Historias
Ramona – San Francisco: acompaña a su hijo cada día para que estudie en la universidad

“Cuando él se reciba, me voy a recibir con él”. Elvio y Agustín comparten una rutina diaria que va más allá del estudio: recorren juntos 100 kilómetros por día para que el joven pueda estudiar Ingeniería Industrial en el CRES. Una historia de amor, compromiso y orgullo que pone rostro al derecho a estudiar.
Cada mañana, Elvio García arranca su vehículo en Ramona, Santa Fe, y emprende junto a su hijo Agustín el viaje de 50 kilómetros hasta el Centro Regional de Educación Superior (CRES) de San Francisco. Lo hace con la misma convicción con la que otros padres heredan oficios o empresas: él acompaña a su hijo a construir su futuro, y se queda esperándolo durante seis horas, cada día, sin importar el clima ni el cansancio.
Agustín cursa cuarto año de Ingeniería Industrial en la UTN, carrera que se dicta en el CRES desde 2019, gracias al esfuerzo conjunto de la municipalidad de San Francisco, la Universidad Nacional de Villa María y la Facultad Regional San Francisco de la UTN. La educación pública y gratuita no solo les abrió la puerta a cientos de estudiantes de la región, sino también a historias como esta, donde el amor familiar y el compromiso se convierten en motor de superación.

“Me siento orgulloso de estar presente en la construcción de su futuro. La herencia que va a recibir va a ser su estudio, su formación profesional”, dice Elvio, con voz emocionada. En su relato se cuelan recuerdos de noches con tormentas, desperfectos mecánicos en la ruta y momentos de incertidumbre. Pero nada detuvo la marcha de este padre que nunca dejó de apostar por la educación de su hijo.
Desde su lugar en la entrada del CRES, Liliana Pagliero, parte del personal del establecimiento, es testigo diaria de esta historia. “Hace 13 años que estoy acá y nunca vi algo así. Elvio se queda cada día en su camioneta, esperando. Es un ejemplo de amor y de sentido de pertenencia. Acá somos como una gran familia, y ellos ya son parte de ella”.

Para Agustín, esa presencia constante de su padre es “algo común” en su vida. Ya lo llevaba a entrenar rugby de chico, y hoy lo acompaña en cada paso de su carrera. “Es lo mínimo que puedo hacer ante el sacrificio que hacen mis padres para que yo estudie”, dice con humildad, mientras reconoce con entusiasmo su evolución académica. “Ahora disfruto mucho de la carrera. Cada materia te abre la mente, y eso me entusiasma cada vez más”.
A Elvio también lo entusiasma el camino, aunque sepa que pronto se termina. “Cuando Agustín se reciba, voy a extrañar todo esto. Pero siento que yo también me voy a recibir con él, porque fui parte de este sueño que está cada vez más cerca de cumplirse”.
Más que kilómetros, padre e hijo recorren juntos una experiencia que los une en lo cotidiano y en lo trascendente. Más que kilómetros, lo que recorren juntos es un sueño compartido: el de una educación que transforma vidas.