Medio ambiente
Reciclar una ciudad

La cooperativa de trabajo San Francisco Recicla se encarga desde el corralón municipal de reciclar todos esos residuos que los vecinos separan en sus domicilios y dejan en los puntos verdes. La economía circular tiene caras y manos.
Por Manuel Ruiz | LVSJ
Son siete las personas que se encargan de reciclar las toneladas de basura que mes a mes los sanfrancisqueños depositamos en los once puntos verdes distribuidos de la ciudad. Siete personas desde hace un año formaron y dan vida a la cooperativa de trabajo “San Francisco Recicla”, que lleva un mes desarrolla sus tareas, la etapa final de la separación de residuos que los vecinos inician en sus hogares, en un espacio dentro de la Secretaría de Servicios Públicos de la municipalidad de San Francisco, ese lugar que todos conocemos como ‘el corralón’.
Estas siete personas son, en definitiva y cotidianamente, la corporización de una de las opciones posibles de la pretendida economía circular.
Entre un horizonte de bolsas repletas de plásticos, papeles y cartones, y montañas de fardos de esos materiales previamente seleccionados y prensados, los miembros de San Francisco Recicla llevan adelante una trabajo que hace lógicamente a su economía personal, pero que trasciende doblemente esa lógica: su trabajo le da sentido a la separación domiciliaria de residuos, y a una política de estado como son los puntos verdes, y además realizan un trabajo con un altamente necesario para la calidad del ambiente en que vivimos.

Norma Pucheta es la tesorera de la cooperativa. Hace nueve años que es recicladora y tiene claro lo importante que resulta el esfuerzo diario de ella y sus compañeros “hasta que uno no está acá, no sabe lo que es y la importancia que tiene para todos, no solamente para nosotros, sino para la ciudad y para el planeta.
El material a la cooperativa llega también de fábricas, comercios y hogares particulares. Una vez que se entra, se clasifica el tipo de material y se los separa en diferentes bolsones para luego pasar a la compactadora y de allí se enfarda y se almacena hasta poder ser vendido a industrias que compran ese material para volver a hacer plástico, cartón o papel.
“Por el momento no estamos comprando como suelen hacer las chacharitas que hay en la ciudad. Recibimos lo que el municipio recoge en los puntos verdes y lo que vecinos o fábricas nos traen directamente acá. Estamos vendiendo entre 3 y 4 toneladas por mes de cartón, 3 toneladas por mes de nylon y aproximadamente 6 toneladas de plástico por mes.

Todos los fardos nosotros lo enviamos a un acopio en barrio Sarmiento y luego de ahí cuando se junta lo suficiente para completar los camiones, se envía a las fábricas que compran los materiales”, ilustra Nora sobre el proceso que permite completar el circulo de reciclado local.
No todo eso que tiramos se recicla
De toda la basura recolectada en los puntos verdes de la ciudad, la cooperativa recicla solamente entre el 20 y el 30%. El resto termina en el relleno sanitario como si no hubiera existido un proceso de separación hogareña, un punto verde o una clasificación por parte de la cooperativa. Eso se debe a que, nosotros, los vecinos de la ciudad no terminamos de hacer bien nuestra parte y dejamos en los puntos verdes a veces bien intencionadamente, muchas veces no, materiales que no van a completar el proceso que beneficia al medio ambiente.
“La gente todavía no toma conciencia” señala Luciana Marchi, presidenta de la cooperativa, “aunque nosotros hicimos campañas de concientización, los centros vecinales tienen siempre el mensajito de que se recicla y que no. Es muy complicado que el mansaje llegue con claridad, pero hay barrios que están mejorando. Las familias que nos traen, por ahí también traen lo que nosotros no reciclamos, por ejemplo, las cajitas de tetra brik, el telgopor, y los plásticos que nosotros le decimos que hacen ruido que son comúnmente las bolsas de comestibles. El problema con eso que no reciclamos es que igualmente lo tenemos que procesar y nos quita tiempo de trabajo. Pero confiamos en que con el tiempo todo eso se va ir mejorando”.
La dignidad no se tira a la basura
Si bien San Francisco Recicla lleva un año como cooperativa, tanto Nora como Luciana vienen realizando este trabajo de hace más tiempo, y eso se debe a que haciendo lo que hacen han encontrado no solo un sustento para ellas y sus familias, sino que, además, el placer de hacer algo que es más grande que ellas, o que beneficia a más personas que solo a ellas.
“Hacemos algo que nos gusta, ya nos sale de adentro, y ver que hay un montón de gente que se suma a la idea de reciclar, no nos deja bajar los brazos, y hace que queramos seguir siempre para adelante. Al principio nos costaba hasta con nuestra misma familia, porque nos decían que busquemos otro trabajo mejor, porque el trabajo de cartonero es como que está mal visto. Pero para nosotros es un trabajo más, es gratificante y digno, porque no le pedimos nada a nadie y trabajamos como en cualquier otro trabajo”, asegura Marchi.
Para Nora, que hace 9 años que se dedica a esto y que paso por todas las partes del proceso, desde juntar cartón en la calle, hasta estar mucho tiempo al frente de la prensa, todavía disfruta de su trabajo.
“Me gusta. Siempre fui como la encargada, entonces además de lo propio del trabajo. También tengo que tratar de que todos trabajemos cómodos y nos llevemos bien” asegura mientras dice que poder estar trabajando en el corralón les ha dado una tranquilidad muy grande ya que las alivia en el hecho de no tener que pagar el alquiler de una propiedad todos los meses, algo que asegura, a veces no podían hacer.
¿Cuánto están pagando el kilo de papel?
Históricamente el precio de los materiales que la cooperativa recicla fluctuó de acuerdo a los precios que el mercado estipulaba. Lo que hacía y hace que, cartoneros o botelleros de la ciudad que con sus dinámicas de jornaleros ganaban lo que juntaban en un día, siempre cambiarán que recolectar y que vender: si el precio del papel estaba bajo, se buscaba aluminio. Si el aluminio no se pagaba bien, se optaba por el cartón.
Esa dinámica, si bien parecida, no es igual a la que lleva adelante San Francisco Recicla. Porque, como decíamos más arriba, si bien hay un fin económico que alcanzar porque hay un trabajo que se hace responsablemente todos los días, el objetivo superior termina siendo alivianar la carga de basura que nuestro medio ambiente tiene que procesar en el relleno sanitario.
Y lo integrantes de la cooperativa afirman esa noción cada vez que puedan. En el tramo final de la charla con este medio, depositaron su confianza en que las futuras generaciones van a tener una conciencia para con el medio ambiente que nos haga mejores como especie. Al menos en la relación con nuestro entorno.
En ningún momento la expresión de deseo vino porque el lado de un ojalá que el precio del plástico aumente sino por el lado de: ojalá que la gente entienda que, si separa los residuos, eso no termina contaminado la tierra.
Hay una nobleza palpable en cada bolsón repleto de basura que entra por el portón de calle Uruguay y en el que los recicladores de la cooperativa hunden sus manos para procesarlo lo más responsablemente posible.
Y entonces el circulo cierra casi perfecto: un grupo de personas encuentra una forma de vida digna en hacerle bien a todos los que los rodean.
Eso hacen el corralón, lo único que tenemos que seguir haciendo nosotros es separar, y separar bien, los residuos para que estas iniciativas puedan ampliarse y poder seguir siendo una política concreta, con cara, manos, nombre y apellido, de cuidado del medio ambiente.
