Análisis
Reforma laboral: por un debate honesto
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La Argentina lleva décadas discutiendo su crisis de informalidad laboral sin traducir esas polémicas en políticas efectivas. La modernización laboral es, en este sentido, una exigencia ineludible para retomar la senda del crecimiento.
La inminente discusión parlamentaria sobre la reforma -o modernización- laboral propuesta por el Gobierno nacional será uno de los temas dominantes del verano argentino. Se estiman discusiones “calientes” como el clima estival, aunque la nueva composición del Congreso permitiría al oficialismo reunir los votos necesarios para aprobar el proyecto.
No obstante, sería propicio que los distintos los distintos actores del sistema productivo y laboral participen activamente en el análisis. Ello en virtud de que la historia reciente demuestra que ninguna reforma profunda se sostiene sin un proceso genuino de escucha, negociación y búsqueda de acuerdos. Basta recordar que todos los intentos anteriores en esta temática fracasaron, ya sea por impericia en su elaboración, por la ausencia de negociaciones, por la existencia de climas políticos poco favorables al cambio, por el empecinamiento y hostigamiento sindical o incluso por episodios de corrupción legislativa que terminaron desacreditando algunas iniciativas.
La CGT advierte sobre la falta de consulta real al sector trabajador y cuestiona la difusión fragmentaria de borradores “entre trascendidos”, lo que revela un clima que deberá atender el gobierno si pretende avanzar como se supone. Se requiere previsibilidad en la discusión, así como atender la demanda -especialmente desde el sector pyme- de revisar la presión tributaria que condiciona la generación de empleo, plantea interrogantes que no pueden ser desoídos.
Si bien, la modernización del mundo del trabajo se torna ineludible en este tiempo, no por ello deben desatenderse aspectos centrales de tan sensible problemática. Para llegar a buen puerto, la política debe recuperar prácticas políticas elementales: dialogar, contrastar visiones, corregir rumbos. Y debe comprenderse que ninguna reforma trascendente puede edificarse sobre una mirada unilateral, aun cuando los números legislativos lo permitan.
La realidad actual exhibe el temor a la pérdida de empleos por la retracción productiva, los problemas evidentes de las empresas para cumplir con compromisos tributarios excesivos y una gran cantidad de trabajadores que permanecen atrapados en la informalidad, sin derechos ni protección, mientras el sistema productivo opera bajo regulaciones diseñadas para un modelo laboral que ya no existe. Como explica Ricardo López Murphy, la estructura normativa vigente fue concebida para empresas grandes, estables y con relaciones laborales de por vida. Hoy, en cambio, el 90% del entramado productivo está formado por pymes que necesitan flexibilidad, adaptabilidad y alivio frente a contingencias judiciales que no están en condiciones de afrontar. No puede ser que estas organizaciones se desarrollen bajo normas propias de otro tiempo. Esto desalienta la formalización e inhibe la creación de empleo de calidad.
La Argentina lleva décadas discutiendo su crisis de informalidad laboral sin traducir esas polémicas en políticas efectivas. La modernización laboral es, en este sentido, una exigencia ineludible para retomar la senda del crecimiento. Ello no implica vulnerar derechos, sino ampliarlos a millones de trabajadores que hoy permanecen fuera de todo sistema de protección.
