Análisis
Primavera y alergias
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Los cuadros alérgicos no pueden seguir siendo ignorados o minimizados por las políticas públicas de salud.
La llegada de la primavera viene siempre acompañada por días menos fríos, un sol que comienza a calentar, la aparición de las aves y el florecimiento de plantas y árboles. Esta postal tradicional tiene, sin embargo, “invitadas” indeseables y molestas que causan perjuicios importantes a la salud humana: las alergias.
Entre ellas, la rinitis alérgica, una de las más comunes en primavera, provocada por la presencia de pólenes de árboles, gramíneas y malezas que causan ataques estacionales como inflamación crónica de la mucosa nasal, sinusal y conjuntival, estornudos y picazón de la nariz.
Estornudos, cuadros similares a la gripe, falta de aire y congestiones varias son frecuentes reacciones que las personas sufren, debido a la reacción alérgica al polen de las flores y a otros alergenos del medio ambiente. Este fenómeno, en nuestro país, adquiere proporciones significativas, transformándose en un problema sanitario de elevada incidencia y sobre el cual, lamentablemente, no existen muchas políticas preventivas.
En los últimos días se han sucedido advertencias de especialistas en esta materia, reunidos en la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología. Por caso, la entidad señala que más de 4 resfríos al año con una duración igual o superior a los 10 días podrían estar indicando la presencia de una rinitis alérgica. Se afirma, asimismo, que entre el 10% y el 15% de la población argentina -con mayor frecuencia en las mujeres- presenta esta condición. Es decir, aproximadamente cinco millones de personas padecen esta patología. Al mismo tiempo, la mayor existencia de polen en el ambiente durante la estación primaveral acrecienta los síntomas en muchas otras personas que sufren rinitis alérgica solo en este período del año.
No resulta indicado menospreciar los síntomas de la alergia. La ciencia médica advierte que se trata de un mal que afecta notoriamente la calidad de vida de una persona: genera trastornos del sueño, descenso en la capacidad laboral y productiva, irritabilidad, cansancio y eleva el ausentismo laboral o escolar, entre otras derivaciones negativa.
Además, una rinitis alérgica no tratada puede desencadenar un asma bronquial. Por sí sola, esta posibilidad de adquirir una enfermedad respiratoria más severa permite comprender que el tratamiento de la alergia, su diagnóstico y los métodos terapéuticos para calmarla, se inscriben entre los procedimientos fundamentales para encarar una seria política en la materia.
Los cuadros alérgicos no pueden seguir siendo ignorados o minimizados por las políticas públicas de salud. Afectan a cientos de miles de personas que no se tratan como es debido y pueden provocar otros severos inconvenientes si no se adoptan medidas preventivas, de concienciación y terapéuticas que permitan, mediante programas bien planificados, una mejor comprensión y atención de este fenómeno.