Recrear nuestra tradición
La tradición no se reduce a una vestimenta particular que hoy es tomada por muchos como un disfraz. Tampoco a un acto escolar. Menos a un festival folklórico. Es todo eso y mucho más, porque en ella está la raíz identitaria que merece ser conservada y transmitida.
Cada 10 de noviembre se celebra en la Argentina el Día de la Tradición, establecido en homenaje al creador del Martín Fierro, José Hernández, al conmemorarse un nuevo aniversario de su fallecimiento. Se buscó realzar la figura del máximo exponente de la poesía gauchesca, evocar a un libro emblemático y, con ello, establecer las pautas para revivir y recrear las tradiciones de nuestro pueblo.
Desafortunadamente, Halloween tiene "más prensa" que esta efeméride bien nacional. Salvo en las escuelas, la recordación pasó en los últimos años casi inadvertida. De este modo, la defensa y discusión del legado y las costumbres que nos identifican como pueblo han reducidas a expresiones mínimas. Es un efecto de la globalización, dirán algunos observadores. Es una fecha que no convoca porque algunas tradiciones tienen aristas que hoy no están bien vistas desde lo que se considera la corrección política, manifestarán otros.
Tradición deriva del latín y significa donación o legado. La definición más usual establece que se trata de un conjunto de costumbres, ritos y usanzas que se transmiten de padres a hijos. Es también aquello que identifica a un pueblo y lo diferencia de los demás, algo propio y profundo. Entonces, ¿qué significado tiene rescatar la tradición cada año? ¿De qué manera hay que interpretar esta fecha en un mundo global y en el que algunas costumbres hoy aceptadas en nuestra sociedad son ajenas a esas costumbres que forjaron la propia identidad?
Años atrás, en una entrevista publicada en este diario, un recordado médico veterinario, el "Gaucho" Perino, defensor de las más nobles tradiciones argentinas sostuvo que la tradición "ha cambiado mucho y seguirá cambiando". Pero aclaró que "el concepto debe ser claro, arraigado, que reconozca lo nuestro". Esta reflexión proviene de una persona cuya vida estuvo marcada por el respeto a las tradiciones. Reconocer que la tradición no es algo estático implica, al mismo tiempo, tener en claro los cimientos en los que se sustenta. De lo contrario, las prácticas tradicionales se transforman en un significante vacío.
El anuncio del festival de Jesús María que da cuenta de que los domadores tendrán que utilizar casco y chalecos protectores y de que los caballos tendrán más cuidados puede es un signo tangible de cómo adaptar ciertas costumbres y tradiciones a los tiempos que corren. También lo es el concepto de que las sociedades conviven en espacios geográficos que se construyen de modo autónomo bajo signos tradicionales que son propios. Por ello, las costumbres son distintas según sea la región del país. Esta hermosa diversidad otorga más riqueza a la celebración de hoy.
En definitiva, la tradición no se reduce a una vestimenta particular que hoy es tomada por muchos como un disfraz. Tampoco a un acto escolar. Menos a un festival folklórico. Es todo eso y mucho más, porque en ella está la raíz identitaria que merece ser conservada y transmitida. Recrear las tradiciones es tarea de las nuevas generaciones. Para ello, tienen que conocerlas y defenderlas. De lo contrario, se convertirán en una cáscara desechable.