Resisten como la chapa
Los kioscos de diarios y revistas son fieles exponentes de una época que sobreviven al paso del tiempo. Aprobar su instalación requiere una ordenanza municipal debido al uso del espacio público. Algunos permanecen iguales, o se ampliaron, otros cerraron.
Por Mauricio Argenti
Con casi 50 años de historia, todavía quedan unos cuantos kioscos de diarios y revistas en la ciudad, que son fieles testigos de medio siglo de acontecimientos vividos en diferentes barrios y pese al incesante avance de la tecnología se resisten a perder vigencia.
Con sus característicos armazones de chapa, quienes pintamos algunas canas los recordamos casi como si fuera un seguro refugio para niños cuando corríamos a ver qué nueva aventura se podía vivir en las páginas de infinidad de revistas que se ofrecían -y aún hoy se siguen ofreciendo- en sus vidrieras.
En un principio, cuando los canteros de los bulevares formaban parte del paisaje urbano, solían encontrárselos allí. Luego se fueron corriendo hacia las veredas.
En su interior, compuesto por un limitado espacio que no es más allá de tres metros de ancho por dos de fondo, hoy ya se puede encontrar de todo.
La mayoría de sus propietarios tienen varias décadas en el oficio de kiosqueros y por allí han visto pasar numerosas generaciones de clientes que pese al avance de la tecnología, aún hoy conservan la tradición de comprar el diario en formato de papel, alguna revista o colecciones de libros.
Algunos negocios no resistieron y
cerraron sus puertas, aunque la "caja" metálica sigue en pie
Primeros cambios
El primer cambio en estos tradicionales kioscos comenzó a darse a fines de la década del 60 y principios del 70. En esa oportunidad, San Francisco experimentó algunos cambios en lo que respecta a los canteros de las avenidas y una vez que algunos de ellos fueron eliminados, varios kioscos debieron moverse hacia las esquinas.
Desde esa época hasta el presente, algunos no resistieron y cerraron sus puertas, quedando como fieles testigos de esa rica historia solo la infraestructura. Muchos otros siguen vigentes, aunque debieron aggiornarse.
Lo que se mantiene de antaño es la reglamentación, ya que debe existir una distancia mínima de 500 metros entre cada kiosco.
Muchos de los comerciantes que siguieron apostando al negocio modificaron el formato de cubo y mutaron en una nueva forma, anexando hasta bebidas, entre otras cosas.
Y al margen de su estructura metálica y del reducido espacio, en todos los casos cuentan con instalación de energía eléctrica aprobada por la Epec, con su correspondiente medidor y hasta con equipo de aire acondicionado.
En materia tributaria, sus propietarios deben pagar contribuciones municipales e impuestos provinciales y monotributo, tal como si fuera un local ubicado en una edificación tradicional.
Roberto Rossa debió ampliar su kiosco de bulevar 25 de Mayo al 2100
Los que se agrandan
Sobre bulevar 25 de Mayo al 2100, sobre la vereda de un supermercado, se erige un maxikiosco de chapa.
Roberto Rossa hace 33 años que se dedica a esta actividad. Comenzó trabajando en una época donde era imposible imaginar siquiera la telefonía celular y menos aún internet. Por todo ello, recordó que en ese tiempo "la gente consumía mucho los diarios y revistas en formato papel porque era la única manera de informarse y en muchos casos de encontrar entretenimiento y cultura. En cambio hoy todo está muy diferente, muy cambiado y para eso tenemos que adaptarnos para poder subsistir".
Recordó que hace 33 años "empecé con los mismos productos, diarios, revistas, quiniela de una manera más rudimentaria, libros. El kiosco era el tradicional cuadrado, más pequeño. Con el tiempo tuve que ampliar a estas instalaciones que en estos momentos ya me resulta pequeña con todos los productos que están llegando".
Además explicó que "este es un tipo de kiosco característico de San Francisco, sobre todo en la forma. En estos momentos vendemos más diarios y revistas que el resto de la mercadería. Yo trato de dedicarme a ello, el resto lo tengo que tener pero su demanda es un poco menor", confió.
Desde hace 40 años, Gustavo Martina tiene
kiosco en la esquina de avenida Caseros y 9 de Septiembre
Cuatro décadas de kioskero
Desde hace 40 años, Gustavo Martina se ha convertido en una de las personas más conocidas de la esquina de avenida Caseros y 9 de Septiembre. Durante todo ese tiempo pudo duplicar la superficie cubierta de su kiosco para ofrecer mayor cantidad de mercadería.
"Siempre trabajé en esta esquina. Hace 40 años esto era la mitad y desde hace 15 lo pude ampliar porque quedó chico. Desde sus comienzos estoy vendiendo lo mismo: diarios, golosinas, cigarrillos y juego. Mis clientes son los mismos de toda la vida", explicó.
Recordó además que para instalarse en la vereda debió tener permiso del frentista, en este caso con el Ipet Nº 50 "Ing. Emilio F. Olmos", lo que le ayudó a obtener el permiso municipal.
"La llegada de la televisión por cable, luego el Internet y por último las redes sociales fueron una combinación que impactó de lleno en la venta de diarios y revistas. Eso hizo que se vendan cada vez menos. En cambio, lo que nunca va a terminar es el juego, la gente viene y juega y eso suma en la venta", contó.
El kiosco de "la Vélez"
"Todavía se venden diarios pero ya no es como antes", recordó con cierto dejo de nostalgia Raúl Barbarini, quien tiene su kiosco desde hace 35 años en Pueyrredón 575, sobre la plaza Vélez Sarsfield.
"Cuando comencé vendía entre 35 y 40 revistas Anteojito por semana mientras que ahora apenas llego a 4 o 5 Genios por semana", indicó para luego señalar que "los clientes siguen fieles en todo este tiempo aunque también se sumaron clientes nuevos. La mayoría viene a buscar el diario aunque los jóvenes ya no leen tanto, al menos en papel".
Dentro de la pequeña estructura metálica, Raúl muestra una heladera en cuyo interior se encuentran bebidas. "Esto fue lo único que agregué para tener bebidas frescas como jugos y gaseosas que se venden muy bien al igual que las golosinas como chicles y pastillas".
Con la mitad de su vida en este trabajo, Barbarini contó con orgullo que "se puede vivir del kiosco" y recuerda que "tengo un hijo que es médico y una hija psicóloga. A ambos pude hacerlos estudiar con lo que daba el negocio. Esa es la satisfacción más grande que tengo y siempre digo con orgullo que soy kiosquero".