Análisis
Restricciones, ciudadanía e italianidad
La restricción es innegable, más allá que, en algunos casos, la proliferación de "gestores" haya convertido el trámite en un negocio. Sin embargo, es erróneo suponer que no tenemos un vínculo real con Italia.
La reciente decisión del gobierno italiano de restringir el acceso a la ciudadanía por vía sanguínea ha generado un fuerte impacto en Argentina y, en particular, en nuestra región. A partir de ahora, solo podrán acceder al pasaporte europeo los hijos y nietos de ciudadanos italianos, excluyendo a quienes intentaban obtenerlo a través de bisabuelos o tatarabuelos.
La medida afecta a una cantidad significativa de personas: según datos oficiales, más de 30.000 argentinos adquirieron la ciudadanía italiana en 2024 bajo el sistema vigente hasta el momento. La abrupta modificación ha causado malestar, especialmente entre quienes ya habían iniciado los trámites en consulados o incluso viajado a Italia para presentar sus documentos en distintas comunas.
Al mismo tiempo, también generó un intenso debate político dentro de Italia. Agrupaciones que forman parte de la coalición gobernante salieron a despegarse y cuestionaron abiertamente el decreto del consejo de ministros. Advirtieron que el Congreso debería ser el ámbito para tratar un cambio de tal magnitud. Asimismo, desde distintas posiciones ideológicas, se han cuestionado con firmeza las justificaciones oficiales que acompañaron la medida.
En verdad, Italia tiene razones para revisar el criterio de "ius sanguinis" y complementarlo con otros requisitos. Según cifras oficiales, el 90% de los solicitantes nunca habían viajado a Italia, lo que sugiere que, en muchos casos, la motivación no era una verdadera identidad italiana, sino la conveniencia de obtener un pasaporte que permitiera trabajar y residir en la Unión Europea.
Sin embargo, la realidad demográfica del país podría requerir una estrategia distinta. Italia enfrenta un descenso en su población y, de hecho, se ha convertido en receptor de inmigrantes. Actualmente, más de cinco millones de extranjeros residen en su territorio y en el último año se otorgaron 217.000 ciudadanías. Los argentinos fueron la cuarta comunidad extranjera más beneficiada, después de ciudadanos de Albania, Marruecos y Rumania. No obstante, a diferencia de los descendientes argentinos y brasileños, la mayoría de estos nuevos italianos han vivido en Italia por años antes de obtener la nacionalidad.
Lo cierto es que la medida genera inquietud en miles de argentinos que, desde hace tiempo, procuran obtener la ciudadanía italiana. En verdad, la demanda de pasaportes italianos en nuestro país tiene su razón de ser en las recurrentes crisis económicas de nuestro país que han achicado el horizonte de progreso personal y profesional de las nuevas generaciones. Por eso, de la restricción es innegable, más allá de que, en algunos casos, la proliferación de "gestores" haya convertido el trámite en un negocio.
Sin embargo, es erróneo suponer que no tenemos, en nuestra región al menos, un vínculo real con Italia. La huella cultural dejada por la inmigración sigue presente en la vida cotidiana. Las costumbres "tanas" transmitidas por bisabuelos y tatarabuelos han dejado una marca indeleble en generaciones posteriores. Por ello, no sorprende la profunda repercusión que han tenido las nuevas restricciones para acceder a la ciudadanía italiana.