Prevención
Qué es el infarto agudo de miocardio, el problema cardiovascular que sufrió Joaquín Levinton
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El músico fue asistido de urgencia en un bar y trasladado al Hospital Fernández tras sufrir un infarto agudo de miocardio. Cardiólogos explican por qué ocurre, cuáles son los síntomas y qué medidas de prevención pueden reducir un riesgo que afecta a más de 40.000 argentinos cada año.
La reciente descompensación cardíaca que afectó al cantante Joaquín Levinton volvió a poner en agenda la importancia de reconocer de manera temprana los síntomas de un infarto. El episodio ocurrió en un bar del barrio porteño de Palermo, donde intervino un equipo del Sistema de Atención Médica de Emergencias (SAME) que logró estabilizarlo y trasladarlo al Hospital Fernández, donde permanece internado. Desde la institución remarcaron que “la consulta inmediata ante dolor intenso en el pecho, sudoración o mareos es determinante”, porque permite descartar o confirmar un cuadro grave sin demoras.
El caso del músico se enmarca en un problema que representa la principal causa de muerte en el país: cada año se registran alrededor de 40.000 infartos en Argentina, más de 100 por día. Especialistas del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA) explicaron que el infarto agudo de miocardio ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia una zona del corazón se interrumpe de forma brusca, generalmente por la ruptura de una placa de ateroesclerosis. “Cuando una placa se quiebra, se forma un coágulo que puede bloquear completamente la arteria”, describieron.
Si la circulación se corta, las células cardíacas comienzan a dañarse en cuestión de minutos. Los síntomas suelen presentarse como una presión intensa en el pecho, un ardor o una opresión persistente. Puede irradiarse hacia brazos, cuello, mandíbula o espalda y acompañarse de sudor frío, náuseas, dificultad para respirar o un cansancio repentino. Los CDC advierten que no todos los pacientes manifiestan el cuadro clásico: en adultos mayores, mujeres o personas con diabetes los signos pueden ser difusos, desde malestar leve hasta agotamiento extremo. Por eso señalan que una proporción considerable de infartos “ocurre en silencio”.
La incidencia también se vincula con factores de riesgo ampliamente conocidos: hipertensión, colesterol elevado, tabaquismo, sedentarismo, obesidad y antecedentes familiares. Según el cardiólogo Juan Pablo Costabel, del ICBA, “la enfermedad se vuelve más frecuente después de los 45 años en hombres y de los 55 en mujeres, pero los malos hábitos están llevando cuadros a edades cada vez más jóvenes”. Además, el especialista subrayó la influencia del estrés sostenido, el mal descanso y los trastornos del sueño, que alteran la función vascular y favorecen procesos inflamatorios.
El doctor Martín Fasan, también del ICBA, sostiene que la clave está en la prevención y en los controles periódicos: “Una evaluación anual ayuda a detectar alteraciones en presión arterial, lípidos o glucosa antes de que generen daño”. Para quienes tienen antecedentes familiares, esos estudios deben iniciarse incluso antes de la edad recomendada para la población general. Los cardiólogos coinciden en que 8 de cada 10 eventos cardiovasculares podrían prevenirse mediante hábitos saludables: abandonar el tabaco, limitar el alcohol, sostener una rutina de actividad física y mantener una dieta basada en frutas, verduras, granos integrales y menos ultraprocesados.
Los momentos previos al infarto pueden incluir advertencias que muchas veces se confunden con estrés o cansancio. Pese a eso, la diferencia entre un cuadro digestivo, por ejemplo, y un dolor cardíaco es la persistencia: las molestias que no ceden en reposo y se acompañan de otros síntomas deben motivar la consulta inmediata. Cuando el paciente llega a un centro de salud, los equipos realizan electrocardiogramas, análisis de marcadores cardíacos y angiografías para confirmar el diagnóstico.
Los tratamientos varían según la gravedad del caso y el tiempo transcurrido desde el inicio de los síntomas. Se utilizan anticoagulantes, trombolíticos y, cuando es necesario, procedimientos como la angioplastia, que permite restablecer el flujo mediante un catéter y la colocación de un stent. En situaciones más complejas, se recurre a cirugías de bypass. Tras la fase aguda, los pacientes acceden a programas de rehabilitación cardíaca que combinan ejercicio controlado, educación y acompañamiento emocional.
En el contexto comunitario, la formación en reanimación cardiopulmonar adquiere un rol central. Desde el ICBA resaltan que, frente a un paro cardíaco, “cada minuto que pasa sin RCP reduce de manera drástica las chances de supervivencia”. La intervención de una persona capacitada mientras llega la ambulancia puede sostener el flujo de sangre y oxígeno y multiplicar las posibilidades de recuperación.
El caso de Levinton reavivó la conversación pública sobre los síntomas que no deben ignorarse y la importancia de actuar sin demora. Su evolución continuará bajo vigilancia médica, mientras cardiólogos insisten en un mensaje que se repite en cada emergencia: ante el primer signo de alerta, la rapidez salva vidas.
