Análisis
Revivir la Banca del Vecino
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En tiempos en que la desconfianza hacia las instituciones se multiplica y la apatía cívica amenaza la vida comunitaria, la decisión de estudiantes y docentes de la Escuela Normal de “revivir” la Banca del Vecino es un ejemplo.
La solicitud para utilizar la Banca del Vecino en el Concejo Deliberante por parte de estudiantes del Nivel Superior de la Escuela Normal “Dr. Nicolás Avellaneda” ha sido una auspiciosa novedad cívica. En efecto, jóvenes que cursan la Tecnicatura Superior en Gestión Ambiental presentaron el proyecto para crear un Programa Municipal de Gestión y Recolección de Residuos de Antibióticos y Medicamentos.
Según señalaron a este diario, la propuesta busca prevenir la contaminación y reducir los riesgos sanitarios vinculados a la resistencia antimicrobiana. “Queremos que la comunidad tenga información y lugares seguros para descartar”, manifestaron sus impulsoras. Se trata de una propuesta que permitiría el descarte seguro de medicamentos y responde a una problemática ambiental y sanitaria, vinculada a la resistencia antimicrobiana, reconocida por la Organización Mundial de la Salud como una de las principales amenazas para la salud global.
Además, de abordar una temática compleja que merece ser atendida con presteza por las autoridades, el uso de la Banca del Vecino por parte de estudiantes permite revalorizar un instrumento de participación que, aunque poco difundido, expresa la esencia de la democracia local y el compromiso ciudadano por el bien común.
La Banca del Vecino tiene 25 años de existencia. Allá por octubre del año 2000, se aprobó la ordenanza N° 4866, que habilita a que “toda entidad intermedia representativa legalmente constituida -a excepción de partidos o agrupaciones políticas-, o grupo de personas en número no inferior a veinte, que tengan domicilio real en la ciudad de San Francisco”, puedan proponer “a la administración proyectos de interés general o para satisfacer sus necesidades particulares”.
Este espacio de diálogo entre la ciudadanía y sus representantes en el Concejo Deliberante debería ser un puente que transforme inquietudes ciudadanas en propuestas concretas para mejorar la calidad de vida de los sanfrancisqueños. Sin embargo, el cruce de ese puente ha sido esporádico en este cuarto de siglo. En algunos casos, se desvirtuó por fines políticos; en otros, simplemente cayó en el olvido. Pero es necesario remarcar que se trata de un instrumento que fortalece la democracia participativa, porque abre las puertas del cuerpo legislativo municipal a la sociedad civil y promueve la corresponsabilidad en la gestión de los asuntos públicos.
Es meritorio que hayan sido estudiantes de la ciudad quienes le insuflaron nuevo dinamismo a este instrumento de participación popular. Ellos identificaron una necesidad sanitaria real y comprendieron que la solución requiere de la acción del Estado. Por lo tanto, se involucraron en el problema y formularon la propuesta a través de un canal que no ha sido debidamente aprovechado.
En tiempos en que la desconfianza hacia las instituciones se multiplica y la apatía cívica amenaza la vida comunitaria, la decisión de estudiantes y docentes de la Escuela Normal de “revivir” la Banca del Vecino es un ejemplo. Representa una oportunidad concreta para recuperar el diálogo, la escucha y el compromiso ciudadano.
