Que diciembre no sea sinónimo de tensión social
Despejar la incertidumbre sobre lo que vendrá impone procesar expectativas y demandas ciudadanas y establecer las condiciones para que, definitivamente, el mes de diciembre no sea sinónimo de tensión social.
Este
diciembre se cumplen 20 años de las convulsionadas jornadas de 2001, en las que
la protesta social derivó en violencia y terminó con el gobierno de Fernando de
la Rúa. A dos décadas de aquellas tristes jornadas que marcaron a todos los
argentinos, el país vive situaciones dolorosas en el marco de una grieta que
domina la escena y que aviva resentimientos.
En el informe sobre el panorama social del año 2020, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señaló que "el malestar social constituye una poderosa señal de alerta sobre el deterioro de las condiciones fundamentales que permiten la vida en sociedad y la construcción de un proyecto común. Da cuenta de un estado subjetivo marcado por una percepción o evaluación negativa de diversas dimensiones que estructuran la vida social".
Esto se hace evidente en la actual situación argentina cuando las fiestas de fin de año se aproximan. Existe marcada preocupación de que se puedan producir desmanes en las principales ciudades del país. Es un clásico de la vida nacional. Las demandas insatisfechas de numerosas porciones de la población determinan que se eleve el tono de las protestas y que el malestar se extienda. Se agrega a este difícil cuadro el impacto social sin precedentes de la pandemia, que alteró el modo de relación, paralizó la economía y está generando cambios profundos en el modo de actuar y pensar de las sociedades. Dejó al descubierto, además, los problemas estructurales del país, no resueltos por los distintos gobiernos que dispusieron del poder en estas dos décadas.
De este modo, a la pandemia y sus consecuencias devastadoras, se suman la inflación, la inseguridad y la distancia enorme entre la percepción de la realidad que tiene la dirigencia política y lo que efectivamente está viviendo la ciudadanía. Son, entre otros factores, motivos más que suficientes como para elevar la mirada y alertar sobre la posibilidad de que se produzcan episodios indeseados.
Los temores a que este diciembre sea tan caliente como el de 2001 existen. Así lo advierten algunas voces opositoras. Publicaciones de medios nacionales señalan que no están despejados todos los riesgos, aunque citan a funcionarios que sostienen que existe contención en los sectores más desposeídos de la sociedad y que no se escatiman recursos para atender la emergencia. "Los que más enojados están y es posible que lo estén más son los de las clases medias. Pero ya nos golpearon con el voto y esos no salen a tomar supermercados", es la visión de los voceros gubernamentales, según expresa un artículo publicado en el diario La Nación
Más allá de las interpretaciones de oficialistas y opositores, convendría que se hiciera un ejercicio reflexivo en torno a la realidad que se vive, tomando en consideración que, a 20 años de los episodios de 2001, es preciso emitir señales que tiendan a descomprimir la situación. Despejar la incertidumbre sobre lo que vendrá impone procesar expectativas y demandas ciudadanas y establecer las condiciones para que, definitivamente, el mes de diciembre no sea sinónimo de tensión social.