Quien coimea, roba
Los casos más resonantes de coimas se ventilan hoy en Brasil. Pero en la gran mayoría de las sociedades este delito está presente.
En una entrevista "playera" concedida a una revista de actualidad, el ex jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, fue consultado sobre cuánto le molestó el caso de los bolsos revoleados por el ex secretario de Obras Públicas, José López en un convento bonaerense. El controvertido ex funcionario respondió: "Mucho. Es un balde de mierda que nos salpica a todos. Pero te voy a hacer una aclaración. Esa plata no es robada, es de la coima. Y cuando coimeás hay uno que cobra, que en este caso está preso, y otro que la pone y que todavía no lo conocemos."
No se puede saber si el ex jefe de Gabinete estaría preparando una reforma puntual del Código Penal. O si su desconocimiento del derecho es absoluto. Porque el fruto del cohecho es siempre dinero mal habido. Y cuando esto se produce en el Estado, los perjudicados son todos los ciudadanos que abonan sus impuestos religiosamente para que se devuelvan en obras y servicios, no para que hagan negocios espurios autoridades cuya estatura moral es ínfima.
Si asistió alguna vez a la Facultad de Derecho, este abogado debería conocer que los romanos ya sancionaban la coima. Y esto no era obstáculo para que la "mordida" fuese una práctica llevada adelante por simples funcionarios como por el emperador de turno. Desde aquel tiempo hasta hoy, las cosas no parecen haber cambiado mucho en este aspecto.
Los casos más resonantes de coimas se ventilan hoy en Brasil. Pero en la gran mayoría de las sociedades este delito está presente. Y también es objeto de castigo en prácticamente todas las legislaciones penales del mundo. Por algo debe ser. Precisamente porque la coima es una dádiva recibida en un acto de soborno. Es decir, de manera ilícita.
Es verdad que si alguien coimea, otro alguien se deja coimear. Pero esto no significa que si el primero es un funcionario público no esté haciendo negocios ilícitos, destrozando los principios de servicio público que debería tener como guía y dando cabal muestra de "aprecio personal" por lo que es de todos.
Lamentablemente no tuvo repercusión amplia esta afirmación lamentable de un personaje no menos nefasto para la vida del país. Es -como lo calificó la propia revista que lo entrevistó- una frase que "merece entrar en el panteón de los sincericidios de la política nacional, junto a la célebre máxima de Barrionuevo, que nos recordó a los simples mortales que "la plata no se hace trabajando". El descaro de semejante afirmación revuelve el estómago de los ciudadanos honestos y da por tierra con los principios éticos en los que debe sustentarse la función pública.
Coimear es robar. Si se practica en el Estado significa además robarle especialmente a los que menos tienen. A los que se elogia en el discurso pero se denigra en los hechos. A los que dependen de la ayuda estatal para sobrevivir en determinados períodos. A la ciudadanía que paga sus tributos. Es un robo descarado la coima, al menos hasta que la "doctrina" liviana y cínica de Aníbal Fernández tenga algún éxito, algo que por cierto se halla en el terreno de la ficción.