia peluquería canina en pleno centro de San Francisco, en Alberdi 65. El local se llama “Patitas Mojadas” y, más allá de ser un espacio donde los perros reciben baños y cortes, representa para ella un logro profundo: la posibilidad de ganar independencia, superar barreras y concretar un proyecto personal que parecía lejano.
Rocío tiene síndrome de Asperger, una condición dentro del espectro autista que le presentó desafíos desde muy chica. En la primaria y hasta la mitad de la secundaria sufrió bullying, experiencias dolorosas que recuerda con claridad. “Siempre pensé que ser normal era no tener autismo, ser como otras personas. Hace dos años le pregunté a mis papás si yo iba a poder tener una vida normal”, comentó a LA VOZ DE SAN JUSTO.
El diagnóstico llegó temprano, cuando sus padres la llevaron a Córdoba a ver a un especialista. “Para mis papás fue un golpe fuerte, pero desde ese momento me acompañan en cada paso que doy”, relató. Ese acompañamiento familiar fue clave, junto con el trabajo de sus terapeutas, que durante años la ayudaron a conocerse y aceptarse. “Hace un año terminé las terapias y aprendí a decir: tengo autismo, tengo algunas limitaciones y otras no. No es fácil, pero se puede”, explicó.
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Algunas cuestiones prácticas todavía le resultan difíciles, como manejar el dinero o atender a clientes nuevos, y allí aparece el apoyo de su mamá. “Le agradezco de todo corazón porque me ayuda mucho”, reconoció. Pero abrir la peluquería fue un cambio decisivo. “Poner el local fue dar un gran paso, porque me permitió no depender tanto de mis padres. Mis papás están orgullosos y eso me emociona muchísimo”, destacó con emoción.
El amor por los animales fue siempre un motor en su vida. Desde niña sentía que los perros se le acercaban solos en la calle, y pasaba horas jugando en la computadora a un simulador de peluquería canina. Ese vínculo natural se transformó en un proyecto real cuando decidió capacitarse y recibirse de peluquera.
Hoy, en “Patitas Mojadas”, cada perro recibe un trato especial. Rocío utiliza aromaterapia con esencias de lavanda o vainilla para que se relajen, dedica tiempo a generar confianza y brinda cuidados particulares a los perros rescatados o mayores. “Los perros son muy sensibles a la energía que uno transmite. Si los tratás con amor, vuelven a su casa distintos”, aseguró.
Una de las experiencias más significativas fue cuando atendió a una perrita rescatada en condiciones graves: sorda, ciega y con infestación de pulgas y garrapatas. “Nadie quería recibirla. Yo no dudé: la bañé con paciencia y cariño. Sentí que le cambié la vida”, recordó con emoción.
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Para Rocío, cada cliente de cuatro patas es más que un trabajo: es también un recordatorio de todo lo que logró. “Yo siento que este lugar me cambió la vida, porque me permitió crecer y demostrar que sí puedo. Superar obstáculos con el Asperger no fue fácil, pero hoy estoy feliz de lo que logré”, afirmó.
Otro de los aspectos que más disfruta es el vínculo con los dueños, quienes muchas veces llegan preocupados por el estrés de sus mascotas. “Me cuentan que después de venir acá, sus perros vuelven a casa relajados, con otra energía. Eso para mí es lo más lindo: ver que el cuidado y el amor que les doy se nota”, resaltó.
Rocío también destaca que en “Patitas Mojadas” no solo atiende a perros de familia, sino que abre sus puertas a los comunitarios, porque “ellos también merecen un baño, un corte y cariño”. Para ella, la higiene y el cuidado no son un lujo, sino una forma de devolverles dignidad y bienestar. Quienes quieran sacar un turno pueden comunicarse al 3564 33-9365.
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Con corazón grande, Rocío aprendió a transformar sus dificultades en oportunidades. Su historia es una muestra de que la inclusión se construye día a día, con apoyo, confianza y amor. “Nosotros vemos la vida diferente, totalmente diferente. Y eso no está mal. Solo necesitamos apoyo para desarrollarnos. Yo encontré mi camino y quiero seguir creciendo”, concluyó.
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